¿No son ya demasiados genios?
Cuando dentro de decenas de años los estudiosos del flamenco se metan en las hemerotecas para analizar esta época se encontrarán con tantos genios que se volverán locos. ¿Qué pasó en aquella época?
Creo que he leído casi todo lo que se ha escrito en prensa sobre el flamenco y los artistas, y no recuerdo que se utilizara la palabra genio con tanta ligereza como se hace desde hace unos años acá. Reconozco que yo mismo he definido así a algunos artistas, sobre todo por alguna genialidad, un detalle en un momento dado, a veces llevado por la emoción de ese momento mágico que nos nubla la razón. Pero, ¿se puede ser un genio solo tres segundos? No sé quién dijo que el genio es un rayo cuyo trueno se prolonga durante siglos, pero se acerca bastante a lo que yo creo que es un genio. Es decir, el genio vive para siempre. Antonio Chacón y Manuel Torres eran dos genios del cante, porque sin ellos no podría entenderse no solo la época en la que vivieron, sino la actual.
Cuando alguien me ha preguntado que por qué fue tan importante Chacón, siempre le he dicho que lo escuche, pero también a los demás de su época. Y notarán la enorme diferencia en el desarrollo de la técnica, la vocalización, la cuadratura, la afinación y el sonido. ¿Por qué creen ustedes que ha trascendido este maestro del cante con tanta fuerza, a pesar de que su obra se ocultó durante años, hasta que José Blas Vega y Enrique Morente se encargaron de sacarla a la luz, uno escribiendo y otro cantando? Es verdad que artistas como la Niña de los Peines, Juan Mojama, Marchena, Vallejo, Matrona, Valderrama y otros no lo olvidaron nunca, pero, así y todo, Blas Vega y Morente fueron decisivos en la recuperación de esta figura histórica del cante jondo.
Tardé mucho tiempo en poder hacerme con sus discos, en manos de coleccionistas –los de pizarra–, pero al final lo hice, en los setenta, y no entendí esa mala política contra él, responsabilizándolo de la dulcificación del cante y de la ópera flamenca, etapa en la que el genio jerezano apenas influyó, porque murió en 1929 y empezó tres o cuatro años antes de su óbito. Cuando yo comenzaba había palmeros que eran más reconocidos que Chacón, y espero que nadie se ofenda por decir esto, porque hay palmeros verdaderamente geniales, sobre todo en Jerez de la Frontera.
El genio llega a un arte y ya nada es igual. Es lo que pasó con Chacón, Manuel Torres, la Niña de los Peines, Marchena y Caracol, por citar solo a algunos. En la guitarra, con Ramón Montoya, el Niño Ricardo o Sabicas, mucho antes de la revolución de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Y en el baile, con Carmen Amaya, Antonio Ruiz Soler, Antonio el Farruco, Mario Maya o Manuela Carrasco. Ya sé que ha habido muchos más, pero tampoco podemos hacer esto interminable. Así y todo, ya verán como los lectores empiezan a dar nombres y algunos nos sorprenderán, y ahí es adonde quiero llegar.
Se ha puesto de moda en el mundo flamenco llamar genio al que se muere joven, sobre todo si era algo excéntrico, anárquico, incomprendido o pasota. No concebimos a un genio de otra manera, alguien con un gran talento que lleve una vida normal. El genio tiene que ser un loco, un lunático, alguien proclive al abandono físico y alejado de los clichés sociales.
Cuando dentro de decenas de años los estudiosos del flamenco se metan en las hemerotecas para analizar esta época se encontrarán con tantos genios que se volverán locos. ¿Qué pasó en aquella época?, dirán algo sorprendidos los flamencólogos. Pues nada, que los genios son así de caprichos. Lo mismo se llevan siglos sin aparecer que aparecen muchos de golpe, que es lo que está ocurriendo desde hace unos años.
¿No son ya demasiados genios?