Las escuelas flamencas de Triana
Aunque se haya dicho y escrito muchas veces, las fiestas de los gitanos de la Cava Nueva de Triana, del XIX, no eran tan cerradas.
Aunque se haya dicho y escrito muchas veces, las fiestas de los gitanos de la Cava Nueva de Triana, del XIX, no eran tan cerradas. A veces entraban hasta los periodistas o viajeros románticos que venían desde países de Europa para ver el arte de los andaluces. Y entraban también los cantaores gachés, luego así se explica que haya tan poca diferencia entre los cantaores gitanos y los no gitanos, en los principios de este arte como espectáculo público. Les pongo un ejemplo claro.
En Sevilla, el cante se metió en las academias boleras de Miguel y Manuel de la Barrera y los primeros cantaores no eran gitanos. Me refiero a Lorente de Sevilla, Perea del Puerto, Sartorio de San Fernando, Juraco de Alcalá de Guadaíra y Silverio. ¿Dónde aprendieron a cantar? ¿Y dónde aprendieron los guitarristas, las bailaoras y los bailaores? A lo mejor no fue tan cerrado el mundo de los gitanos como aseguraron Fernando el de Triana o Ricardo Molina y Antonio Mairena. Entre otras razones porque en lo referente a Triana, este arrabal de Sevilla no tuvo grandes guetos. O sea, que los gitanos aparecen viviendo con los gachés en los mismos corrales y en las mismas calles: Puerto, Cava Nueva, Ardilla, Verbena, San Juan Evangelista, Febo, etc.
Los gitanos vivían perfectamente integrados en Triana, como ocurrió en Jerez, el Puerto de Santa María o Utrera. Cuando en alguno de aquellos corrales de vecinos había una fiesta de los gitanos no creo que se tuvieran que ir los gachés de sus propias accesorias, sino que eran espectadores y, en muchos casos, participantes de las fiestas. Un descendiente de Cagancho me comentó un día que por su casa de vecinos iban cantaores y guitarristas conocidos y que eran recibidos con agrado. Uno de ellos era Vallejo, que siempre llevó en su compañía a gitanos para que le tocaran las palmas y bailaran.
Un hijo de Manuel Cagancho, Antonio, declaró en Abc, el diario sevillano, que iban a su casa Chacón y Fuentes, el torero, y que actuaban todos para ellos. La de cosas que aprendería el joven Chacón en la Cava de los Gitanos. La de cantes por tonás que cogería el jerezano, seguramente escuchando a Juan el Pelao y a Curro Puya, el primero de la dinastía.
En Triana hubo una escuela gitana del cante jondo, como las hubo en Cádiz, Jerez, San Fernando, el Puerto o Utrera. Sin aquellas escuelas no existiría el flamenco. Esto es algo que hay que reconocer y que, de hecho, siempre se ha reconocido. Y también había otras escuelas, no gitanas, como la que hubo en Triana en aquella misma época. Sabido es que en lo que era la Cava Vieja, o de los Civiles, estaban los alfareros y allí se cantaba también muy bien un cante dulce, unas soleares que hoy se llaman del Zurraque o alfareras.
De esa parte era Ramón el Ollero, llamado también Ramoncillo de Triana. Y Garfias, creador de una soleá alfarera muy singular. En esa zona, por cierto, vivieron la Andonda y la Niña de los Peines, en concreto en la calle Castilla. Es decir, los intérpretes gitanos y los no gitanos, del cante, conviviendo, escuchándose unos a los otros y aprendiendo entre ellos.
Había dos escuelas claras, pero con el paso de los años se fueron fundiendo, algo que ocurrió también en el baile con la fusión de la escuela bolera y la gitana. En el cante aún hay notables diferencias entre una escuela y otra, pero en lo sustancial es el mismo cante con las características propias de los intérpretes gitanos y los no gitanos. Como fue siempre.