Honores a Don Antonio Chacón
Antonio Chacón García tenía 17 años cuando llegó a Sevilla la primera vez y con 18 ya aparecía empadronado en los aledaños de la Alameda de Hércules, donde vivían casi todas las figuras de la época.
Antonio Chacón García tenía 17 años cuando llegó a Sevilla la primera vez y con 18 ya aparecía empadronado en los aledaños de la Alameda de Hércules, donde vivían casi todas las figuras de la época. No se sabe con certeza si la familia se afincó en Sevilla porque el chaval necesitaba vivir en la cuna o una de las cunas del cante o porque tuvo que irse de Jerez para evitar las habladurías del vecindario, porque Chacón era hijo de dos personas casadas que vivieron una historia de amor clandestina. Lo cierto es que el nuevo astro del cante de la época, mediados los ochenta del XIX, vivía ya en la capital andaluza cuando el casco antiguo era un hervidero de artistas nativos o que habían llegado de ciudades como Málaga, Cádiz, Jerez, El Puerto, San Fernando, Huelva o Córdoba.
Había cafés como los de Silverio y El Burrero, los más importantes, pero además estaba El Filarmónico y a finales de siglo abrió el Salón Novedades, que vino a recoger el testigo de los locales citados y que fue conocido en todo el mundo, además de la plataforma de lanzamiento de las que serían grandes lumbreras del flamenco del nuevo siglo. Media historia del cante sevillano habría que documentarla solo en este célebre café de la Campana, que estuvo abierto durante un cuarto de siglo, desde 1898 hasta 1923.
Chacón fue un cantaor muy jerezano y gaditano, pero la influencia de la escuela sevillana fue fundamental, sobre todo la referencia de Silverio Franconetti, uno de sus mentores. Es muy importante la anécdota que contó Pepe el de la Matrona en sus memorias, que estando en una fiesta cantó unas seguiriyas de Silverio y todos se quedaron maravillados. Pepe, que era un joven curioso y muy aficionado, le preguntó a Chacón que si de verdad Silverio cantaba ese cante de esa manera. Y Chacón le respondió: “Mucho mejor que yo, Pepito”. Cómo no cantaría aquel Silverio, para que todo un Chacón dijera aquello.
Si sería importante don Antonio, como lo llamaba el pueblo para diferenciarlo de los demás, que noventa años después de su muerte, ocurrida el 21 de enero de 1929, seguimos hablando y escribiendo sobre él. Ya en su época, vivo y en activo, se escribía mucho sobre él en todos los periódicos de España y de fuera de nuestro país. Sin embargo, cuando murió fue cayendo en el olvido, algo muy normal en los astros del arte jondo. Cuando yo comenzaba a querer ser aficionado al cante, Chacón era casi un desconocido para los jóvenes. Enrique Morente por un lado y José Blas Vega por otro se encargaron de que su obra interesara tanto a artistas como a aficionados normales y corrientes.
Siempre estaremos en deuda con este genio, por sus aportaciones y lo que luchó para que el arte del cante jondo ocupara un puesto importante en la sociedad, nada fácil, de su época. Hoy se han cumplido noventa años de su muerte y, por fortuna, su escuela está más viva que nunca.