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El médico del cante jondo - Archivo Expoflamenco
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El médico del cante jondo

Ramón Rodríguez Vargas, cantaor conocido por Ramón el Ollero, destacó no solo por cantar muy bien las soleares alfareras, las seguiriyas o las malagueñas, sino por saber mucho sobre el cante jondo.


Ramón Rodríguez Vargas, cantaor conocido por Ramón de Triana o Ramón el Ollero, nacido en Triana en 1854 y fallecido en el Barrio de la Feria, en Sevilla, en 1905, destacó no solo por cantar muy bien las soleares alfareras, las seguiriyas o las malagueñas, sino por saber mucho sobre el cante jondo.

Sabemos que cuando Chacón llegó a Sevilla por primera vez, en 1885, siendo un chaval de solo 17 años, contactó con él para que le enseñara los viejos estilos trianeros, que luego, curiosamente, apenas cantaba. Ramón era una institución en el cante sevillano, una especie de profesor, partidario de las escuelas de cante cuando no las había, solo de baile y de guitarra. Aunque nació en Triana, se crió fuera del arrabal y midió su arte con otros célebres cantaores sevillanos como Antonio Silva El Portugués, Fernando el de Triana o Rafael Pareja, defensores también de la enseñanza del cante.

Los jóvenes cantaores iban a su casa de la calle Palomas, donde tuvo como vecinos al Cuervo Sanluqueño y Frijones de Jerez, para que le pusiera los cantes. Ramón enfermó de tuberculosis pulmonar, la enfermedad que se lo llevó a la tumba, y como no podía cantar ya en los cafés ni en las fiestas, tenía en su casa una especie de consulta médica para tratar a los nuevos cantaores.

Esto me lo contó el guitarrista macareno Antonio Peana, asegurándome que lo sabía porque se lo dijo en una ocasión el cantaor macareno José Rodríguez El Colorao, discípulo de Ramón. Llegaban los jóvenes cantaores a la consulta del viejo trianero, los escuchaba e iba anotando en una libreta los defectos y las virtudes de cada uno. Cuando los acababa de escuchar, les ponía un tratamiento y les pasaba la minuta.

En aquella época, hace más de un siglo, los cantaores y las cantaoras se esforzaban en conocer bien los cantes y recurrían para ello a los grandes maestros. Eran otros los modelos de aprendizaje, cuando ni siquiera existían los discos de pizarra. Fernando el de Triana tuvo una taberna en Camas, un pueblo cercano a Sevilla, La Sonanta, por la que pasaban los jóvenes cantaores de Sevilla y de fuera de la capital andaluza para que el viejo cantaor les pusiera algunas letras y los tonos de la guitarra. Así se ganaba a veces la vida, porque las pasó canutas cuando ya no tenía fuerza para cantar. Igual que Ramón el Ollero, Pepe Villalba o El Portugués, entre otros, que nunca fueron cantaores de teatro ni de compañías, sino de fiestas.

¿Tendría hoy éxito Fosforito, uno de los grandes maestros del cante, alejado ya de los escenarios, si pusiera en su casa una consulta de este tipo? No lo sabemos. Antonio Mairena me contó una mañana en su casa que él iba andando desde Mairena a Alcalá para que Joaquín el de la Paula le apuntara cómo era el cante de La Andonda o el de José el Pelao, entre otros. Tenía entonces Antonio solo 20 años, pero una ganas enormes de aprenderlo todo y no de los discos, sino de maestros que, como en el caso de Joaquín, ni siquiera grabaron. Juan Valderrama también me contó que cuando llegó a Madrid, muerto ya Chacón, se metía en los cuartos con Manolo Pavón o José Cepero para que le dijeran cómo hacía el genio jerezano los cantes de La Sarneta por soleá o el cambio seguiriyero de Curro Durse.

Antonio Mairena y Valderrama fueron dos grandes estudiosos del cante, los más grandes que he conocido, por eso llegaron a donde llegaron, cada uno con un estilo. No voy a caer en el error de decir que los jóvenes intérpretes de hoy no lo son, porque no se puede generalizar. Desde luego, han cambiado los modelos de aprendizaje, como han cambiado tantas cosas en este arte. A veces tengo la impresión de que muchos de ellos quieren aprender solo lo justo para ser profesionales y vivir del arte. Pero es solo una impresión, la de un aficionado que cuando quería ser cantaor buscaba a los mayores para que me enseñaran a conocer el viejo oficio del cante.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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