Creadores e intérpretes del cante
Me han reprochado algunos lectores que suelo hablar poco de cante en los artículos.
Me han reprochado algunos lectores que suelo hablar poco de cante en los artículos. No es cierto, es de la faceta que más escribo, quizá porque canto. Quise ser cantaor profesional y me apasiona hablar de cante en reuniones. Se referirán a que no entro mucho en esos debates que hay en Facebook sobre los estilos, las escuelas, las variantes de cada palo, sus creadores, etc. Lo hice mucho cuando dirigía y presentaba un programa de radio en Sevilla, porque ilustraba las opiniones con discos y los oyentes podían participar en directo y opinar también. Aquello era divertido, sí. Me gusta hablar de cante con un tocadiscos delante o con cantaores en una reunión.
Hay un tema sobre el que quiero mojarme hoy un poco para empezar la semana proponiendo elementos de debate, que son sanos. Me refiero a los estilos personales que se les atribuyen a unos y otros cantaores, sobre todo a los de hace un siglo, como si los actuales no crearan nada. Pongo un ejemplo. Joaquín el de la Paula (Alcalá de Guadaíra, 1875-1933), cantaor gitano, tiene una consideración de creador de soleares por parte de los críticos o analistas, que ni La Sarneta de Jerez. Y según su hijo, solo tenía un cante suyo, de los que se le atribuyen. Seguramente Juraco tuvo también uno o más, pero como no era gitano, aunque sí un cantaor, dicen, de la talla de Silverio y Curro Dulce, es como si no hubiera hecho nada. José Ordóñez, Juraco, era un cantaor alcalareño que cantaba a mediados del XIX en los salones de baile de Sevilla junto a Lorente, Silverio, Perea y Sartorio.
Nunca me he creído mucho que hubiera tantos genios creadores, compositores, en el XIX, y que hoy no los haya. Gitanos o no. Decimos seguiriyas de Paco la Luz, pero no tangos, alegrías, rondeñas o granaínas de Morente. ¿Cuánta música creó Juan el Lebrijano, por poner otro ejemplo de cantaor creativo y tremendamente personal? ¿Contamos las bulerías, tangos o cantiñas que hizo? Bueno, pues el creador era Popá Pinini, el abuelo de Fernanda, Bernarda y Miguel Funi. Su cantiña -preciosa y muy flamenca, por cierto-, es poco menos que una pieza de Mozart. ¿La creó de verdad Pinini o solo era un cante que se hacía en su familia, en Utrera o Lebrija, y que él cantaba con su sello?
Les aseguro una cosa. Dentro de un siglo, alguien dirá alegrías, tangos, soleares o cantiñas de El Pele. Cuando Frijones vivía nadie reconocía su capacidad creadora. Ahora, cuando murió, en 1917, si alguien hacía alguno sus cantes, siempre había alguien que decía: “¡Olé, el cante de Frijones!”. Y poco a poco, el cantaor jerezano que cantaba más en las comisarías que en los escenarios, se convirtió en el Schumann del cante. Sin embargo, la Niña de los Peines no creó nada, dicen. Todo lo que cantaba era de alguien: la petenera, de Medina; los tangos, de Triana; las seguiriyas, de Paco la Luz y el Ciego la Peña; los fandangos, de El Pinto; las soleares, de La Sarneta y La Gilica; y la bambera, del pueblo. Cómo no iba a crear nada una cantaora con sus facultades, sentido del compás y de la musicalidad, cuadratura, etc. Pues no, creadora era La Andonda, dicen.
De todo esto me gustaría hablar, más que escribir, pero en una buena tertulia radiofónica o de televisión. Incluso hacer una colección discográfica para poner un poco de orden en este caos de los creadores y los intérpretes. Eso sí, bajando a algunos de sus pedestales y subiendo a otros. Porque para decir lo de siempre, mejor dedicarse a jugar a la petanca, que ya va tocando.