Cantaores y cantaoras de época
¿Y esta época quién la va a marcar? ¿Fosforito, La Paquera, Lebrijano, Morente, Camarón, Menese…? Eso ya lo sabemos, gustos al margen. Lo que no sabemos es quién o quiénes, de los jóvenes de ahora, están capacitados para marcar una época.
Las grandes épocas del cante las han marcado siempre los grandes artistas. Esto puede parecer una perogrullada, pero hay quienes aún no lo tienen claro, de ahí este artículo. Un cantaor trasciende en el tiempo, o queda en la historia, por algo. Silverio sería un gran cantaor, pero seguro que los habría mejores que él. Sin embargo, pasó a la historia y decenas y decenas de cantaores de su tiempo no lo hicieron. En Silverio fue determinante no solo su calidad como cantaor, sino su faceta de empresario y hombre emprendedor.
El también cantaor Juan Junquera, de Jerez de la Frontera, se hizo también empresario siguiendo los pasos de Silverio, pero su nombre no ha trascendido con la misma fuerza. De hecho es un cantaor del que no se sabe nada ni en Jerez, donde nació. Han escrito de él y de su faceta de empresario de cafés, pero no saben quién era, si era de Santiago o de San Miguel, en qué año nació, por dónde se movió y hasta cuándo vivió.
Hace tiempo que averigüé quién fue Juan Junquera, aunque reservo estos datos para más adelante. Y su hermana Tomasa, cantaora y, como él, empresaria de cafés en Jerez. Toda una pionera: gitana, artista y empresaria, en el siglo XIX. Esto se le escapó a Demófilo, porque de haberlo sabido la hubiera criticado como hizo con Silverio por sacar el cante de la familia gitana y convertirlo en espectáculo público, lo cual no era cierto, porque el cante andaluz estaba en los teatros desde antes de nacer Silverio y los gitanos ya cobraban por actuar.
Tuvo que ser Juanelo de Jerez quien le dijo a Demófilo que no criticara a los hermanos Junquera, porque había parentesco familiar. Juanelo fue el asesor de Silverio en materia de gitanería, por si no lo saben. Y todos los palos se los llevó el pobre Silverio, quizá por apellidarse Franconetti y no Vargas o Salguero. El gaché de los pies grandes, como lo llamó aquella vieja gitana de Cádiz cuando no sabía qué pero ponerle, al escucharlo tras su regreso de América en 1864. No era María Borrico, como alguna vez se ha dicho, porque era de la edad de Silverio y aquello ocurrió cuando el cantaor sevillano tenía 33 años.
Desde Silverio hasta nuestros días ha habido muchos cantaores y muchas cantaoras de época: Chacón, Manuel Torres, la Niña de los Peines, Caracol, Vallejo, Mairena, Valderrama y un rosario interminable. ¿Y esta época quién la va a marcar? ¿Fosforito, La Paquera, Lebrijano, Morente, Camarón, Menese…? Eso ya lo sabemos, gustos al margen. Lo que no sabemos es quién o quienes, de los jóvenes o las jóvenes de ahora, están capacitados o capacitadas para marcar una época.
El tiempo lo dirá, aunque no veo a artistas de 30 a 40 años con las condiciones necesarias. Que canten muy bien, sí, pero que aporten y den señales de llegar a ser grandes, de época, no. Entiendo que cada vez sea más difícil ser original y crear cosas, pero es que hay demasiados imitadores entre la nueva hornada de fenómenos.
Hablando una noche con Juan Valderrama y Enrique Morente, en la casa del maestro de Granada, se planteó este asunto y los dos eran de la misma opinión: que solo quedaban en la historia del cante los que aportaban cosas nuevas o hacían algo extraordinario con el legado de los maestros anteriores. Y eso, claro, tendremos que esperar para verlo.