Artistas que cierran y abren etapas
Me encanta escuchar a Samuel Serrano, María Terrremoto, Pedro el Granaíno, Jesús Méndez, Antonio Reyes, Manuel de la Tomasa, Pepito el Boleco o Toñi Fernández, cómo evocan épocas pasadas y recuerdan el legado de los grandes fenómenos olvidados.
Lo decía el otro día el gran fotógrafo Pepe Lamarca en el Diario de Cádiz y estoy de acuerdo. Los jóvenes intérpretes del cante están volviendo a darle valor al cante más clásico y se están dejando de temitas pegadizos, quizá también porque muchos se editan sus propios discos y no tiene imposiciones de las grandes multinacionales. Me encanta escuchar a Samuel Serrano, María Terrremoto, Pedro el Granaíno, Jesús Méndez, Antonio Reyes, Manuel de la Tomasa, Pepito el Boleco o Toñi Fernández, cómo evocan épocas pasadas y recuerdan el legado de los grandes fenómenos olvidados.
Era algo que tenía que llegar, porque algunos abusaron demasiado del cante más comercial y chabacano, de esos tanguitos cameloncios, como solía llamarlos Emilio Jiménez Díaz cuando hablaba de flamenco en Radio Popular. Fue en los setenta y ochenta, una época buena, sin duda, pero en la que algunos pensaban más en vender discos que en cantar bien.
Lo he dicho en muchas ocasiones. Es perfectamente compatible seguir teniendo en cuenta el cante clásico y que quien esté capacitado haga algo nuevo, que por otra parte es lo que ha pasado toda la vida. Si hoy se hace la malagueña del Mellizo y es una pieza clásica, es porque el histórico cantaor gaditano era un artista creativo y logró crear una malagueña nueva, distinta a todas. Y esto mismo lo podríamos llevar a los terrenos del baile y de la guitarra.
Aunque no soy nada taurino desde hace años, alguna vez he hecho esta comparativa. El toreo actual se formó en una época determinada, en las dos primeras décadas del pasado siglo, y se ha ido enriqueciendo con una serie de toreros que han venido aportando detalles. Cuando vemos a un torero en el ruedo dando pases de pecho, naturales o trincherazos, está interpretando un toreo clásico y triunfa o no en la medida que sea capaz de transmitir haciendo eso con arte, sentimiento y maestría. No tiene que inventar nada cada vez que sale el ruedo, como no tiene que inventar el cantaor, la bailaora o el guitarrista.
Siempre va a gustarnos alguien que se suba a un escenario y cante una tanda de soleares clásicas, como cuando una orquesta sinfónica borda piezas de Mozart, Vivaldi o Manuel de Falla. El flamenco es la gran música clásica andaluza y ojalá no dejemos nunca de interpretar la gran cantidad de piezas musicales que nos legaron Montoya, Ricardo, Sabicas, Chacón, Manuel Torres, Marchena, Caracol o Mairena.
¿Estamos ante una nueva época de buen flamenco? No sé, tengo mis dudas, pero de lo que sí estoy seguro es que hay una nueva generación de jóvenes artistas con enorme futuro. Si comparamos esta época con toda la historia del flamenco, caeremos en el desánimo, como es lógico. Incluso si lo hacemos con la época del nacimiento de los festivales de verano, sesenta y setenta. A lo mejor es que no hay que comparar esta época con ninguna otra, sino pensar en que es lo que tenemos y que, como en todas, hay un poco de todo.
Me gusta que los jóvenes sigan mirando al pasado para refrescar estilos, escuelas y sonidos. Que sigan interpretando lo clásico. Y si luego sale un genio que lo revuelve todo, bienvenido sea. Un genio, no un cantamañanas sin abuela.