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Pepe y Fausto Olivares: pintando el pellizco

El 4º Festival Flamenco Ciudad de Jaén rinde homenaje el viernes 18 de noviembre a dos hermanos artistas que plasmaron en sus lienzos su pasión por lo jondo, retratando a ídolos como Bernarda y Fernanda, Mairena, Paco de Lucía o Camarón.


Cuando la afición flamenca se suma al talento artístico, el resultado suele ser digno de atención. Pero si, además, esa combinación se da por partida doble, las posibilidades de que se dé la magia crecen exponencialmente. Es el caso de José y Fausto Olivares, dos hermanos jienenses para los cuales el arte jondo ha sido una inagotable fuente de inspiración, y a los que ahora el 4º Festival Flamenco Ciudad de Jaén –con la organización de la Escuela de Arte Flamenco El Tabanco– va a rendir homenaje. La cita será en el teatro Darymelia este viernes, 18 de noviembre, a las 21.00 horas, y bajo el rubro A compás y a contratiempo. Pinceladas de gargantas reunirá a un interesante elenco encabezado por José Valencia y Javier Rivera al cante, Erica da Silva al baile y la interpretación de Mirella Rodríguez.

 

Con innumerables exposiciones en su haber, tanto en España como en el extranjero –sobre todo en Francia–, Fausto Olivares (1940-1995) se sintió atraído por igual hacia la pintura, el teatro y la música gitanoandaluza que le arrulló desde la primera infancia, y que nunca olvidaría a pesar de instalarse en tierras francesas. El academicismo inicial de sus cuadros va cediendo poco a poco a su deuda con las vanguardias, de la abstracción a cierto sutil surrealismo, sin renunciar en ningún caso a la figuración, y tarde o temprano su gusto por el cante, el toque y el baile cristalizará en la iconografía de sus lienzos.

 

Las figuras humanas, en muchos casos tocadas por un luminoso erotismo, adquieren a menudo una consistencia matérica, pasando de las formas vaporosas a las que adquieren la textura de la piedra, el cartón o la madera, algo así como Max Ernst castizo. Pero la carne, la piel tibia, emergen victoriosas para llenar de movimiento las escenas, como se evidencia en Niña con guitarra (1983) o El baile (1984).    

 

Esa mezcla de vida humana y superficie inerte está presente de un modo aún más explícito en la obra de su hermano José Olivares (1942-2022), que se decanta por el retrato realista combinado con el paisaje: no superpuesto, sino fundido, convertido en una unidad esencial y onírica. Su producción puede emparentarse muy bien con la de otros ilustres hermanos pintores, los sevillanos Benito y Máximo Moreno, igualmente afines al flamenco, y más lejanamente a la del maestro Francisco Moreno Galván.

 

 

«El flamenco, que ha sabido siempre honrar a sus mejores adeptos, recordará en Jaén a los hermanos Fausto y José Olivares, cabales aficionados y creadores de notabilísima técnica y sensibilidad»

 

 

Los rostros de Fernanda y Bernarda, Juan Talega, Antonio Mairena o Camarón forman parte de esa galería de leyendas que compendia las devociones del autor. Paisajes fieramente humanos que encierran el canto poético y el grito de denuncia, las dos caras del alma de la Andalucía profunda. El mundo campesino de su familia es, en la paleta de José, un espacio metafísico y un atajo para tocar el duende.

 

Lo mismo puede decirse de piezas como las dedicadas a Carmen Linares, Antonio Gades, Farruco o Paco de Lucía, en vilo entre el realismo y el guiño al mejor pop. Aunque quizá haya que dejar que lo explique el añorado maestro Fernando Quiñones, que prologó varios catálogos de este artista: “Su iconografía flamenca, de rostros generalmente insertos en transparencias de vagos paisajes y construcciones que transuntan el campo y la luz de la tierra, nace inflamada por su insobornable afición a la pureza del Arte Flamenco y por una ya larga en el suyo, en estos retratos de Pepe Olivares está de algún modo el cante, el flamenco mismo”.      

 

El flamenco, que ha sabido siempre honrar a sus mejores adeptos, recordará en Jaén a estos dos hermanos, cabales aficionados y creadores de notabilísima técnica y sensibilidad. De las muchas anécdotas que atesoran, me quedo con una que refleja muy bien cómo han vivido y entendido ellos lo jondo para acabar pintando el pellizco.

 

Con frecuencia se veían Fausto y José con el cantaor Pepe Polluelas en la Fuente la Peña y en los bares de Jaén, y le animaban a que rebuscara en su fardo de cantes, pero éste solo parecía saber echar mano de fandangos. “Pero bueno, Pepe, ¿no te acuerdas de nada más? ¿Solo vas a cantar fandangos? ¿Y los cantes del Piyayo? ¿Y la seguiriya de Manuel Torre?”. “Sí, creo que me acuerdo”, respondía el hombre con cierto embarazo, para volver a cantar acto seguido… por fandangos. “Pero si todos los cantes son bonitos, ¿no?”, apostillaba.

 

Imagen superior: foto antigua de los hermanos Olivares. De izqda a dcha, José, Fausto y Paco.

 

 

José Olivares. Pintura de Antonio Mairena. 1990.

 

Fausto Olivares. Pintura de Niña con guitarra, 1983.

 

José Olivares. Pintura de Fernanda de Utrera, 1990.

 

José Olivares. Pintura de Juan Talega, 1990.

 

José Olivares. Pintura de Bernarda de Utrera, 1990.

 

Fausto Olivares. ‘El baile’, óleo sobre cartulina, 1984.

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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