María Moreno o cómo bailar en el mercado en el que su abuela fue limpiadora
La bailaora gaditana María Moreno conecta con su memoria familiar y reinventa su ‘Verso libre’ en el Mercado de Abastos de su ciudad natal, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro.
Viene de desplegar su arte en escenarios de Japón, de Vietnam, de la Baja California. Pero bailar en su ciudad natal no se parece en nada a cualquier otra actuación, nacional o internacional. Esta vez, además, el escenario es también diferente a todos los demás. María Moreno (Cádiz, 1986) lleva varios días ultimando los preparativos de su última propuesta en el Mercado de Abastos, en las horas en que los puestos están cerrados y los suelos baldeados. Y recordando a su abuela, que pasó más de dos décadas trabajando en ese lugar.
La idea de reinventar su espectáculo Verso libre en el Mercado tiene como antecedente el nombramiento de Moreno como pregonera del día de Tosantos del año pasado, que como es sabido se celebra en Cádiz engalanando los mercados y disfrazando sus productos con los recursos más imaginativos e hilarantes. “Yo sabía que no iba a hacer un pregón de datos, sino algo más performático. Hasta que mi madre me recordó que mi abuela Esperanza había trabajado aquí durante 23 años como limpiadora. Me empezaron a contar historias de ella, como que su marido la abandonó con cinco hijos, entró en el Mercado como empleada y todo el mundo cuidaba de ella. Decía que cada día necesitaba un taxi a la hora de salir de aquí, porque en todos los puestos le regalaban alguna bolsa”.
Unos tíos de Moreno que custodiaban el archivo familiar sacaron a la luz fotografías, recortes de periódicos, hasta la placa que le entregaron a la abuela Esperanza cuando su jubiló. Hasta descubrió que una de sus tías había participado en un certamen de belleza que se organizaba en ese mismo espacio, y llegó a ser Miss Mercado. En su pregón, María Moreno evocó todas estas circunstancias para desarrollar un discurso en el que contaba a aquella abuela de la que tiene un recuerdo nítido, pero que apenas conoció –falleció cuando la bailaora tenía 5 años–, cómo era ahora el mercado y la vida gaditana a su alrededor, qué cosas habían cambiado y cuáles eran inmutables.
Así, cuando el Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) le propuso producir una propuesta escénica, María Moreno pensó en ligar su coreografía Verso libre con este ámbito tan vinculado a los suyos. “Estoy súper conectadísima con mis raíces, y he querido reflejar un aspecto del carácter de mi abuela, que era ese punto de humor natural, siendo al mismo tiempo una persona muy callada. Mi performance se mueve entre esos dos polos”, adelanta. “También he querido reflejar la libertad y la independencia que está consiguiendo la mujer en estos tiempos. Hace unos años en el Mercado solo podías atender un puesto, venir a comprar o ser limpiadora. Ahora vengo empoderada, liderando un equipo de un montón de gente y bailando lo que me dé la gana. Quiero demostrar que estamos rompiendo barreras, que mi poder es un reflejo de la sociedad de hoy”.
«María Moreno viene de desplegar su arte en escenarios de Japón, de Vietnam, de la Baja California. Pero bailar en su ciudad natal no se parece en nada a cualquier otra actuación, nacional o internacional. Esta vez, además, el escenario es también diferente a todos los demás»
Criada en un barrio de menor prestigio flamenco que los de La Viña o Santa María, pero del que han salido figuras como May Fernández, El Junco o su hermano Roberto Jaén, María Moreno empezó desde la más temprana infancia a dar muestras de un talento singular. “Mi familia era muy aficionada, todo el mundo canta y baila un poco, pero nadie se dedicó profesionalmente a esto. Mi madre ni siquiera me presionó para hacer carrera, todo vino de forma natural”, evoca.
Su gran despegue vino cuando se enroló con 17 años en la compañía de Eva La Yerbabuena, con la que giró por todo el mundo. Hasta que decidió fundar su propia compañía, destacando como una de esas creadoras que aúnan tradición y vanguardia de manera armónica y emocionante. “No puedo ser como una bailaora de hace cuarenta años, porque me he criado con otras herramientas. Intentarlo sería falsear la tradición”, declara la gaditana, que ha mostrado ya Verso libre en espacios tan diferentes como el Museo de Arte Contemporáneo de Valladolid o en un festival de fotografía de Gijón, y que ya está proyectando llevar el año que viene a Sevilla.
“En este nuevo trabajo, la vanguardia no viene tanto del baile como del uso de la tecnología, en colaboración con Silencio Sonoro. Los espectadores llevarán cascos y se moverán escuchándome hablar y cantar, entre otros sonidos. ¡Hasta Perrate me ha grabado un pregón que me encanta! Eso me permite hacer mi baile en un sitio poco convencional como este”.
“He trabajado con Rosa Romero, una gaditana que se dedica a las artes vivas, para mejorar mi dicción, porque aunque vengo del flamenco me gusta aprender de otros compañeros”, prosigue Moreno. “Todo acaba siendo una experiencia sonora y visual”. En cuanto al vestuario, uno de los detalles que la bailaora suele cuidar mucho en sus montajes, comenta que “he trabajado con una chica también de aquí que hace moda de reciclaje, y se ha valido de materiales que abundan por aquí, desde delantales a redes de pesca. No me parecía que tuviera sentido otra cosa, no me veía esta vez con un traje de Palomo Spain”.
La música y el paisaje sonoro corren a cargo de Raúl Cantizano –que lleva ya varios días ensayando con su delantal de carnicero, totalmente metido en el papel– y Eduardo Trassierra, con quien Moreno hará un zorongo, “recordando el que bailaba cuando era muy jovencita en un local cerca de aquí llamado La Cava. Y también bailaré por soleá, creo que ya tengo que bailarla hasta que la aborrezca”, bromea, en alusión a uno de los palos que más le ha celebrado el público, y al que dedicó incluso un espectáculo completo.
Imagen superior: foto de Susana Girón