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Lola Flores y los flamencos de Jerez, “mi tierra”

La Faraona se reencontró con su Jerez natal años antes de fallecer, más concretamente gracias a Diego Vargas y a la Peña Tío José de Paula.


El 21 de enero se cumplen cien años del nacimiento de Lola Flores, la que para muchos es la artista más importante de la historia de España o, al menos, la más popular en su género. Sin ánimo de entrar en valoraciones más o menos debatibles, es importante desempolvar esos capítulos sobre la vida de esa niña de la calle Sol, del barrio de San Miguel, que han quedado poco claros.

 

Aunque Lola nunca fue considerada como una cantaora flamenca como tal, sí que es cierto que su estética y sus códigos eran fruto de la crianza en un ambiente predominantemente gitano, marcada por unas formas características de las familias de su barrio. Por entonces jugaban por allí los niños de las sagas de los Rubichi, los Méndez, los Lara, los Agujetas, los Pastillas, los Carpio…, entre otras castas vigentes hoy día.

 

La Faraona construyó su carrera mirando siempre al exterior, a Sevilla en primer lugar para más tarde llegar a Madrid, norte de España, y, posteriormente, conquistar las Américas. El incesante ritmo de trabajo que mantuvo durante las más de cinco décadas en el candelero la alejó en parte (y lógicamente) de Jerez, aunque no del todo.

 

Todavía son muchos los que a través de redes sociales y aprovechando cualquier publicación en medios locales aseguran sin demasiado conocimiento que “Lola siempre renegó de Jerez”. Si comparamos su actitud con la tierra que la vio nacer un 21 de enero de 1923, con la que mostró Rocío Jurado con Chipiona, seguramente sí que Lola tendría las de perder.

 

No por ello puede asegurarse que Lola se olvidara de su gente. En primer lugar hay que subrayar las letras alusivas a Jerez en algunas canciones como Cuna Cañí, Torbellino de Colores o Mi Torre de San Miguel. Por otro lado, la Nochebuena en su casa de Madrid siempre estuvo marcada por los artistas flamencos que se hacían protagonistas ante la mirada de actores, deportistas y hasta la nobleza. Se podrían mencionar a otros nombres como Cristóbal El Jerezano, Luisa La Torrán o Manuel Morao, que estuvieron cerca de ella cuando daba sus primeros pasos.

 

 

Lola Flores, entre jerezanos con una botella de Tío Pepe.

 

 

Cuentan que La Paquera llegó una noche del 24 de diciembre en abrigo de visón con el pijama abajo puesto. Lola moría con esos golpes, con ese gracejo de aquella gente que compartieron las mismas fatigas en la infancia. Otro dato que reluce es el acompañamiento de jerezanos en el grupo artístico, con nombres como Paco Cepero, en la guitarra y composiciones, en una época determinada de Madrid de galas y televisiones, Diego y Enrique Pantoja, y, más tarde, Diego Vargas (o Diego de Jerez, como lo conocían).

 

 

«Si bien es cierto que el jerezano de a pie le hubiera gustado que los restos de Lola descansaran por siempre en el cementerio municipal de la Merced, nos quedamos con esa frase que dejó escrita en una bota de vino de González Byass el 27 de noviembre de 1953 y que decía “Jerezana siempre. Viva mi tierra”»

 

 

Diego Vargas fue fundamental para que Lola, años antes de morir, se rencontrara con su Jerez de forma determinante. Diego, que ha protagonizado una de nuestras entrevistas audiovisuales, fue uno de los que más conocieron a la Lola Flores persona, en la intimidad de la casa y la familia.

 

Poco a poco, la de la zarzamora fue confiándole a Diego secretos y hasta encargos profesionales. Dos de los proyectos últimos para la televisión que se llevaron a cabo a principio de los 90 fueron El Tablao de Lola, para Telecinco, y Coraje de Vivir, para Antena 3. El primero de ellos, en 1992, intentaba recrear el ambiente de un clásico tablao con actuaciones de la propia Lola e invitados. La Faraona, para esos programas, mandaba llamar a algunas de las gitanas de Jerez que no eran profesionales pero que, en momentos de fiesta en El Rocío o en esos ratitos en la Peña Tío José de Paula, había conocido y sucumbido por su arte.

 

Salvaora de Rebeco, Bastiana, La Martine, Tomasito… participaron durante varias sesiones gracias, como se apuntaba, a la intermediación de Diego. Él fue uno de los que la acercaron descubriéndole un Jerez que mantenía esa esencia natural que tanto admiró Lola. Venía a la Feria del Caballo, en el mes de mayo, y disfrutaba como una niña pequeña. La Peña Tío José la acogió con entusiasmo, pues era el lugar donde se reunían muchos gitanos del barrio de Santiago que por entonces era una candela encendida. Incluso recibió la Insignia de Oro de la entidad por parte del presidente de entonces, Manuel Flores, nacido en La Plazuela curiosamente. Ella, años más tarde, fue invitada para que le entregara otra insignia al torero Curro Romero.

 

Como dato curioso, Lola bautizó a Rocío, la hija de Diego Vargas, celebrando un magno festín en Jerez. Antonio El Pipa o Joaquín Grilo también estuvieron compartiendo escenario con Lola en algunos momentos en los que recitaba a ritmo de soleá.

 

En el Coraje de Vivir, 1994, la artista contó sus memorias y lógicamente dedicó buena parte a Jerez con localizaciones como la Ermita de San Telmo (cerca de la calle Sancho Vizcaíno, donde se crio), Iglesia de Santiago o su casa natal. Además incluyó a jerezanos en el homenaje que se le ofreció a modo de gala antes de fallecer con José Mercé, Moraíto, Fernando de la Morena, Tomasito, Bastiana, La Curra, La Churrita

 

Si bien es cierto que el jerezano de a pie le hubiera gustado que los restos de Lola descansaran por siempre en el cementerio municipal de la Merced, nos quedamos con esa frase que dejó escrita en una bota de vino de González Byass el 27 de noviembre de 1953 y que decía “Jerezana siempre. Viva mi tierra”.

 

Imagen superior: Lola Flores recibe la insignia de oro de Tío José de Paula – Imágenes expuestas en la Peña flamenca Tío José de Paula

 

 

Lola entrega a Curro Romero la insignia de la peña Tío José de Paula.

 

Lola Flores y Rocío Vargas, su ahijada jerezana.

 

Pintura obra de Lola Flores que está en la Peña Tío José de Paula.

 


Jerez, 1991. Flamenco y comunicación las 24 horas del día. Desde 2012 en prensa escrita, tertulias radiofónicas, programas de tv, presentación de festivales, revistas especializadas... En mi familia todos bailamos por bulerías, aunque yo soy el único periodista.

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