La Bienal de Sevilla acoge una muestra de la fotógrafa Colita
La sala Atín Aya del Edificio Turina reúne en ‘Archivo Colita’ piezas realizadas por la barcelonesa entre 1962 y 1983: las imágenes más conocidas y materiales inéditos. La exposición, comisariada por Francesc Polop y Julio Criado, permanecerá abierta al público hasta el 10 de noviembre.
La sala Atín Aya del Edificio Turina inauguró el viernes 9 de septiembre la exposición Archivo Colita, una muestra con más de un centenar de obras originales de la fotógrafa Isabel Steva Hernández, Colita, seleccionadas para la Bienal de Sevilla 2022 a partir de materiales procedentes de su archivo personal. “La Bienal aporta aire fresco, savia nueva y joven entremezclada con tradición y ortodoxia y se vive más allá del escenario, del teatro. En esta edición en la que la clásica fotografía que Colita hizo en el bar del Pinto con Antonio Mairena, con Tomás Torres, Chocolate y Pepe Pinto es la inspiración de nuestro cartel, no podíamos no contar con una retrospectiva de Colita”, dijo durante su intervención el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz.
“En Archivo Colita conviven trabajos inéditos o escasamente divulgados, y amplían el contexto de aquellas fotografías icónicas con las que la artista ha obtenido el reconocimiento de la crítica y la admiración del público”, comentaba durante la inauguración el director de la Bienal, Chema Blanco. La exposición se articula en una secuencia de orden cronológico estructurada en tres actos: Mundo gitano (1962-1963), Viaje a Andalucía (1969) y Ocaña por Colita (1977-1983).
Mundo gitano es el primer trabajo fotográfico que Colita aborda de manera profesional y data de los años 1962-1963. La artista recibió el encargo a través de su amigo y mentor Paco Rebés con el fin de localizar figurantes de etnia gitana para la película Los Tarantos (Francisco Rovira Beleta, 1963). El encargo condujo a Colita a adentrarse en los poblados gitanos de Montjuïc y Somorrostro, dos áreas bien diferenciadas de la geografía urbana de aquella Barcelona preolímpica. Somorrostro, situado junto al mar, contrasta con los escarpados desniveles de las callejuelas de la montaña de Montjuïc. Sus gentes comparten la misma forma de vida a pesar de la miseria que les rodea: la alegría, la fiesta, el baile y el cante se desbordan en cada rincón, a cada momento. Ya en este trabajo temprano, Colita logra una conexión directa y auténtica con los habitantes de aquellos poblados, que posan con total naturalidad para ella. Al realizar este trabajo, Colita se encuentra con algunos personajes que, con el paso de los años, serán reconocidos como grandes figuras del flamenco, es el caso de la bailaora La Singla o el cantaor José Menese. Capítulo aparte merecen las fotografías dedicadas a niños cuyas expresivas miradas y rostros son captados magistralmente por Colita en la cotidianeidad de sus juegos, en las fiestas flamencas, en las salidas a la ciudad. A pesar su juventud, Colita logra convertir este encargo en un afinado estudio gráfico que documenta la realidad de los poblados gitanos en los que de manera natural se gestaba el flamenco en la Barcelona de principios de los años sesenta.
La segunda sala, Viaje a Andalucía, está dedicada a un encargo que Colita recibe de la editora Esther Tusquets para la realización de un libro de la colección Palabra e imagen. Junto con José Manuel Caballero Bonald construirán una pieza hoy icónica: Luces y Sombras del Flamenco (Editorial Lumen, 1975). Ese viaje, realizado el año 1969, supondrá para Colita el descubrimiento de una tierra, de una cultura y la oportunidad de encontrarse de frente con importantes artistas flamencos de aquel periodo: El Chozas y La Piriñaca en Jerez; La Fernanda y La Bernarda en Utrera; El Chocolate o Antonio Mairena en Sevilla, por citar solo algunos. Fotografiados en su cotidianeidad, en sus barrios, casas y patios, los artistas se entregarán a su mirada, alejados de los tablaos y escenarios que tanto transitará Colita en las décadas siguientes. En este viaje, la autora vuelve a demostrar su talento innato para la fotografía y su don de gentes, logrando que los protagonistas se presenten ante la cámara con total complicidad, de manera natural y espontánea.
«La fotografía El Bar del Pinto, en la que Torres, Chocolate, Antonio Mairena y Pepe Pinto se nos presentan, tan naturales como compuestos, en la barra de un bar, desplegando un soberbio juego de miradas y gestos. En el carrete aparecen otras imágenes que documentan la llegada, el saludo y la entrada, casi un travelling a trompicones que nos da buena cuenta de cómo fueron aconteciendo las cosas aquel día»
A través de las fotografías expuestas, muchas de ellas bien conocidas en la publicación del año 1975 (editada y ampliada en el 2006 por la Fundación José Manuel Lara), se invita al visitante a descubrir el proceso de trabajo de Colita, ampliando en algunas ocasiones la secuencia que terminó en aquella foto que todos reconocemos. De los contactos y negativos perfectamente clasificados del Archivo Colita, se han seleccionado algunas fotografías que extienden el tiempo fotográfico más allá de lo que cuenta una sola imagen. Buen ejemplo de ello es la fotografía titulada El Bar del Pinto, en la que Torres, Chocolate, Antonio Mairena y Pepe Pinto se nos presentan, tan naturales como compuestos, en la barra de un bar, desplegando un soberbio juego de miradas y gestos. En el carrete en el que se registró ese momento aparecen otras imágenes que documentan la llegada, el saludo y la entrada, casi un travelling a trompicones que nos da buena cuenta de cómo fueron aconteciendo las cosas aquel día. Un momento este del bar del Pinto que, por cierto, ha servido de inspiración para la realización del cartel de la vigésimo segunda Bienal de Flamenco. La propia Colita dio la autorización a la Bienal para que pudiera hacer uso de su imagen y ella misma seleccionó, de entre una serie de mujeres fotógrafas andaluzas, a Antonia Moreno para que realizara la imagen del cartel, versionando la fotografía y desplazando a sus protagonistas, hombres cantaores, hegemónicos en el flamenco de la segunda mitad del siglo XX, por la notoriedad que hoy día ostenta el baile femenino gracias a figuras como Manuela Carrasco, Eva Yerbabuena, María Moreno y Patricia Guerrero.
El tercer acto está dedicado a José Pérez Ocaña, andaluz de Cantillana emigrado a Barcelona, con quien Colita tuvo una relación de complicidad y profunda amistad. Su fuerza y desparpajo cautivó a la fotógrafa, que entendió en el acto el poder transformador y transgresor del personaje. Colita le propone el mismo día de conocerlo acudir a su estudio para realizar una sesión donde el juego y el disfraz son las herramientas que les permitirán romper los arquetipos del imaginario popular andaluz y de la sociedad burguesa catalana.
Su amada Barcelona es el plató idóneo donde converge la obra de ambos. Ocaña en la Ramblas y Colita desde el Eixample desarrollan su vida y su trabajo de forma exhaustiva junto a los personajes que la habitan, unos del mundo underground y otros de la sociedad y la cultura catalana. La muestra no pretende explicar el personaje ni su obra, solamente deja constancia del encuentro de dos seres que hallaron un espacio para el juego, la ternura y la provocación. Es la pequeña historia de una amistad. Un homenaje de Colita al recuerdo de su amigo trágicamente desparecido.
En esta parte de la muestra conviven imágenes en color junto a otras en blanco y negro. Un material fotográfico producido en diferentes formatos y soportes se presentan junto a uno de los fondos que Colita utilizó en su estudio para retratar al artista andaluz. Cierra la exposición una pequeña acuarela que Ocaña regaló a Colita en el momento de conocerse.
Isabel Steva Hernández, Colita, recibió este año la Medalla de las Bellas Artes otorgada por el Ministerio de Cultura, no sin antes renunciar, en el año 2014, al Premio Nacional de fotografía por la situación que atravesaba la cultura en nuestro país. Con más de cuarenta libros y otras tantas exposiciones, su obra está presente, entre otros, en los fondos de la Filmoteca de Catalunya, el Museo Nacional de Arte de Cataluña o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.