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Flamenco y mujer en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

ExpoFlamenco visitó los Cursos de Verano en la sede universitaria de Carmona. La célebre bailaora Merche Esmeralda ofreció un jugoso relato de su experiencia vital y artística ante medio centenar de estudiantes.


Aportación y visibilidad de la mujer en el flamenco es solo una de las treinta y ocho ofertas formativas de la XVII edición de los Cursos de Verano de la Universidad Pablo de Olavide. Los cursos se imparten entre el 24 de junio y el 30 de agosto en su sede permanente de la localidad sevillana de Carmona, la bella Casa Palacio de los Briones. El curso que nos ocupa se celebra del 3 al 5 de julio y está dirigido por el periodista Ildefonso Vergara Camacho.

ExpoFlamenco asistió a la conferencia Ser flamenca y no morir en el intento, que resultó ser una entrevista en profundidad realizada por la investigadora Inmaculada Bustos a la célebre bailaora de flamenco Merche Esmeralda. Mercedes Rodríguez Gamero nació en Sevilla el 25 de junio de 1947. Posee los mayores reconocimientos que puede recibir un artista. Obtuvo el Premio Nacional de Baile en el Concurso de Córdoba de 1968. El Premio Compás del Cante en 2007. Y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2011.

Trabajo, elegancia y creatividad. Así es como la ha definido Ildefonso Vergara en su presentación. «Ella ha logrado su proyecto artístico a base de mucho trabajo y mucha creatividad. Merche Esmeralda es sinónimo de elegancia, la señora elegante del flamenco. Pero también ha sido creadora de una forma estética diferente en el baile».

La vida se lo puso difícil desde su nacimiento. «Mi madre tuvo ocho hijos antes de parirme a mí. Pero o bien sufría abortos o bien se le morían al nacer, o de chiquititos. Cuando se quedó en estado de mí, el médico le ordenó guardar cama durante los nueve meses de embarazo. No pudo darme el pecho, lo hizo un ama de cría que me contagió la tuberculosis. Estuve a punto de contraer una meningitis mortal a los ocho meses de edad. Así que la cosa empezó malamente».

 

Una madre omnipresente. Al haber pasado una infancia con tantos problemas de salud, «eso me llevó a tener a mi madre constantemente a mi lado, hasta que me casé». Merche recuerda a su madre con ternura y con cariño, aunque reconoce que la tuvo siempre muy atada en corto, hasta el día de su boda. «La única vez que me atreví a llevarle la contraria fue cuando le dije que quería ser artista. Me has dado el disgusto de mi vida, me dijo. Una de las condiciones que me puso fue que no se separaría de mi lado hasta el día en que contrajera matrimonio. Y vaya si lo cumplió».

Vocación de artista. «De chiquitita me gustaba cantar, y siempre he estado loca por el cante. Pero no tengo facultades para ser cantaora. Yo me crié en un ambiente donde se cantaba y bailaba en las fiestas, en los bautizos. Echo mucho de menos esas cruces de mayo de Sevilla, en las que nos llevábamos todo el mes bailando. Yo soy bailaora gracias a la madre de Malú, que con diez años, la misma edad que tenía yo, cantaba en el Teatro San Fernando que quitaba el sentío. La madre de esa niña convenció a la mía para que me apuntara a la academia de Adelita Domingo. Empecé cantando y, a los quince días, ya bailaba por soleá».

Esas y otras muchas vivencias narró Merche Esmeralda con gracia y grandes muestras de sabiduría. Con la humildad de quien no ve mérito alguno en las extraordinarias facultades «que Dios me ha dado. Yo solo he seguido mi camino, salvando las dificultades que la vida me ha ido poniendo».

 

 

 


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