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La reconversión de un bailaor flamenco por la Covid-19: «Ahora vendo zumos naturales»

Abel Harana, que ha formado parte del Ballet Flamenco de Andalucia y de las compañías de Cristina Hoyos o María Pagés, ha visto cómo este maldito virus ha desordenado su modo de vida. Ahora vende zumos naturales en una furgoneta ubicada en un centro comercial de Jerez. Y lo cuenta con un optimismo alentador.

bailaor Abel Harana

Abel Harana es de Sanlúcar de Barrameda y ha formado parte del cuerpo de baile del Ballet Flamenco de Andalucía durante varias temporadas. Ha compartido escenarios con primeras figuras de la danza flamenca como Cristina Hoyos o María Pagés. Se puede decir coloquialmente que siempre ha comido del arte desde que se marchó a Madrid a buscarse un hueco. A causa de la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia, ha tenido que dejar apartado los escenarios y emprender un negocio: un establecimiento de restauración móvil enfocado a los zumos. Por desgracia, su caso no es una excepción.

Son ya muchos los meses que han pasado desde la llegada de la pandemia y los escenarios dramáticos que surgían en los meses de abril o mayo han cambiado de tinte para los artistas flamencos. Si antes se mantenía una cierta esperanza de que en la época estival la carga vírica del coronavirus fuera en descenso y que los festivales veraniegos se pudieran celebrar, ahora es más que necesario realizar un análisis más amplio y desde una perspectiva más profunda viendo que la realidad, más que mejorar, ha empeorado.

 

«Siempre he tenido la intención de montar un negocio alejado del flamenco, algo de cocina, pero en esta realidad en la que me he visto obligado a acelerar los trámites por la situación»

 

Cierto es que en los meses de julio y agosto se han llevado a cabo galas flamencas que han servido para estimular a algunos de los nombres que suelen conformar habitualmente los carteles. A los que están en un nivel inferior al de las conocidas como primeras figuras, el teléfono no les ha sonado desde marzo, ni buenas previsiones parecen tener. Los tablaos cerrados, los vuelos suspendidos, las giras internacionales aplazadas, el miedo instalado en el espíritu del programador y del público, las esperanzas más negras que verdes…

Una semana después de que el Gobierno de España decretara el Estado de Alarma y el inesperado confinamiento, el bailaor sanluqueño Abel Harana (1981), que ha formado parte del Ballet Flamenco de Andalucía con Cristina Hoyos y de la compañía de Rafael de Córdoba o María Pagés, debía partir para Israel para protagonizar varias actuaciones e impartir una serie de cursos. Todo se vio truncado.

 

El bailaor Abel Harana, en su negocio móvil de zumos naturales en Jerez. Foto: Juan Garrido

 

Abel, que comenzó con el bailarín y coreógrafo José Antonio Benítez (de la compañía de Antonio Gades), continuó con Ana María López, y tomó como referentes a Joaquín Grilo, Manolo Marín o Antonio Canales. «Cuando llegó el confinamiento tuvimos que adaptarnos, porque eso de verte en un sofá a diario cuando normalmente haces deporte, vas de compras, ensayas, recoges a tu hijo del colegio o te preparas para ir a un tablao como El Arenal o La Casa del Flamenco… fue muy duro».

 

«Algunos compañeros han tenido que buscarse la vida en la albañilería, en la construcción, como decoradores o haciendo peinetas»

 

“Luego vinieron los aplazamientos de Grecia, Luxemburgo (que iba con El Quijote de Andrés Marín), a EE.UU. y una serie de fechas que tenía en España”, cuenta Abel, añadiendo que “nos decían que se dejarían para después del verano, pero luego te volvían a llamar para cancelarlas definitivamente”.

Viendo que el asunto no mejoraba, el bailaor no dudó en emprender un negocio y apostar por dar una vuelta de tuerca a la situación. Es entonces cuando decide pedir un préstamo bancario, pues “los ahorros no dan para tanto”, y hacerse con una furgoneta en la que poder hacer y vender zumos de la manera más natural. Una idea, dice, que ha surgido de sus tantos viajes a Japón o América. “Allí es muy habitual encontrarte estos establecimientos de restauración móvil por la calle”.

Afirma que “no se me caen los anillos, y esto realmente me está ayudando a reactivarme, ya que soy una persona inquieta que si no tengo la oportunidad de bailar necesito dedicar el tiempo a otras labores. Siempre he tenido la intención de montar un negocio alejado del flamenco, algo de cocina, pero en esta realidad en la que me he visto obligado a acelerar los trámites por la situación”, afirma.

Lo tiene situado en Jerez, ciudad en la que vive con su mujer, la también bailaora Patricia Ibáñez, en el Centro Comercial Luz Shopping y asegura que “aunque solo lleve unas semanas abierto la acogida ha sido muy buena”, asumiendo que “no hay la actividad comercial de años atrás”. La idea de Harana es volver en cuanto se pueda a los escenarios porque, además, “son muchos los que me han animado a que no deje el baile” (se emociona).

El caso de Abel no es el único, pues como según él mismo relata “algunos compañeros han tenido que buscarse la vida en la albañilería, en la construcción, como decoradores o haciendo peinetas”. Él, que un día cogió sus maletas, tras acabar los estudios de bachiller, para marcharse a Madrid para formar parte de cuadros del Corral de La Pacheca o el Corral de la Morería, ha visto cómo este maldito virus ha desordenado por completo su modo de vida. Eso sí, lo cuenta con un optimismo alentador.

 

El bailaor Abel Harana, en su negocio móvil de zumos naturales en Jerez. Foto: Juan Garrido

 


Jerez, 1991. Flamenco y comunicación las 24 horas del día. Desde 2012 en prensa escrita, tertulias radiofónicas, programas de tv, presentación de festivales, revistas especializadas... En mi familia todos bailamos por bulerías, aunque yo soy el único periodista.

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