Del fado al flamenco, y viceversa
'Tanto monta, monta tanto', el proyecto de hacer un espectáculo con cante flamenco y fado portugués impulsado por mi amigo Paco Carvajal, cobra vida con dos primeros espadas de cada género, Ricardo Ribeiro en el fado y Duquende en el cante.
Hace ahora tres años mi viejo amigo Paco Carvajal me contactó para saber si querría hacerme cargo de un proyecto que tenía en mente, hacer un espectáculo con cante flamenco y fado portugués. Yo, que soy gallego de Vigo, muy cercano al carácter lusitano, que aún recuerdo el cartel que lucía la parte portuguesa al cruzar la frontera del río Miño por el puente de Tuy –“Aquí acaba o mundo e comença Portugal”–, acepté en cuanto me sugirió que su intención era montar algo muy distinto a lo hecho hasta entonces, limitándose a poner a los flamencos a cantar fados, bailaores bailando fado, portugueses haciendo pinitos por tangos y otras linduras. También me animó, y mucho, cuando me dijo que para el proyecto contaba con dos primeros espadas de cada género, Ricardo Ribeiro en el fado y Duquende en el cante. Con tan solventes artistas el trabajo se facilitaba considerablemente. Quedamos emplazados para reunirnos en Lisboa y a las pocas semanas estábamos en la preciosa capital atlántica comenzando a esbozar el guion del espectáculo.
Eso fue hace ahora dos años y medio, pero entonces se abalanzó sobre todos nosotros la maldita pandemia. Pasado lo más crudo de esa pesadilla, y gracias al tesón de Paco buscando apoyo económico, por fin se va a hacer realidad el sueño de juntar a los flamencos con los portugueses. Así comenzó el camino de un espectáculo que ahora está punto de levantar el telón, y he querido compartir con los lectores de ExpoFlamenco por dónde circula la senda que estamos recorriendo.
La experiencia de montar una obra está resultando muy enriquecedora y fascinante. Mi mayor preocupación está siendo no caer en el tópico de repetir como digo lo ya recorrido por otros artistas, evitar en lo posible hacer el camino fácil. No se trata de forzar la maquinaria, más bien la clave está en experimentar con la música, fundir dos metales hermanos pero de estéticas muy diferentes, jugar con esas diferencias. Buscar esencias a través de moldear nuevos sonidos con la guitarra flamenca y la portuguesa, el nylon y el acero contrastan a la mil maravillas, los músicos de Ribeiro son unos fenómenos como lo es mi querido Javier Patino, con quien he compartido en tantas ocasiones.
«El fado es música sentimental. El flamenco nace entre soledades y alegrías, tocando todos los estados de ánimo. El fado tiene ecos de melancolía que lo definen, pero escuchándolo aparecen más elementos en común con el flamenco de lo que a primer oído se pueda apreciar»
El milagro se ha hecho realidad cuando, una vez pasado el calentamiento obligado comienza a surgir el arte, con naturalidad, sin aspavientos, fluyendo en las respectivas gargantas de los cantadores, en los dedos pisando los diapasones y pulsando y punteando las cuerdas, el violão que es como los portugueses llaman a la guitarra española, en el fado con cuerdas de acero, surge la música y se produce el milagro. Canta Ribeiro con su potente voz, templada y segura y enseguida se deja escuchar el quejío de Juan Cortés Santiago, Duquende, la dulzura tímbrica del fadista tundiéndose con la voz de estaño del cantaor, ese metal que le ha reservado un lugar de excepción entre los cantaores de las últimas décadas. Interviene con las letras adecuadas, en el momento preciso, inspirado por lo que escucha, dejándose llevar por el buen gusto que reside en su naturaleza jonda, marca de la casa. Un gustazo.
Ribeiro, gran aficionado al flamenco y profundo conocedor de todo el repertorio de fado, nos muestra los palos del género portugués buscando los puntos de encuentro que nos permiten fusionar las dos músicas y de nuevo aparece la magia, los ternarios del fado que se reinterpretan a doce por cantiñas o bulerías pa escuchar, los binarios por tangos y sus derivados, unos tonos de farruca por aquí, un rasgueo por tanguillos por allá, la guitarra portuguesa a modo de mandolina se hace andaluza y la sonanta a lo lusitano con toda la frescura posible, como si ambos géneros hubiesen nacido juntos, como hermanos de sangre que fueron separados al nacer. Aunque la sonoridad externa es bien diferente, la esencia común florece en cada compás. No en vano ambos géneros surgieron de las clases más desfavorecidas de la sociedad y crecieron en el ambiente de los cafés, entre alcohol, humo del tabaco y en la noche, de madrugada, sones para noctámbulos. El fado es música sentimental, el flamenco nace entre soledades y alegrías, tocando todos los estados de ánimo, el fado tiene ecos de melancolía que lo definen pero escuchándolo aparecen más elementos en común con el flamenco de lo que a primer oído se pueda apreciar.
La pasada semana se nos convocó para presentar el Festival de Beja, donde se estrenará el espectáculo que hemos titulado Tanto monta, monta tanto (Duquende como Ricardo, añado yo) a modo de declaración de principios en clave de igualdad. La reacción del público que asistió no pudo ser mejor, animándonos a todo el grupo a acometer la etapa final antes del estreno con confianza y sin los miedos que por principio siempre están ahí. Creo que vamos a lograr colmar con creces las expectativas y podremos montar un espectáculo que ponga el dedo en la llaga, haciendo realidad la idea de cómo un género como el flamenco se mimetiza con su homólogo ibérico con una soltura que para sí quisieran otros en apariencia más cercanos. Pero ahí está el talento de los artistas, luchando contra las apariencias, despojando de teorías repletas de prejuicios el devenir de dos músicas que por cercanía siempre han vivido separadas, dándose la espalda. El fado, que también ha sido tachado por los ignorantes, que de esos tenemos a porrillo a ambos lados de La Raya, de género protegido por la dictadura, hoy es adorado por los inteligentes, como el flamenco que, pese a los agoreros que se empeñan en redactar su epitafio está más vivo que nunca, y junto a su hermano portugués en nuestra obra cobra nuevos bríos y ojalá nos dé muchos momentos de felicidad, tantos como los que estamos viviendo los que nos hemos embarcado en esta nave de los sueños mientras los hacemos realidad.