El Gurú del Soniquete
Mi amigo le canta al amor, a la justicia, al dolor, a la mujer, a la alegría de vivir, a los niños, se ríe de sí mismo consciente de que estamos de paso, hace música para todos los públicos, jamás se pone pedante, está en las antípodas de la altanería.
Tengo un viejo amigo en Santiago de Jerez al que admiro desde mucho antes de conocerle. Trabajé varios años junto a un hermano suyo y en los camerinos de todos los teatros del mundo que tuve la suerte de visitar junto al gran Antonio Gades siempre le daba la tabarra con lo grande que me parecía aquel artista, hasta el punto de que un día cogió el teléfono y le llamó para preguntarle: ¿de verdad eres tan bueno? ¡Es que tengo aquí un compañero gallego que no veas la de flores que te echa el tío!
A mí su música me encandiló desde el primer disco. La originalidad de su melodía, la actualidad en el tratamiento del toque, no en vano es de vocación guitarrista, su talento innato para meter en música cualquier letra, la seriedad con la que afronta el hecho creativo aunque el resultado pueda parecer, a posta, inocente. Y el compás, ay, qué compás, precisamente el que llevó a Mario Pacheco a bautizarle como Gurú del Soniquete.
Un día por fin lo tuve delante y le pude rendir pleitesía, por mor de Javier Barón, cuando dirigí la música de aquel precioso espectáculo titulado Dime, con elenco de lujo. Allí estaba mi ídolo, como quien no quiere la cosa, junto a su compadre Manuel Soler, otro de mis adorados, y el gran Juan José Amador. Me acerqué a él y le dije: yo soy el pesao de la compañía de Gades que está siempre hablando de ti a tu hermano. ¡Coño, el gallego! Me dio un abrazo y desde entonces somos buenos amigos. Hemos vuelto a trabajar juntos, hemos dado conferencias, le he entrevistado, he escrito los textos en sus discos, una vez escribí un padrenuestro donde, con todo el respeto y su pizca de ironía, adapté la oración a su persona. Y recuerdo que me decía riéndose: ¡profe! (así me llama él), ¡gusta más el padrenuestro que el disco! Jajajaja.
Como compositor pocos pueden presumir de ser autores de una obra tan sólida. Un repertorio de una variedad estilística envidiable. Normalmente a un autor se le identifica por un estilo concreto, en el entramado melódico/armónico podemos identificarlo fácilmente. Cuántos hay que han hecho una canción cien veces, con distinta letra pero la misma canción, podría decir unos cuantos. Me mojo, ahí van dos: Alejandro Sanz y Manolo García. En el caso de mi admirado amigo, si repasamos su obra solo veremos creatividad a raudales, sello de la casa, sí, pero variedad y calidad, originalidad, inspiración, talento natural de quién está tocado por el dedo De Dios, de ahí el Paternoster.
«Me acerqué a él y le dije: yo soy el pesao de la compañía de Gades que está siempre hablando de ti a tu hermano. ¡Coño, el gallego! Me dio un abrazo y desde entonces somos buenos amigos»
No siempre ha gozado del gusto del público. Es, lo que suele llamarse, un artista de artistas. Además, él mismo lo canta en una de sus últimas canciones: Unos dicen que si soy mu malo, otros que si soy mu güeno, unos que si soy gitano, otros que si no soy gitano. Y en ese brete le han puesto siempre. Tiene admiradores, como mi menda, a porrillo, pero, como flamenco de ley que es, le sobran detractores. En general, aunque con la boca pequeña, siempre hay algún gracioso que lo tacha de ligero, superficial, poco jondo, es decir, que siempre hay quien clama a voces: ¡no tengo ni idea de música y menos aún de flamenco! Porque mi querido y admirado amigo nunca falla. Cuando me canta sus nuevas canciones siempre me digo: ¿de dónde saca la inspiración este hombre? ¿Cómo se puede ser tan creativo? Me sorprende además su humildad, hasta el punto de pedir opinión sobre un acorde, un giro melódico, un cierre. Escucho un disco suyo y, cosa rara en mí, me gustan todas las canciones. Porque sabe explorar cada recoveco de su flamencura innata, porque conoce al dedillo cada rincón de su talento, porque puede estar días y más días rebuscándose en el corazón hasta acertar en la búsqueda de su personal fantasía, porque quiere dar siempre lo mejor de su arte, sin escatimar esfuerzos, porque sabe que el largo y tortuoso camino de la creación musical no está hecho para flojos de espíritu sino para corazones de león.
Le canta al amor, a la justicia, al dolor, a la mujer, a la alegría de vivir, a los niños, se ríe de sí mismo consciente de que estamos de paso, hace música para todos los públicos, jamás se pone pedante, está en las antípodas de la altanería, siempre respetando, el respeto y saber estar que te otorga supongo el haber acompañado Anica la Piriñaca, a Fernando Terremoto, Borrico o al mismísimo Sernita.
Un día de verano me invitó al Alcázar de Jerez a la presentación del que entonces era su último disco. En los camerinos, tomando el divino fino de Asta Regia, me dice: profe mío, ¿por qué no dices unas palabras? Subí al escenario y, después de una breve introducción, tras pedir disculpas por la ausencia de dos figuras que se habían comprometido a acompañarle en un día tan señalado pero finalmente no asistieron, ante mil personas cual sacerdote en misa multitudinaria levanté los brazos al cielo y dije:
Como lo yo que tengo por este hombre es devoción, ¡oremos!
Tato Diego que estás en Santiago,
qué flamenco suena tu nombre,
venga a nosotros tu arte.
Haz siempre tu voluntad
así en la fiesta como en las tablas.
El compás nuestro de cada día
dánosle hoy.
Perdona a los que no saben
así como nosotros perdonamos a los malage.
No dejes de llevarnos a la tentación
mas líbranos del mal.
¡Ea!
Imagen superior: Diego Carrasco y Faustino Núñez, durante la grabación de la serie ‘Flamenco para tus ojos’. Madrid, 2012.
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