Carles Benavent y el pulgar de Paco
El bajo de Carles Benavent ha sido la mejor aportación que han hecho los músicos que se han acercado al flamenco desde otros géneros, junto a la percusión de Rubem Dantas y el saxo-flauta de Jorge Pardo, el tercero en la concordia flamenca del lucianismo.
Hace tiempo que quiero escribir aquí sobre uno de mis ídolos. Desde muy chaval, en el Madrid de los años setenta, llegó a mis oídos el sonido de un bajista excepcional. Siempre me gustó el bajo sin trastes, pariente del violonchelo que, aunque nunca lo llegué a dominar, amé y amo más que a ningún otro instrumento. Por entonces, aquel bajo, acompañado de la guitarra de Max Suñé y la batería de Salvador Niebla, formaba un trío que, cuando visitaron el Johnny (Colegio Mayor San Juan Evangelista), creo que en 1980, fui el primero en la cola de entrada. Me gustó tanto el concierto que semanas después, en la sala Satchmo de Vigo volví a escucharlos. Confieso que sobre todo me impactaba el bajista, se trataba de Carles Benavent.
En 1982 me fui a Viena intentando recuperar el tiempo perdido en la mili, y cuál fue mi sorpresa que, cuando entré en el Stadthalle, el palacio de los deportes de la capital austriaca, para ver y escuchar al Paco de Lucía Sextet, donde tocaba un viejo conocido mío en mis años de la madrileña calle Orense, Rubem Dantas (también mi hermano Mauricio Sotelo andaba por allí), vi que el bajista era el gran Carlos. El punch de aquella banda, que parecía un grupo de rock&roll, se debía, por supuesto a la pulsación extraterrestre de la sonanta del Gran Jefe Paco, también a la fuerza que transmitía la percusión de Rubem con su cajón, recién incorporado al flamenco, y el bajo de Benavent.
Por entonces, para ganarme la vida en la muy cara ciudad de Viena, tocaba el bajo, sin trastes, en un Trío que comandaba el dominicano Héctor Café con el percusionista norteamericano Kevin Lambert, que tenía el original nombre de Café (el negro Héctor) con Leche (el muy blanco Kevin). Yo tocaba con púa queriendo imitar seguramente a mi ídolo Benavent. Fue ya entonces cuando comprendí cuál era el secreto del mencionado punch del Sextet: Carlos tocaba con púa, pudiendo recrear así el poderosísimo pulgar de Paco, las alzapúas y el toque a cuerda pelá propios de la guitarra flamenca, que en la mano derecha del genio de Algeciras era como un cuerpo de baile zapateando al unísono.
«Paco de Lucía encontró en Carles Benavent el aliado perfecto para lograr aquel sonido de concierto con el que alcanzar auditorios de cuatro mil personas, el sonido que te removía el estómago como si estuvieses escuchando a Led Zeppelin»
Por eso, cuando Paco deshizo el Sextet original y formó el grupo de jóvenes que le acompañaron hasta su partida en febrero de 2014, el bajo que sustituyó a Benavent fue el cubano Alain Pérez, un genial músico cuya incorporación aportó mucho valor al grupo aunque, y para mí ahí estaba el gran cambio, no pulsaba las cuerdas con púa sino con los dedos. Adiós a la alzapúa y a la cuerda pelá, adiós al percutivo toque de Benavent. Sin desmerecer en absoluto el sonido de Alain, un musicazo como la copa de un pino, el bajo de Benavent ha sido, y es, en mi opinión, la mejor aportación que han hecho los músicos que se han acercado al flamenco desde otros géneros, junto a la percusión de Rubem y, por supuesto, el saxo-flauta de Jorge Pardo, el tercero en la concordia flamenca del lucianismo, a quienes, tras este primero dedicado a Benavent, dedicaré sendos artículos para ExpoFlamenco.
Paco de Lucía, después de aquel bajo con el que iniciaba Entre dos aguas, que tocaba Eduardo Gracia, y que todos sus seguidores aprendimos a tocar desde el minuto uno, 1973, siempre prestó atención al instrumento que cubría el plano más grave de su revolucionario sonido. En el fabuloso disco Paco de Lucía interpreta Manuel de Falla, Álvaro Yébenes, ex-Canarios y ex-Alcatraz, se hizo cargo del bajo en la grabación. También Pepe Pereira tocó bajo en la famosa gira en Perú donde incorporó el cajón al flamenco.
Me cuenta Rubem que cuando la mili llamó a filas al bajista, Paco de Lucía tuvo que reemplazarlo, y el maestro brasileño le recomendó a Benavent y Paco le dijo: «Me vas a buscar la ruina, ¡tú de Brasil, Jorge de Madrid y ahora un catalán!». Jajaja. La verdad que el acierto fue absoluto. Todo cambió para el flamenco con la incorporación de Carles, la compenetración con el algecireño fue total, no hay más que ver algún vídeo y observar las caras de satisfacción de ambos cuando tocan juntos. El disfrute es evidente, sin duda Paco encontró en Benavent el aliado perfecto para lograr aquel sonido de concierto con el que alcanzar auditorios de cuatro mil personas, el sonido que te removía el estómago como si estuvieses escuchando a Led Zeppelin, el sueño no revelado que yo sepa de llegar a los auditorios del rock, más allá del la guitarra flamenca de concierto conocida hasta entonces que, por su morfología y funcionalidad, estaba destinada a ofrecer recitales en los teatros con una amplificación moderada o directamente sin ella. Pero aquello no era suficiente para Paco, necesitaba pegar y, con ayuda de Benavent, y de Rubem y Jorge, por supuesto de sus hermanos Ramón y Pepe, y también del gran Manolito Soler, logró hacer realidad aquel sueño.
«Olvidarse de la importancia del bajo es un grave error. Y lo que es más importante, del bajo tocado con púa, el apoyo imprescindible del pulgar del guitarrista flamenco cuando quiere llegar al gran público»
Desde entonces, nada fue igual en el flamenco. Todo cambió para siempre. Todos querían lograr aquel sonido. Pero Paco supo mejor que nadie formar aquella banda equilibrada como ninguna anterior, cubriendo los planos sonoros con inteligencia creadora, la que solo logran fraguar los genios.
Cuando desembarcó el cajón, muchos flamencos lo incorporaron a sus bandas. Enseguida se convirtió en el aliado preferido del baile, logrando incluso que un intérprete mediocre parezca que baila bien. Pero se olvidaron de lo esencial: la mayoría dejaron fuera al aliado yo diría que imprescindible del percusionista flamenco, el bajista. Los planos que cubre el cajón necesitan ser apoyados en el registro grave por el bajo, y sin bajo el cajón suena en muchas ocasiones estridente, o bien no pega ni con cola. Olvidarse de la importancia del bajo es un grave error. Y lo que es más importante, del bajo tocado con púa, el apoyo imprescindible del pulgar del guitarrista flamenco cuando quiere llegar al gran público, cuando quiere hacerlo vibrar en el aquelarre de música contemporánea que lograron esa banda de los Siete Magníficos. Y el papel desempeñado por Carles Benavent es crucial en toda esta historia.
En la próxima entrega hablaré sobre las aportaciones del soplador mayor del reino flamenco, su majestad Jorge Pardo. Otro que tal.
Ramón Soler 24 noviembre, 2021
Faustino, lo has clavao.
Al que está considerado mejor bajista del rock, Toni Levin (King Crimson), que por cierto aparece en el mítico disco de Joe Beck y Sabicas «Rock Encounter», le leí en una entrevista que uno de los bajistas de todo el mundo a quien más admiraba era… Carles Benavent.
Aquí está:
https://www.rock-progresivo.com/entrevista-a-tony-levin/2018/02/
Un abrazo
Faustino 24 noviembre, 2021
Y lo algo parecido decía de él el gran Stanley Clarck y Jaco Pastorius. Conozco el comentario de Toni Levin, lo sigo también desde la época de King Crimson y con Peter Gabriel lo he visto varias veces. Otro fenómeno. Como Chris Squire o Mike Rutherford y, por supuesto McCartney.