Vicente Escudero, más allá del decálogo
El Espacio Santa Clara de Sevilla reúne medio millar de piezas sobre el universo del vallisoletano, un creador total que bebió de las vanguardias para alumbrar el camino a varias generaciones de bailaores.
Fue el gaditano Julio Diamante, cineasta, melómano y gran aficionado, quien filmó en 1968 a Vicente Escudero para su documental homónimo. Se trata, probablemente, del primer retrato completo que el cine dedicaba a una gran figura de la danza flamenca. Julio puso al maestro a bailar junto a un molino de La Mancha en movimiento. Don Vicente era ya un anciano, sus huesos habían recorrido el mundo y habían crujido sobre innumerables escenarios, pero mantenía esa apostura que es patrimonio de los bailaores veteranos. En la cinta, como no podía ser menos, ilustraba él mismo su famoso decálogo, aquella formidable invención de un canon: “A los diez puntos de mi decálogo tiene irremediablemente que ajustarse todo aquél que quiera bailar con pureza. Primer punto, bailar en hombre…”.
Ahora, tras pasar por el Museo Patio Herreriano de Valladolid y el Centro Federico García Lorca de Granada, llega a Sevilla la exposición Coreografía. Bailes y Danzas de Vicente Escudero, comisariada por Pedro G. Romero, y que permanecerá en el Espacio Santa Clara hasta el 14 de enero de 2024. Se trata de una colección de más de medio millar de piezas, entre pinturas, dibujos, fotografías, objetos, vestuario, películas, documentos y carteles de época. Una inmersión en toda regla en el universo de aquel creador total, hijo de un zapatero, que creció ensayando pasos sobre las alcantarillas de su vallisoletano barrio de San Juan, y que pasaría por el Sacromonte granadino y por los cafés de Madrid antes de proyectarse al mundo.
Una de las características de Escudero que la exposición pone de relieve es su radical modernidad. Su desembarco triunfal en el Olympia de París en 1922 le abrió las puertas de las vanguardias, se hizo pintor en Montmartre y tertuliano en los cafés de la capital francesa junto a Metzinger, Leger, Gris y otros artistas inclinados hacia el cubismo. Regentó el Teatro Curva, acaso demasiado atrevido para el gusto del gran público, y frecuentó a poetas como André Breton, Louis Aragon y Paul Éluard, al cineasta Luis Buñuel, al polifacético Marcel Duchamp, al fotógrafo Man Ray, que lo retrató en una instantánea memorable que forma parte de la colección del Museo Reina Sofía. Y todo ello desde una absoluta consciencia de lo que se traía entre manos, de lo avanzado y atrevido de sus propuestas, como pone de manifiesto su famosa, irrefutable sentencia: “Cuando la Argentina estaba en Zuloaga, yo andaba ya en Picasso”. El mismo Picasso, dicho sea de paso, ante el que se negó a bailar porque le sugirió que no quería pagarle.
«Tras pasar por el Museo Patio Herreriano de Valladolid y el Centro Federico García Lorca de Granada, llega a Sevilla la exposición ‘Coreografía. Bailes y Danzas de Vicente Escudero’, comisariada por Pedro G. Romero, y que permanecerá en el Espacio Santa Clara hasta el 14 de enero de 2024»
Dividida en cinco bloques –Lo nuevo y lo viejo, El amor bujo, el Molinero, Los bailes primitivos flamencos, La seguiriya, Decálogo y Flamenco de Castilla–, la muestra recorre naturalmente otros aspectos de su trayectoria, incluyendo aquella feliz colaboración con Antonia Mercé y Manuel de Falla. Pero, como apunta el propio Pedro G. Romero, “sus experiencias extremas, como el baile con motores en el París de los años veinte o el hecho de que bailase el silencio en Nueva York casi veinte años antes que Merce Cunningham, no deben hacernos olvidar que fue un adelantado en subir los brazos por farrucas y alegrías o el primero en bailar la seguiriya”.
Precisamente por seguiriya terminaba el documental de Julio Diamante, acompañado por el cantaor Rafael Romero y Perico el del Lunar hijo. Escudero también había trabajado antes para la cámara de don José Val del Omar, otro gran vanguardista y rompedor de esquemas, en Fuego en Castilla, y con Mario Camus en Con el viento solano. Y hablando de cámaras, no se pueden ignorar los maravillosos retratos que Colita hizo a Escudero y Antonio Gades, quien contaba que Pilar López siempre le decía: “Es usted igual que Vicente Escudero de joven, incluso físicamente”. Y lo mismo le decía Mariemma. Hasta que un día Escudero lo vio bailar. Gades sabía que el vallisoletano no hablaba bien de nadie, por lo que se sorprendió del cariño con que éste lo recibió. Cuando Gades se marchó a vivir a París, descubrió que vivía en el mismo apartamento donde Escudero había vivido durante casi dos décadas, en el número 36 de la rue Boulanger.
La estela seguía su camino…
Imagen superior: presentación de la exposición en Espacio Santa Clara. Foto: ICAS