Envidia cochina
No me dediqué a la crítica para decir chapó a todo, sino para intentar que las cosas del flamenco se hicieran cada día mejor. Algo creo que he aportado, ¿no? Si recibo un premio no creo que sea por lamerle el culo a nadie.
Soy uno de los críticos más laureados de la historia del flamenco y no creo que tenga que pedir perdón por ello. Pues parece que sí. El último premio que me han dado ha sido en La Unión, el de Investigación Pencho Cros. Precisamente he sido muy crítico siempre con este festival, como con todos, porque me dedico a eso. No me dediqué a la crítica para decir chapó a todo, sino para intentar que las cosas del flamenco se hicieran cada día mejor. Algo creo que he aportado, ¿no? Si recibo un premio no creo que sea por lamerle el culo a nadie.
Más de cuarenta años de crítico de flamenco y nadie me puede poner la cara colorada, públicamente, por corrupción, por trincar dinero de los artistas o las instituciones. Por venderme, en definitiva, al poder flamenco o de la cultura en general. Si alguien puede probar lo contrario, que lo diga y mañana mismo dejaría de escribir. Existe la envidia cochina, siempre existió en esta España cainista que va camino del precipicio, de un nuevo enfrentamiento civil entre españoles, porque hay quienes tienen interés en que nos dividamos y odiemos.
«Más de cuarenta años de crítico de flamenco y nadie me puede poner la cara colorada, públicamente, por corrupción, por trincar dinero de los artistas o las instituciones. Por venderme, en definitiva, al poder flamenco o la cultura en general»
Tendré que optar por no aceptar premios por mi trabajo, si esto supone un mal trago para quienes babean de envidia. En los últimos tres años he logrado que sean reconocidos dos queridos compañeros con el Premio Internacional de la EFA (Escuela de Flamenco de Andalucía): el ya desaparecido investigador portuense Luis Suárez Ávila y el veterano crítico astigitano Manuel Martín Martín. Ambos han sido premiados a propuesta mía y no me importa que se sepa. Para mí es una enorme satisfacción poder luchar para que se reconozca el trabajo de los compañeros de la crítica y la investigación.
Si no hubiera propuesto a Luis Suárez para el premio citado se habría ido sin ningún reconocimiento importante. Le dolía, por ejemplo, que la Cátedra de Flamencología de Jerez lo hubiera ignorado siempre. Cuando fue a recoger el premio de la EFA a Sanlúcar, con su familia, me dijo: “Te lo agradeceré mientras viva”. El agradecido era yo, por su descomunal trabajo en favor del flamenco. Jamás he sentido envidia por los premios dados a los demás y menos si son a amigos o maestros admirados. No sé lo que es la envidia porque no me eduqué en el lujo.
Nunca he pedido un premio, ni públicamente ni de forma privada. Y se hace, no lo duden. Y se piden a veces a cambio de favores en el periódico, la radio o la televisión. Lo sé perfectamente y podría poner ejemplos con nombres y apellidos. Allá cada uno con su forma de entender este trabajo y su vanidad. ¿Saben cuál es el mejor premio para un periodista? Llevar más de cuarenta años en la profesión, trabajo remunerado y miles de lectores en todo el mundo. Es mi caso, sin ir más lejos. Entiendo que esto produzca envidia cochina.