Triana, entre la añoranza y el olvido
En Triana tendrían que empezar por encargar un trabajo de investigación serio sobre la historia del flamenco en el barrio. Que un equipo empiece ya a trabajar pero con un presupuesto aportado por el Ayuntamiento o la Junta de Andalucía.
El pasado sábado estuve por Triana con motivo de su célebre Velá y me perdí por sus angostas calles que tanto me gustan. Me acordé de una noche en la que el gran bailaor Manuel Corrales González El Mimbre, el hermano de Matilde Coral, me dijo en la Taberna El Altozano que jamás sería un trianero fetén. No se lo rebatí aunque me dolió aquello porque yo tenía solo 13 años cuando ya trabajaba en Triana y desde entonces hasta la actualidad no he dejado de estar vinculado al barrio, casado en la Capilla de los Marineros en 1986, sede de la Esperanza de Triana, y residente allí durante ocho años. Pero no se es trianero por casarse en el arrabal o vivir en alguna de sus calles durante años, sino porque uno quiere serlo y cuando entro en Triana me siento de ese barrio.
Cuando empecé a frecuentarlo, a partir de 1970, todavía olía a flamenco por todas partes y tuve la suerte de alcanzar a muchos artistas que ya no existen. De estar muchas veces en El Morapio, por ejemplo, y de charlar con flamencos viejos que añoraban ya entonces a la Triana más genuina. No hace muchos días tuve un pequeño debate con una buena aficionada afincada en el barrio, creo que en la calle Pureza, y se lamentaba de que Triana no tuviera un museo o un centro de documentación del flamenco, entre otras cosas ajenas a nuestro arte. Responsabilizaba de ello a los políticos, pero los responsables son los mismos trianeros, y me explico.
Triana es fundamental en la historia del flamenco por los artistas que ha dado y, sobre todo, por los estilos de seguiriyas, soleares, tonás, tangos, romances y bulerías, principalmente. Hay una escuela de cante y baile en Triana, eso es innegable, pero el arrabal no ha dado historiadores flamencos de altura que hayan sido capaces de dar a conocer su importancia, como los ha habido en Cádiz, Jerez, Córdoba, Málaga o Huelva.
Tampoco les han dado importancia a los que, siendo de fuera del barrio, como es mi caso, nos hemos preocupado de investigar. Yo mismo llevo dos décadas investigando en Triana y solo he recibido críticas. Hace años que no hablo de flamenco en Triana, con la de cosas que tengo que decir sobre sus artistas del XIX. Y que desmentir, que eso les gusta poco a los trianeros porque prefieren vivir en la creencia de que todo empezó allí y que los más grandes de la historia eran todos trianeros, que no es verdad.
En Triana tendrían que empezar por encargar un trabajo de investigación serio sobre la historia del flamenco en el barrio. Que un equipo empiece ya a trabajar pero con un presupuesto aportado por el Ayuntamiento o la Junta de Andalucía. Me ofrezco a encabezar ese equipo, aunque disponga de poco tiempo por mis múltiples ocupaciones. Cuando se acabe el trabajo, todo el material acumulado debería estar en un buen centro de documentación al servicio de estudiosos, artistas y aficionados. ¿Sería asumible algo así por parte de alguna institución sevillana? Claro que sí, porque para otras cosas bien que despilfarran.
En dos o tres años, por ejemplo, Triana podría tener ese gran centro de documentación y su museo flamenco. Pero para eso hay que querer y ponerse a trabajar, en vez de despotricar en las tabernas. Y hay que estar dispuestos a aceptar las conclusiones del trabajo de investigación, que sacarán a la luz cosas que no gustarán.
Si Triana quiere, ahí estaremos. De una manera, además, desinteresada, aunque si no hay un presupuesto para la aventura ni siquiera nos sentaríamos a hablar.