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Esperanza, Macanita, Naike: del cantar y del encantar

Tres artistas muy diferentes entre sí –trianera, jerezana y sanluqueña– conformaron el tercer cartel del ciclo Flamencad, una noche de cante para todos los gustos.


Vaya por delante que no me gustan los carteles exclusivamente femeninos. Y no porque sea refractario al cante hecho por mujeres, ni mucho menos, sino porque no me gustan las segregaciones por sexos, ni en la escuela ni en el flamenco. Preferiría que la presencia de cantaoras fuera transversal en las programaciones, y por supuesto abundante. Y si pudiera haber más mujeres guitarristas, tanto mejor.

 

Hecho este cariñoso apunte a Flamencad, el ciclo estival de recitales organizado en Cádiz por Curro Velázquez-Gaztelu, acudí al Baluarte de la Candelaria para ver y oír a tres artistas muy diferentes entre sí: una trianera, una jerezana y una sanluqueña, cada una con su bagaje profesional y con sus atributos específicos, hasta el punto de que todas ellas son reconocibles desde el momento en que sueltan el primer ay.

 

Tras la bienvenida de la presentadora Tamara García abrió fuego Naike Ponce, artista singular, de entrada, en tanto se aleja de la estampa clásica flamenca con sus rastas, su atípico maquillaje y sus vestuarios coloristas, pero sobre todo por una forma de cantar muy personal. A menudo le reprochan que no se la entiende: aun reconociendo que la vocalización no es su fuerte, me pregunto si sus detractores entienden a la primera las letras de Agujetas o del mismo Camarón sin consultar el libreto del disco.

 

Mezcla de Cindy Lauper y de Lola Flores, la de Sanlúcar de Barrameda se mueve en un terreno de emociones ambiguas, donde lo dramático, lo chocante y hasta lo cómico no solo se combinan, sino que a veces se confunden. Su cambiante respiración la hizo naufragar en la malagueña del Mellizo, hasta el punto de suscitar alguna risa y algún silbido en el patio de butacas. Se repuso por galeras en recuerdo de El Lebrijano, para seguir por unas no menos singulares bulerías y alegrías.

 

 

«Esperanza Fernández fue quien mejor supo aunar en escena lo de cantar y encantar, pero esto no es nunca una ciencia exacta. A la salida del concierto, todavía había alguno preguntando: ¿Y lo de Naike Ponce, qué?»

 

 

Concluyó ajustándose el vestuario para simular unas nalgas crecidas y haciendo unos tanguillos de Cádiz que no acaso hubieran disgustado al maestro Chano Lobato, aunque lo de tirar de chuleta en escena para recordar las letras queda muy poco profesional. Lo de Naike Ponce es así, no se puede apartar la vista del escenario porque en cualquier momento sucede algo, emocionante o hilarante. Esta artista me recuerda a algo que decía un cantante tan flamenco (a su manera) como es Julio Iglesias: que el arte de cantar no es quizá tan importante como el de encantar. O como decía Valderrama, tan pop (a su manera): hay que tener un sello, aunque sea de correos. Ponce, guste más o menos, tiene el suyo.

 

No es menos cierto que cuando el torrente vocal de La Macanita irrumpió en el escenario por tientos, con esos limpios metales de su garganta, la atmósfera del Baluarte cambió radicalmente. Que Tomasa Guerrero se encuentra en un gran momento lo acredita, además de su buena agenda de recitales, su total solvencia en todos los cantes que acomete, desde la soleá a la seguiriya o las bulerías de Jerez. 

 

Siendo una buena noche de cante, no lo fue menos para la guitarra. Si Javier Patino fue el sostén de Naike Ponce, un inspiradísimo Manuel Valencia lo fue de La Macanita. El músico de la Barriada de la Asunción no solo es una garantía para los artistas que acompaña, sino también un reclamo en sí mismo, sobrado de compás y de fantasía. Y qué decir de Miguel Ángel Cortés, inmejorable escolta de Esperanza Fernández.     

 

La trianera, figura consagrada, no necesita exprimir sus capacidades para rayar a gran altura. La dulzura y la fuerza manan de su garganta gitana empezando por las alegrías, haciendo recordar de nuevo a Tío Chano por colombianas festeras, cantando la soleá de Triana ligada con la caña o la toná cabal de Silverio al borde del escenario… Sin duda, de las tres fue quien mejor supo aunar en escena lo de cantar y encantar, pero esto no es nunca una ciencia exacta. A la salida del concierto, todavía había alguno preguntando: “¿Y lo de Naike Ponce, qué?”.

 

Fotos: Raúl García Romero         

 

 

Ficha artística

‘Flamencas’. Ciclo Flamencad.
Baluarte de Candelaria de Cádiz, 11 de julio
Cante: Esperanza Fernández, Tomasa Guerrero ‘La Macanita’ y Naike Ponce
Guitarras: Javier Patino, Manuel Valencia y Miguel Ángel Cortés
Palmas: Javi Peña, Chicharito, El Macano, Vinaza, Diego Montoya
Bailaora invitada: Macarena Ramírez

 

      

Esperanza Fernández y Miguel Ángel Cortés. Flamencad. Baluarte de la Candelaria, Cádiz. 11 agosto 2022. Foto: Raúl García Romero

 

Esperanza Fernández. Flamencad. Baluarte de la Candelaria, Cádiz. 11 agosto 2022. Foto: Raúl García Romero

 

Naike Ponce, Esperanza Fernández y La Macanita. Flamencad. Baluarte de la Candelaria, Cádiz. 11 agosto 2022. Foto: Raúl García Romero

 

Chicharito. Ciclo Flamencad. Baluarte de la Candelaria, Cádiz. 11 agosto 2022. Foto: Raúl García Romero

 

Esperanza Fernández y Miguel Ángel Cortés. Flamencad. Baluarte de la Candelaria, Cádiz. 11 agosto 2022. Foto: Raúl García Romero

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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