Una charla con Enrique el Extremeño
Juan Antonio Santiago Salazar - Enrique el Extremeño es uno de los cantaores “de atrás” (para baile) más solicitados. «Todos los artistas a lo que quieren llegar es a ser figura del cante, pero también se es figura en el cante para bailar», dice.
Juan Antonio Santiago Salazar (Zafra, 1954), padre y esposo de artistas, cantaor. Enrique el Extremeño para la afición. Canta con rabia pasada por el tamiz de la dulzura que algunos logran encontrar en el flamenco. Lo vi por primera vez hace décadas cantar a la gran bailaora Manuela Carrasco cuando el flamenco de lunares y chorreras no provocaba vergüenza ajena en la afición. Esa soleá, esa sublime comunicación entre la voz de Enrique y el baile de la diosa, flamante Hija Predilecta de Sevilla, esa soleá era casi todo lo que había que saber al respecto de este palo fundamental del arte jondo.
Después de aquella epifanía, volvería a ver al Extremeño infinidad de veces, en la Bienal de Sevilla, Festival de Nimes, el Festival de Jerez, Mont-de-Marsan, Alburquerque, Festival de Granada, con todos los grandes bailaores y bailaoras, llegando a ser este intérprete con la voz enjundiosa uno de los cantaores “de atrás” (para baile) más solicitados.
– Extremadura, Huelva y Utrera, procedes de tres buenas comarcas de cante, pero tienes una personalidad original e inconfundible. ¿Cuáles son tus influencias artísticas? ¿De dónde has bebido?
– Yo cuando empezaba escuchaba a Mairena, pero después mi maestro maestro ha sido José Salazar, es donde más he mamao. Pero uno no para de aprender, de todo el mundo se aprende. Y yo que he estado en todos los tablaos de Madrid, siempre aprendes un poquito de uno, un poquito de otro. Pero tengo que nombrar siempre a Mairena y a José Salazar.
– Para dedicarte al cante para baile tienes que conocer todos los palos de compás. ¿Cómo se aprende a cantar para baile?
– Cantar para baile tiene misterio, y no tiene misterio. En general pasas antes por cualquier tablao, o sea, tu crianza en el flamenco tiene lugar en los tablaos. Y cuando ya sales de allí es cuando empiezas a cantarles a figuras, vas conociendo el baile de unos y otros. Cantar pa’ bailar no es igual que cantar sentado, ¿sabes? Hay gente que nunca ha cantado para bailar, o nunca ha pasado por un tablao, y estas personas jamás podrán cantar igual para el baile que la persona que haya estado en los tablaos. La forma de cantar es otra. A una bailaora hay que cantarle de otra forma menos abierta. El que canta sentado, pues, ese puede cantar más a gusto. Para aprender a cantar para bailar es solamente ver al bailaor, conocerlo y que te guste mucho el baile.
«La forma de cantar es otra. A una bailaora hay que cantarle de otra forma menos abierta. El que canta sentado puede cantar más a gusto. Cantar para bailar es solamente ver al bailaor, conocerlo y que te guste mucho el baile»
– Junto a Manuela Carrasco habéis hecho historia. Fue el comienzo de tu merecida fama como cantaor para baile. Antiguamente no siempre se citaban los nombres de los cantaores en un programa de baile. Ahora los seguidores del baile os distinguen y tienen sus favoritos.
– La crítica ha cambiado mucho. Antes se dedicaban más a la bailaora o el bailaor, pero era porque con pocas excepciones casi no había gente que se destacara cantando al baile. Pero en el momento en que salieron algunos como Juan José y yo, o el de Lebrija, y salimos cantando de una forma un poco especial, entonces la crítica ya se preocupó. Y ya de esta época actual la crítica siempre te recuerda, y los aficionaos también, porque vas a cantar a cualquier sitio y te saludan: ¡qué bien ha cantao! Tus piropos no te faltan.
– ¿Quién manda en el escenario? ¿El cantaor, el bailaor o el guitarrista?
– Manda en el escenario la persona que baila. Luego, el guitarrista es el más sufrido porque es el que tiene que estar pendiente de todas las cosas que hace la bailaora. Y después también el cantaor, que hay veces que un gesto de la bailaora necesita la respuesta de la guitarra que también tiene que seguir apoyando al cante. Y el cantaor tiene que saber qué quiere la bailaora, llevándola lo mejor posible para que no tenga ningún problema de tiempo ni de compás. Es una comunicación entre los tres, pero el que tiene que mandar siempre es el bailaor o la bailaora.
– ¿Es más “importante” cantar en solitario que cantar al baile? ¿Cuál te gusta más?
– Todos los artistas a lo que quieren llegar es a ser figura del cante, pero también se es figura en el cante para bailar. A mí me ha gustado siempre cantar al baile, pero también me gusta hacer recitales y que la gente me escuche en solitario, que ahora precisamente estoy haciendo bastantes cosas. Indiscutiblemente habrá alguno que le gusta mucho cantar pa’ bailar, pero seguro que le guste más cantar sentado, eso es la culminación del artista.
«El cantaor tiene que saber qué quiere la bailaora, llevándola lo mejor posible para que no tenga ningún problema de tiempo ni de compás. Es una comunicación entre los tres, pero el que tiene que mandar en el escenario siempre es el bailaor o la bailaora»
– Hace unas décadas era suficiente que un cantaor dominara los cantes, pero ahora a veces tienes que aprender un guion, representar un papel, incluso aprender versos o cantes ex profeso para una obra. En tu inolvidable intervención en la obra de Cervantes Rinconete y Cortadillo, nos sorprendió tu faceta interpretativa. Eso fue hace más de veinte años. Hoy en día es cosa normal que los músicos realicen un papel. ¿Cómo te sientes con esto?
– En Rinconete y Cortadillo me sentí en la gloria porque a mí me gusta mucho interpretar, y había hecho otras cosas, me había vestido de minero, había trabajado con mi comadre Milagros Pérez, estuve en Andalucía en pie que fue una obra donde salía vestido de moro, después salía vestido de gitano… He hecho muchísimas cosas. A todo artista que se precie le gusta eso. Y ahora estamos en una época en que al bailaor o la bailaora le gusta que las personas que lleva también sepan interpretar.
– Has pasado largas temporadas en Japón. ¿Cómo te fue la experiencia? ¿Crees que el cante puede comunicar emociones aunque los oyentes no dominen el idioma?
– En Japón fue el tablao de un amigo mío que ha llevado a millones de artistas, no se puede nombrar a ninguno que no haya pasado por su sala. En principio me pedía cuatro bailaores, dos o tres cantaores, guitarristas. Yo me encargaba de hacerles los visados y hemos estado doce años. La Sala Andaluza se llama. Todo el mundo ha pasado allí gloria porque se trabaja muy bien y la gente, te digo una cosa, los mejores “oles” que he escuchado en mi vida los he escuchado a japoneses en esa sala, porque ellos han aprendido de una forma que los oles de ellos suenan a gloria y están en su sitio. Ahora mismo hay un plantel de bailaoras que yo me atrevería a decir que algunas de ellas podrían buscarse la vida muy bien con el baile aquí en España.
– Recuerdo cuando coincidimos en el Festival de Alburquerque hace unos años. La directora, Marisol Encinias, decidió incluir un recital de cante por primera vez, y fue contigo y Juan José Amador. ¿Cómo era cantar para un público que siempre había visto el flamenco como baile y guitarra?
– Bueno, lo del Festival de Alburquerque fue muy bonito porque yo aparte di un cursillo de cante para sesenta personas, no cabían más. Y después, para el recital que dimos Juan José y yo, el teatrito estaba a tope. Para nosotros fue un día grandioso, porque habíamos dado recitales de cante por España, pero nunca en el extranjero, y nunca sabes cómo va a reaccionar la gente. Nos dieron esa oportunidad, el público estaba agradecido y resultó ser una experiencia gratificante.
Imagen superior: Enrique El Extremeño y María Moreno. Jueves Flamencos de Cádiz 2015. Foto: Estela Zatania