José Mercé, solo para incondicionales
El cantaor jerezano José Mercé ofrece un desconcertante recital en el teatro de la Maestranza de Sevilla para presentar ‘El Oripandó’, su nuevo disco producido por Antonio Orozco.
Que José Mercé ha sido, además de un cantaor cabal, uno de los artistas que más ha contribuido a popularizar el flamenco, es algo fuera de toda duda. Que hace tiempo que ya no está en sus mejores marcas, también. 67 años, la mayor parte de ellos sobre un escenario, pesan a cualquiera, por más que el jerezano mantenga buena planta y se esfuerce por disimular sus limitaciones. Sin embargo, un espectáculo como El Oripandó, que llevó al teatro de la Maestranza –y lamento muchísimo decirlo–, no hace honor ni a su nombre ni a su trayectoria.
Un coliseo sevillano casi lleno recibió al artista acompañado de una nutrida orquesta. En las primeras filas, la presencia del cantante Antonio Orozco, compañero de Mercé en un popular programa televisivo y ahora productor de su disco, no pasaba desapercibida. Una breve, indecisa intro musical, acompañada de imágenes kitsch de cielos matinales, da la entrada al maestro. De inmediato, la pantalla muestra antiguas grabaciones de mineros en plena faena. El cantaor no logra encontrarse en el taranto hasta que llega Jamás desaparece lo que nunca parte, uno de los primeros sencillos del nuevo disco.
«El jerezano mantiene buena planta y se esfuerza por disimular sus limitaciones, pero el espectáculo El Oripandó que llevó al teatro de la Maestranza –y lamento muchísimo decirlo– no hace honor ni a su nombre ni a su trayectoria»
En seguida se evidencia un grave problema de la propuesta. Lo que vemos y oímos es a José Mercé interpretando canciones de Antonio Orozco, creador más que estimable, pero que arrastra al jerezano a territorios en las que no se siente para nada cómodo. Y no es una cuestión de prejuicios anticomerciales: sin querer entrar demasiado en odiosas comparaciones, cuando a finales de los 90 Vicente Amigo reimpulsó la carrera de Mercé, y más tarde Isidro Sanlúcar hizo lo propio, lograron éxitos arrolladores. La diferencia es que estos artistas pusieron sus talentos al servicio del cantaor. Ahora sucede al contrario: De Del Amanecer… a El Oripandó (Amanecer en caló) hay una distancia que no se calcula solo en años.
Con un recuerdo para su fallecido hijo Curro, la gran herida de su vida, continuó Mercé por martinete –con la pantalla empeñada en ilustrar lo evidente, la faena de una fragua– antes de interpretar el tango-rumba Tengo cosas que contarte, con proyección del videoclip promocional, rapeo de La Mala incluido. Y la verdad, no puedo entender que, con un cantaor y quince músicos en escena, ¡quince!, se recurra a sonidos pregrabados. O que la vibración del directo, del momento único de la verdad escénica, sea usurpado por efectismos de Youtube.
El espectáculo avanza y no hay articulación, no se sabe adónde va, ni qué se nos quiere contar realmente. Y no, no sirven los buenos propósitos expresados en el pliego promocional: me refiero a contar de verdad, sobre las tablas. Difícil encontrar alguna reflexión interesante, alguna exploración de nuevos sonidos y fusiones, en una melodramática balada como Si tú me lo pides, volvería a empezar, en Cincuenta primaveras y otras mil que yo quisiera, que el cantaor dedica a su esposa, Mercedes García, integrada en el coro; o en el pop-rock de El caminante, todas ellas con letras que en cualquier momento se despeñan por los abismos de la grandilocuencia o de lo naif. Imposible reconocer el perfume del barrio de Santiago. Ni un átomo de sal en Alegría, donde teóricamente teníamos que ver la quintaesencia de Cádiz.
«Arropado por el vistoso toque del joven Manuel Cerpa, encadenó una malagueña de El Mellizo, el cante por soleá –quizá lo mejor de la noche– y la seguiriya de Jerez, sacando a relucir, ahí sí, su verdad artística y su denominación de origen»
Mientras este cronista se hundía en su butaca, presa del estupor, el público soberano aplaudía y jaleaba puesto en pie, y con ganas. Mercé tiene muchos y fieles devotos, y ellos sí parecieron entender y gozar las maravillas que a mí, honestamente, se me escapaban. Lo que tampoco ayudaba al disfrute eran otras actitudes del respetable, desde los coros de toses sin mascarilla, francamente desagradables, a la práctica de grabar la actuación en teléfonos móviles, tan masiva que el personal de sala ni se molestó en llamar la atención de quienes lo hacían. Entre ellos, el propio Antonio Orozco y su acompañante. Ya sabemos que la música en vivo ha dejado de ser un rito sagrado, pero en el Maestranza sentí algo peor. Un público que prefiere mirar a través de una pantalla no solo no respeta a quienes tiene alrededor: no se respeta a sí mismo.
Tras agotar El Oripandó, la versión al piano de El breve espacio en que no estás de Pablo Milanés sonó a alta literatura, y tal vez lo sea. Arropado por el vistoso toque del joven Manuel Cerpa, encadenó una malagueña de El Mellizo, el cante por soleá –quizá lo mejor de la noche– y la seguiriya de Jerez, sacando a relucir, ahí sí, su verdad artística y su denominación de origen. La perezosa versión de Tu frialdad contrastó con la fuerza y la emoción de Al alba de Luis Eduardo Aute, pieza que Mercé ha llevado largamente en su repertorio y ha logrado hacer suya.
Confieso que me marché tras el bis Jamás desaparece lo que nunca parte, con los espectadores entregados en una apoteósica ovación. Celebro que quienes pagaron su entrada dieran por bueno el desembolso, y por supuesto celebro la sonrisa triunfal de Mercé y de Orozco. Pero creo de corazón que todos –espectadores, artistas y también, por qué no, los obreros de la prensa– nos merecemos algo más, algo mejor.
Foto: María Chaves
Ficha artística
El Oripandó. Teatro de la Maestranza, de Sevilla. 13 de mayo de 2022
Cante: José Mercé
Dirección musical, piano y teclados: Ale Romero
Batería: Antonio Torres
Bajo: Popo Posada
Guitarra eléctrica: Pepe Pulido
Coros y palmas: Ale Larache, Dani Bonilla y Mercedes García
Grupo de cuerda: Orquesta Flamenca de Sevilla
Guitarra flamenca: Manuel Cerpa