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Pseudoflamencología en el siglo XXI o la farsa de lo flamenco

A propósito de libro de Antonio Manuel 'Flamenco, Arqueología de lo jondo'. «Parece que hemos vuelto a los años sesenta, a las razones incorpóreas y las intuiciones como manifestación de la verdad. Pronto nos dirán que el flamenco vino de Marte, en un meteorito que cayó justo en Cádiz».


Vivimos tiempos en los que das una patada a una piedra y salen miles de expertos en materia flamenca que, sin necesidad de aval, se doctoran en flamencología. Es el caso de Antonio Manuel y su libro Flamenco. Arqueología de lo jondo (Almuzara, 2018).

Nace el libro de una adaptación literaria de una conferencia impartida en la Clausura de la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba el 18 de abril de 2017, como reza en su página final, donde figura un agradecimiento: «Por traducir al árabe la prueba de mis intuiciones». Así reza en la página ciento cincuenta y nueve. Pero vayamos al principio.

En el capítulo inicial, El venero, admite el autor que la clave del origen de flamenco está en su música: «En la radiografía de los sonidos se encuentran muchas de las claves sobre los orígenes de lo flamenco». Agradece a la flamencología los avances en materia de musicología, algo que manifiesta no va a cuestionar (no se engañen, lo hará), para centrarse en el origen del nombre, el porqué del nombre Flamenco, verdadero detonante de su libro.

Lo primero que hace es vincular el género flamenco a la cultura en supervivencia de un pueblo, el andaluz, para, seguidamente, vincular los motes de los artistas flamencos a una costumbre andalusí que denomina “llamarse a la flamenca”, mote que acompañará como signo identificativo a los artistas, de forma similar a como los palos tienen su propio nombre que identifican a sus músicas. Por ello, el estudio de los nombres de los palos flamencos nos llevará a su origen, según Antonio Manuel (pág. 18). Señala que encontraremos nombres de origen andalusí, morisco, sefardí, gitano, americano y negro, que se funden como afluentes hacia el río del Flamenco.

 

«La palabra ‘flamenco’ tuvo múltiples y diferentes significados, aparte también del ave y la referencia a Flandes. Lo que hay que explicar es por qué en un determinado momento se utiliza para referirse a unos músicos»

 

Afirma (pág. 30) que las palabras árabes andalusíes han estado durmiendo en la historia hasta que han aparecido en el flamenco para bautizar los estilos y entra de lleno en el asunto más importante del libro, el origen, significado y uso de la palabra Flamenco. Antonio Manuel retoma una de las teorías de su admirado Blas Infante, político andalucista que proyectó en el flamenco unas de las bases culturales principales para su proyecto político de un estado andaluz con orientación hacia el norte de África, la teoría del Falah mankub como base del origen del término. Considera Antonio Manuel que hasta ahora, dentro de la flamencología, la tesis válida sobre el origen del nombre “flamenco” es la filiación con Flandes (págs. 35 y 40). No sabe que esta teoría lleva más de 50 años desprestigiada, entre otros, por el profesor Manuel García Matos, quien la considera ya superada en el año 1958 en su Bosquejo Histórico del Cante Flamenco. Esta equívoca asociación con Flandes tuvo como detonante el libro de George Borrow The Zincali (libro que escribió el autor entre los años 1836 y 1849 que estuvo en España), cuando por entonces se comenzaba a asociar el término flamenco con gitano, asociación que no ocurre antes del siglo XIX, cuando la palabra Flamenco estaba ya en uso con un significado polisémico. Por un lado, como un tipo de cuchillo en el siglo XVIII, el “cuchillo flamenco”, como explicó mi amigo Luis Suárez Ávila (Flamenco: motivación metonímica y evolución cultural del nombre de los gitanos y de su cante, 2018). Por otro, como adjetivo de arrogante, como localizó mi otro amigo y maestro Faustino Núñez en el teatro tonadillesco de finales del XVIII (Guía comentada de música y bailes preflamencos (1750-1808), 2008), y además en el Madrid de Lavapiés. En el siglo XVII se usa para referirse a los indígenas de las Indias occidentales, créanlo (localizado por mi amigo Bernardo Sáez). Pero es que podemos irnos hasta el siglo XIII, en la obra El roman de Flamenca (escrito entre 1240-1270), en la que la protagonista, que se llama “Flamenca”, se refiere a la mujer ardiente, luminosa.

La palabra “flamenco” tuvo múltiples y diferentes significados, aparte también del ave y la referencia a Flandes. Lo que hay que explicar es por qué en un determinado momento se utiliza para referirse a unos músicos: “Cantante Flamenco” en 1847, también en Madrid (Faustino Núñez y Alberto Rodríguez, 2009); 1841, “Coro de vírgenes gitanas flamencas” en Triana (Bohórquez, 2018); 1853: “Música flamenca” (Arie Sneeuw, 1989), de nuevo en Madrid. Y eso es lo que realmente es la clave del asunto. La música, el cante y el baile, fueran lo que fueran, y sonara como sonara la criatura, no cambió en el momento del bautizo. La palabra estaba en uso en el ambiente y la jerga de los personajes “flamencos”, los de la afición, como sinónimo de chulo, arrogante, altanero, y de ahí pasó a las músicas que estos artistas bohemios venían cultivando bajo el nombre de “género andaluz”, mutando luego por “flamenco”. Lo explicó muy bien Steingress en su impagable Sociología del cante flamenco (1993), de quien parece que nos olvidamos, acaso porque sea guiri. 

 

«La palabra estaba en uso en el ambiente y la jerga de los personajes ‘flamencos’, los de la afición, como sinónimo de chulo, arrogante, altanero, y de ahí pasó a las músicas que estos artistas bohemios venían cultivaban bajo el nombre de ‘género andaluz’, mutando luego por flamenco»

  

Antonio Manuel desarrolla por medio de la intuición una teoría sin ningún aporte documental válido, ni de cómo se pudo transmitir esa palabra de supuesto origen árabe, que debiera estar en uso antes del fin de la toma de Granada, ni de cómo por arte de birlibirloque aparece vinculada a unos músicos a mediados del XIX, casi cuatro siglos después, incluyendo la sonoridad flamenca, claro.

Sus intuiciones lingüísticas las extiende a todos los estilos flamencos y otro términos usados en él, concluyendo con un glosario en el que atribuye filiación araboandalusí a la mayoría: 39; mitad árabe + otros idiomas: 11; palabras “Conversas al romance andaluz”: 7; Prisioneras: 5 y calés+negras+americanas: 6.

No hace ningún estudio sobre lírica, pero no duda en afirmar que el Flamenco se canta en Flamenco, la lengua que formaron moriscos, gitanos y negros (pág. 72). Sus ideas sobre la etimología del término flamenco “seguiriya” o “siguiriya” demuestran no haberse molestado en ponerse al día en cuanto a los estudios previos que sobre este término se han realizado, como el de José Mercado (La seguidilla gitana, Taurus 1982). Cree que viene de Sikriyya, cuando lo cierto es que es una deformación del término “seguidilla”, que su vez se origina en las “coplas de la seguida”, es decir, porque se cantaban coplas seguidas, tal y como explicara Gonzalo Correas en su Arte grande de la lengua española castellana de 1626. Ignora Antonio Manuel que el término deformado “seguiriya” no se impone en el ambiente flamenco hasta bien entrado el siglo XX, aunque se pueda localizar antes. Cantaores como Pastora Pavón, Manuel Torres o Antonio Chacón aún graban sus registros sonoros bajo el nombre de “seguidilla gitana”. En el caso de Pastora en 1947, aún aparece “seguidillas”. La primera vez que figura “seguiriya” en sus discos es en 1950, mucho trecho para un supuesto término árabe. Vean:

 

 

Y así, con todos los demás. Afirma que a mediados del siglo XVIII el taranto se hizo taranta (pág. 136), cuando fue al revés. Época en la que no existía ni siquiera la rondeña, posiblemente el fandango flamenco más antiguo, y habla de carceleras, mineras, cartageneras como cantes libertarios surgidos en las canteras, palos de gitanos y moriscos, cuando estos estilos comienzan a aflamencarse a finales del XIX y se hacen flamencos a comienzos del XX.

La demostración del origen del término Petenera a partir de “Piedra negra” (pág. 100) es delirante. Desconoce que la petenera se documenta por primera vez en México a comienzos del XIX, no se transforma en palo flamenco hasta finales del XIX de mano de Medina el Viejo, y sobre todo de La Niña de los Peines ya a comienzos del siglo XX.

Antonio se limita a buscar semejanzas sonoras entre palabras de uno y otro idioma, sin más. Martinete de “marratain”, y otras lindezas.

Y luego entra en la música, aunque dijera al comienzo que no. Del fandango dice que es modal cuando se canta y tonal cuando se baila. En fin, el fandango, cuando se baila, ya sea en forma de malagueñas o fandangos verdiales, se hace con la misma música que cuando se canta y toda es tonal porque se hace con acordes y armonía funcional.

El estudio del flamenco en su faceta histórica requiere de competencias muy variadas en áreas temáticas muy dispares. En el caso del flamenco y su relación con la música árabe, un estudio serio necesitaría de conocimientos lingüísticos (árabe como mínimo, más francés e inglés debido a la literatura secundaria), musicológicos (expertos en teoría y práctica musical occidental y oriental), históricos (fuentes de la teoría musical árabe de la Edad Media) y etnomusicológicos (expertos en tradición oral española y supervivencias de prácticas musicales en el magreb actual), esto para tener un mínimo de autoridad. No sabemos de la formación de Antonio Manuel como filólogo en lenguas hispanas, o árabes o en musicología, lo que figura en la solapa del libro es doctor en derecho, a la vez que miembro fundador y compositor del grupo Deneuve. En algún vídeo de los que circulan por las redes afirma haber estudiado dos años de árabe, a todas luces insuficiente para dominar el idioma.

 

«El estudio del flamenco en su faceta histórica requiere de competencias muy variadas. En el caso del flamenco y su relación con la música árabe, un estudio serio necesitaría de conocimientos lingüísticos, musicológicos, históricos y etnomusicológicos, esto para tener un mínimo de autoridad»

 

En este libro no se tienen en cuenta estudios previos como los de Reynaldo Fernández Manzano, uno de los mayores expertos en música andalusí, quien ha analizado la música de los moriscos del reino de Granada (Música de Al-Andalus, Universidad de Granada, 2015), apuntando la falsa utopía de la convivencia entre cristianos y moriscos, que llevará a un choque cultural, marginación y posterior suplantación de la música popular por la música renacentista y tradiciones cristianas. Este punto es especialmente importante para aquellos estudiosos de la historia del flamenco que han querido y aún quieren ver en lo árabe el origen de la música flamenca; nada más lejos de la realidad. No obstante, es posible admitir algún tipo de herencia musical andalusí en músicas de tradición oral, algo aún por estudiar, pero eso no significa que ese legado sea la causa detonante del flamenco. Igualmente Amin Chachoo (La música andalusí, Almuzara, 2011) apunta las diferencias entre los sistemas musicales de dos tradiciones muy distintas. Todo esto no es óbice para que Antonio Manuel mencione diferentes modos melódicos y rítmicos andalusíes y los asocie con el flamenco sin mostrar ni un solo ejemplo comparativo (pág. 78), o citar alguien que lo haya hecho.

 

 

Antonio Manuel desconoce los procesos de transformación musical e histórica en músicas de tradición oral. Los nombres de los palos no identifican en un principio a sus músicas, puesto que las músicas existen antes de que tomen nombre. Por poner un ejemplo, palabras como fandango, tango o rumba eran usadas como sinónimo de fiesta o baile, y no se asocian a un estilo o palo concreto hasta que no ha pasado un tiempo de su uso. Dentro de las músicas llamadas “fandango” hubo muchísimas variantes distintas, nada que ver aún por lo que entendemos por rondeñas y malagueñas, los primeros ejemplos de fandangos modernos que son base de los flamencos, en los albores del siglo XIX. Antes de eso tenemos documentos musicales de estilos llamados “fandango” muy dispares, no flamencos, en diferentes tonalidades y compases, así que las palabras de los estilos no identifican músicas concretas hasta tiempo después de su uso. Aún hoy, en México, hablan de fandango como fiesta, y en el “fandango” se cantan y se bailan zapateados, jarabes y otros sones muy diferentes que no son propiamente “fandangos”. Muchos de estos términos tienen origen jergal, otros se toman de algunas de las palabras de las coplas que se cantan, como los tientos, que existían mucho antes de que se llamaran tientos, así a secas, bajo el nombre de Tango de los tientos, debido a la letra que se cantaba:

 

Me tiraste esos tientos
por ver si me blandeaba
y me encontraste más firme
que las murallas del alba

 

Se niega a creer lo más evidente en cuanto al significado de ciertos nombres de palos flamencos, como que jabera venga de vendedora de habas. “Prefiere”, tal y como él lo dice, buscar otra explicación “más flamenca” (pág. 56), árabe por supuesto.

Podríamos seguir horas con esto, haría falta otro libro para desmontar su Arqueología, que no habría tenido mayor repercusión de no haber sido por las redes, sobre todo Facebook, donde se han compartido diferentes vídeos y entrevistas en los que explica sus ideas y donde reconoce, paradójicamente, que lo que más escucha es pop independiente y, en menor medida, flamenco y otras músicas (Revista Nueva Revolución, 12-10-2020). Tiene muchos seguidores, que creen a pies juntillas sus teorías debido a la facilidad de oratoria que tiene, sin duda un experto en estas lides. Le hemos visto participar en algunas tertulias y mesas sobre flamenco y también su intervención en el documental de Manolo Sanlúcar explicando la historia del Falah mankub, ocupando espacios que debieran ser ocupados por verdaderos expertos. Según parece, Canal Sur está realizando una serie para televisión sobre los orígenes del flamenco basada en su libro. Vamos listos. No se entiende que una cadena pública no se plantee siquiera si el contenido de sus programas pudiera tener algún fundamento de rigor, es de suponer que lo que les interesa es que el programa tenga audiencia. Igualmente la editorial Almuzara debiera prestar más atención a lo que publica. Esta editorial tiene una línea de flamenco muy buena, salvo alguna excepción. Aunque parece que este libro no va en la misma colección. Pero saben que venderá. Es un tema que interesa y que vende. En la contraportada se dice: «Arqueología de lo jondo es una emocionante defensa de las raíces del flamenco. Escrita con una elegante aleación de rigor y belleza…». De rigor ninguno. Por supuesto, de belleza sí, porque Antonio Manuel escribe bien, no lo vamos a negar. Tiene el libro varios relatos y anécdotas muy bonitas, que usa para dar credibilidad a su apasionado discurso, pero este se cae por la cantidad de errores en los que incurre y la falta de pruebas: es un camelo. Además, no acudan a la bibliografía porque no hay. Algo sorprendente en un tema de estas características.

Releyendo a Steingress, nos dice «hasta los años sesenta de nuestro siglo [siglo XX] el cante se había considerado principalmente objeto de la interpretación individual de aficionados, poetas y otros eruditos, recientemente se hace referencia al trabajo de profesionales científicos de diferentes disciplinas. Si el cante hasta entonces sirvió de base seudofilosófica a una «visión flamenca» del mundo, el nuevo tipo de investigación lo explica como fenómeno cultural ligado a la realidad social y su desarrollo histórico. El cante se considera arte y por esta razón se analiza a partir del desarrollo del arte en la sociedad. Por todo ello, cada día se hace más necesario que la flamencología crítica no se reduzca a la mera opinión subjetiva [la basada en intuiciones, como se define el mismo Antonio Manuel] sino que se vincule a las diversas disciplinas científicas»

Parece que hemos vuelto a los años sesenta de nuevo, a las razones incorpóreas y las intuiciones como manifestación de la verdad. Pronto nos dirán que el flamenco vino de Marte, en un meteorito que cayó justo en Cádiz, al tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Guillermo Castro Buendía

Doctor en Historia del Arte
Titulado superior de Guitarra Clásica
Profesor Máster Flamenco ESMUC
Profesor Máster Interuniversitario de Flamenco de la Universidad de Cádiz

 


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10 COMMENTS
  • Antonio Caballero Cañete 8 junio, 2021

    El artículo de Guillermo, si que parece estar documentado.

  • Francisco en Paris 8 junio, 2021

    Gran artículo y muy necesario del profesor Castro Buendía

    Por respeto al verdadero trabajo de investigación hay que llamar a las cosas por su nombre.

  • Francisco Prat 8 junio, 2021

    Bendito meteorito que vino a Cái y hizo un boquete en el Campo del Sur junto a la plaza de toros que habia en Cái en aquellos tiempos, yo recuerdo y he visto el boquete porque he nacido a dos minutos de allí. Guillermo, bendita sea tu pluma que escribe tan bonito y tan verdadero. Sobre el flamenco se han escrito tantas cosas que termina uno medio majareta. Yo he leido algo, creo que bastante y digo lo mismo que Francisco en Paris: hay que llamar a las cosas por su nombre.
    Copio algo de Ricardo Molina en su libro Misterio del Arte Flamenco: ¨Geográfica y genéticamente hablando, el cante (flamenco) es un fenómeno estrictamente andaluz. Su patria es la que fue: Andalucía Baja, Andalucía Atlántica…¨ Y Molina tenia razón, esa parte de Andalucía es Cádiz donde cayó el meteorito y hizo ese boquete.

  • Antonio 8 junio, 2021

    Copia y pega… Me parece usted un poco prepotente y envidioso

  • Rafael Serrano Castri 9 junio, 2021

    Soy un enamorado del flamenco, desde niño, me he criado en una familia de flamencos, tengo la suerte de haber leido mas de 150 libros de flamenco, con algunos he disfrutado y con otros me he cabreado mucho por su falta de rigor . Sigo a Guillermo Castro Buendia y he podido profundizar en su estudio sobre la génesis musical del cante flamenco. Es un investigador serio, competente y riguroso, comparto con él lo que dice en su amplio articulo.
    En el flamenco necesitamos investigadores de la talla de Manuel Rios Ruiz, Blas Vega, Agustín Gomez, Bohórquez, Ortiz Nuevo, Gamboa y por supuesto Guillermo Castro Buendia, que documentan lo que dicen.

  • Judas Iskariote 9 junio, 2021

    Este artículo ha aparecido en la seccción de noticias Google que supuestamente me interesa. Nada más lejos de la realidad. Detesto el flamenco, eso no quita que por masoquismo escuche los programas sobre este género en Radio Clásica, por ejemplo. Pero bueno, es lo que hay, por tanto desde mi ignorancia manifiesta flamenquil, este artículo me ha parecido bastante bueno, muy detallado y preciso y que me ha enganchado sobre un arte que me repele. De paso ha hecho crítica seria o jucio, creo que constructivo, hacia el libro de marras.

    Enhorabuena al autor

  • Seforo 20 enero, 2022

    A todo flamencólogo, le falta empaparse de la cultura que más ha aportado al flamenco y, esa es sin duda la gitana.
    Si dedicaran parte de su estudio a la cultura romaní mundial y conocieran las variantes musicales indias que traian, así como su idioma, seguro que aportarían más…. Y mejor, porque no existe un flamencólogo que no tenga una parte racista, descontando a los de verdad, por supuesto.

  • EMILIO SOUTO 27 febrero, 2023

    Ese Antonio Manuel es un insensato poetastro cursi y cateto que, lamentablemente, está inundando de videos Youtube con toda su carga de ignorancia en el tema. Hoy he tenido que leer cómo le aplaude la cantaora/cantante, Rocío Márquez. Está claro que no le vamos a pedir a un artista del flamenco que tenga los conocimientos de un investigador pero, por lo menos, que se informe. Para colmo, le dan un programa en Canal Sur e inunda instituciones dando conferencias disparatadas sobre los orígenes del flamenco y otras lindezas. La Junta de Andalucía debería tomar cartas en el asunto.

  • EMILIO SOUTO 27 febrero, 2023

    Y, POR FAVOR, lean a Gerhard Steingress, un investigador serio, profesor en la Universidad de Sevilla.

    • Cesar 28 agosto, 2023

      Si no es de aquí, serio es.

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