Luis Moneo en Coria del Río
Será que tenía mucha hambre de buen cante, pero el recital de Luis Moneo en la Peña Flamenca Mazaco me supo a gloria bendita, así como el toque austero de adornos de su hijo Juan Manuel.
Nada más ver a Luis Moneo sobre el escenario de la acogedora Peña Paco Mazaco, de Coria del Río (Sevilla), me acordé de José Manuel Caballero Bonald y su insobornable amor al cante gitano. Luis lo es –gitano, quiero decir–, un cantaor de la Plazuela bautizado en San Miguel, de los Moneo y los Lara, con un sonido tan profundo como su mirada y unas maneras jondas que recuerdan a cantaores de oro macizo. Luis canta como es, de una manera sencilla y pura, sin venderte la moto.
Tiene una voz natural, gitana, que se te mete debajo de la piel, que es donde duelen los cantes, donde los aficionados tenemos la sensibilidad. No cantó nada que no fuera de su escuela jerezana y de su propia familia, que ya es una escuela por sí sola. Desde los tientos con los que abrió hasta las bulerías del cierre, todo lo cantó de manera sublime, porque estaba centrado y a gusto.
«Luis Moneo tiene una voz natural, gitana, que se te mete debajo de la piel, que es donde duelen los cantes, donde los aficionados tenemos la sensibilidad»
El público que suele asistir a esta ensolerada peña, de cuarenta y dos años de antigüedad, suele ser entendido y hoy hubo más aficionados que en otras ocasiones. El cantaor jerezano era una garantía y no los ha defraudado. Ni él ni sus hijos, el guitarrista Juan Manuel Moneo y su otro vástago, Manuel, que canta ya muy bien y con el sello inconfundible de esta singular familia flamenca.
Luis no paró de hablarles en todo el recital y esto hizo que hubiera buen rollo en el escenario, o complicidad. En algunos cantes, como la malagueña del Mellizo, las soleares de Alcalá y Cádiz, las seguiriyas, en especial la cabal de Curro Dulce, y los martinetes trianeros, estuvo antológico.
Apenas hay ya cantaores de esa edad, 61 años, que conserven intacta la voz y que resuelvan los cantes más difíciles con una solvencia asombrosa. Será que tenía mucha hambre de buen cante, pero el recital de Luis Moneo me supo a gloria bendita, así como el toque austero de adornos de su hijo Juan Manuel, que por bulerías estuvo sublime.