Manuel Martín Martín: «La crítica está en clara fase de extinción»
Manuel Martín Martín, crítico flamenco del diario El Mundo, es uno de los pesos pesados de la prensa jonda. «Me tengo por un crítico sin pelos en la lengua, no temerario o imprudente, aunque sí valiente», dice.
Admirado por muchos y vejado por algunos, Manuel Martín Martín (Écija, Sevilla, 1952) es el último mohicano de la crítica flamenca. Nadie ha hecho más kilómetros que él por la piel de toro para contarles a los lectores de El Correo de Andalucía, Diario 16, El Mundo, Sevilla Flamenca o Candil si los artistas flamencos chanelan o no de arte. Es un crítico tenido por duro, pero nadie le puede negar que sus críticas van avaladas por una preparación nada común entre los plumillas de lo jondo. Lo mismo lo ves en un teatro de lujo que en la peña flamenca más humilde de Andalucía, lo que demuestra que es un todoterreno de la crítica. Si yo fuera cantaor y lo viera entrar en el teatro donde actúo, correría a ponerle dos velas al Gran Poder para que fuera mi noche. Con ustedes, Manuel Martín Martín.
– ¿Qué es para usted ser crítico de flamenco?
– Es tener la capacidad de emitir un juicio de valor en torno al hecho flamenco y contribuir al esplendor y a la mejora de lo jondo como patrimonio cultural andaluz, al que hay que atender como cuando el pobre Narciso se descubrió el trasero: lo tenemos a la vuelta y hay que preservarlo y limpiarlo cuantas veces sea necesario.
– ¿Por qué de flamenco y no de toros o teatro?
– Porque organicé un festival a los 14 años de edad en el Casino de mi pueblo. Aquello fue un delito cultural, dado que la formación y el respeto del personal dejaron bastante que desear. Así que con el tiempo advertí la urgente necesidad de imponer criterios racionales en los festivales y colaborar en la creación de una disciplina válida por sí misma que analizara y difundiera el significado identitario del arte flamenco.
– ¿Sabría definirse como crítico?
– Pues me tengo por un crítico sin pelos en la lengua, no temerario o imprudente, aunque sí valiente. Negacionista de ese flamenco basura que crea en la sociedad un mundo falso y mistificado con apariencia de verdadero. Y dispuesto, por tanto, a luchar por preservar la dignificación y la dimensión y difusión cultural del flamenco.
«En los medios de tirada nacional el color de uñas de Rosalía tiene mayor cobertura que el espeluzno de una noche de duendes en una peña flamenca»
– ¿Recuerda su primera crítica?
– Fue allá por 1978 y utilicé un argumentario más didáctico que analítico desde el punto de vista técnico, por lo que recibí las primeras réplicas de los especialistas en pedagogía parda. Entonces me percaté de que estaba en el buen camino.
– ¿Se miró en algún espejo?
– Al principio todos nos vemos reflejados en los referentes que nos han precedido, aunque mi mejor espejo fue aprender de los errores ajenos y diseñar mi propio estilo, mejor o peor, pero tener mi propia personalidad literaria, hasta conseguir que el lector sepa quién es el autor del texto sin necesidad de buscar al firmante.
– ¿A qué figura histórica del XIX le hubiese gustado criticar, para bien o para mal?
– Ufff, a muchos. Enrique el Mellizo, El Viejo de la Isla, Paco la Luz, El Nitri, La Serneta, La Trini y don Antonio Chacón. De guitarristas, al maestro Patiño, Paco el Barbero y Paco de Lucena, sin olvidar el baile de La Mejorana y Gabriela Ortega.
«Ser crítico de flamenco es tener la capacidad de emitir un juicio de valor en torno al hecho flamenco y contribuir al esplendor y a la mejora de lo jondo como patrimonio cultural andaluz»
– ¿Canta, baila, toca la guitarra o la caja?
– Empecé tocando la guitarra desde la estética de Diego del Gastor, pero estaba claro que no recibí la llamada del Nazareno de la Fuensanta de Morón. Lo que sí suelo hacer es canturrear, no bien, pero con conocimiento, porque mi tesis es que para escribir de Ciencias Naturales no es necesario ser lagarto, ni para hablar del huevo hay que ser gallina.
– ¿Qué tres grandes condiciones tiene que tener un crítico de flamenco?
– Lo primero, que esté bien pagado. Y después, informar sobre la realidad del hecho flamenco, comentar su contenido y emitir un juicio de valor, teniendo que ser veraz en la información e independiente en la opinión.
– ¿Y una que no debería tener un crítico en ningún caso?
– No permitir nunca, jamás, que el trato que le dé al flamenco dañe impunemente el espacio destinado a contenerlo.
«En mis 43 años de crítico he recibido amenazas de Agujetas, El Pijote, Aurora Carbonell, la mujer de Naranjito o Antonio Canales, así como de los quitababas de Paco de Lucía, Beni de Cádiz y Joaquín Cortés»
– ¿Alguna vez, tras una crítica, le ha pegado un artista flamenco o lo ha intentado?
– Lo intentó y ante testigos Arcángel. Ahora bien, en mis 43 años de crítico he recibido amenazas de Agujetas –que luego me pidió que le escribiese sus memorias–, El Pijote, Aurora Carbonell, la mujer de Naranjito o Antonio Canales, así como de los quitababas de Paco de Lucía, Beni de Cádiz y Joaquín Cortés. He sido honrado con el veto de la Confederación de Peñas Flamencas de Andalucía, el Potaje Gitano, los Ketama y sus fotocopias, el experiodista de El Correo de Andalucía Felipe Villegas –porque no le gustó que utilizara los términos Agencia para el (Sub)Desarrollo del Flamenco, de ahí que poco después se colocara en la Junta de Andalucía con Griñán, y hasta como miembro del jurado de los Giraldillos–, sin olvidar los catorce años de veto permanente de Estrella Morente, Arcángel, Carmen Linares, Javier Barón, Kiki Morente y Pitingo. Me han dado un prestigio que no merezco la censura de Enrique Morente, que le pidió al director de mi periódico que me cesara, o el Instituto Andaluz del Flamenco en tiempos del régimen socialista. Y para cerrar la pregunta, fui represaliado por la Universidad de Sevilla y la UNIA. Aún estoy esperando las demandas de Naranjito en 1989 y la Bienal de Flamenco de 1996, la de los 122 millones del por aquí te quiero ver. Y sí lo hicieron Antonio Montoya en 1997 cuando –¡contradicción!– salí en defensa de Enrique Morente, y Javier Barón por su mamarracho en la Bienal de Málaga 2007, perdiendo ambos el juicio interpuesto. Yo, por el contrario, demandé a Enrique Morente por injurias con una carta con firmas fal-si-fi-ca-das o no autorizadas, como se demostró en sede judicial, y fue desestimada pese a que me llamó racista, fascista, etcétera, etcétera. Así que pagué las costas y declaré no creer más que en la ley y no en la justicia. Pero vamos, me da igual que me linchen con campañas orquestadas si a cambio garantizo mi libertad. Serán otros, por el contrario, los que tendrán que limpiar, si pueden, su perfil tan totalitario, pleistocénico y asilvestrado.
– ¿Qué tal cantaor sería Pablo Iglesias?
– Un bufón fuera de compás. Escuchar a personajes así es empobrecer el pabellón auditivo.
– ¿El flamenco y la política no casan bien o se llevan como hermanos?
– Se llevan peor que de rodillas. Desde que los nuevos señoritos politizaron el flamenco, lo adulteraron. Tomaron su nombre en vano para crear chiringuitos con asesores de la nada que, a la postre, no atienden a la demanda del mercado ni a los cambios producidos, y tampoco a la estructura social de lo jondo, sino, como ha venido demostrando el PSOE, a los fieles a un régimen que disfraza la realidad en su beneficio. Para llevarse bien bastaría con aplicarse a rajatabla el art. 68-1 del Estatuto Andaluz: “Corresponde a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz”. Como observará, no dice que el paraguas del dinero público cubra siempre a los mismos, como demostré con nombres y apellidos en el IV Congreso Internacional de Peñas (2014), y, por tanto, se está incumpliendo en detrimento del tejido asociativo, la investigación, la digitalización y la conservación estimulante desde la juventud, que por cierto es abundante y de mucha calidad.
«El Estatuto Andaluz dice que corresponde a la comunidad autónoma la competencia en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco. Pero no dice que el paraguas del dinero público cubra siempre a los mismos»
– ¿Reconoce que se le haya visto el plumero con algún artista flamenco?
– Por supuesto. Me tengo por buena persona y de nobles sentimientos, y he cubierto conciertos donde había que echarle una mano –y no al pescuezo– a aquellos que estaban en precario económicamente, con problemas por las drogas o por falta de necesidades primarias.
– ¿Tiene futuro la crítica?
– La crítica ha sido un género imprescindible para la difusión del flamenco, pero está en fase de extinción. Si la entiendo como una contribución entusiasta al honor y al prestigio del arte, ha de luchar contra la intoxicación y la compra de voluntades, combatir la desinformación con información y, aun a riesgo de la integridad física, enarbolar la bandera de que silenciar la verdad no es más que confesar la hipocresía y alimentar la corrupción. Y eso no vende en los medios de tirada nacional, donde el color de uñas de Rosalía tiene mayor cobertura que el espeluzno de una noche de duendes en una peña flamenca.
– ¿Y tiene futuro el flamenco?
– Mucho, siempre que no se adoctrine o manipule desde la Administración pública, se acorte la brecha entre el tejido asociativo y el profesional, se den descanso en el abrevadero de las subvenciones a los de siempre, y se basen los proyectos en los principios de eficacia, eficiencia, conocimiento, igualdad, flexibilidad, calidad, criterio y planificación. Y todo eso articulado desde los pilares de edificación de la Cultura andaluza, que para mí son integración, promoción, difusión, flamenco base, creación, educación e investigación.
Imágenes de Manuel Martín Martín: grabación del documental de David Morales en La Línea.
francisco manuel Rodríguez González 2 marzo, 2021
No cabe discusión alguna. Lo que dice Martin es el evangelio de la situación actual de nuestro bendito ARTE FLAMENCO. Creo que lo jondo perdurará en el tiempo, a pesar de la mala gestión de las administraciones, en cuanto a difusión y subvención a amiguetes. Las peñas deberían estar más subvencionadas, Son primordiales sus competencias en cuanto a salvaguardar nuestra historia.
José Luis Vargas quirós 2 marzo, 2021
Las respuestas de Manuel, como siempre, muy acertadas. Para mi es el número uno en la crítica flamenca. Está muy preparado y chanela de esto como el que más. Además, presentando y como regidor de espectáculos flamencos, es un verdadero lujo. Ole tú, Manuel.
Sebastian Navas......cantaor 24 octubre, 2022
estoy totalmente de acuerdo con la visión que tiene D.Manuel Martin sobre la actualidad que vive el flamenco, que yo conozca nadie como el ha sido capaz de desenmascarar a tantos «»chuposteros» ni se ha atrevido a dar un golpe sobre la mesa, a pesar que después le pueda llover la critica de aquellos que se esconden en el apasionante mundo del Flamenco, pero claro que esos ni son flamencos ni a la mayoría les gusta el flamenco, Manuel Martin es el Mesías indiscutible de la defensa del Flamenco Jondo de las ultimas décadas, creo que el flamenco se está politizando en los últimos tiempos y tristemente vamos retrocediendo en muchos aspectos a pesar de que el flamenco aparentemente goza de buena salud.
Manuel Martín Martín 24 octubre, 2022
Gracias por su apoyo y la sinceridad de su comentario, porque hay que insistir en tres cuestiones. Una, que el flamenco ha de anteponer el compromiso a arrodillarse ante quienes ostentan el poder. Dos, hay que luchar contra los bulos porque en el siglo XXI el flamenco no es sólo un medio de expresión, sino un instrumento para fabricar mentiras. Y tres, el flamenco no puede ser moneda de cambio de los obscenos intereses mercantilistas. Dicho esto, le reitero mi agradecimiento desde la satisfacción de tener al otro lado de la ventana de Expoflamenco a aficionados que saben de lo que hablamos.
Oscar 4 noviembre, 2022
El flamenco empezo a morir cuando aparecieron los espectàculos y los críticos. Cuando aparecieron las plumillas, las llaves de oro y las subvenciones, que «dirigian» hacia donde iba algo que por definición no viene ni va a ningún sitio.
Pero hay que comer