María del Mar Moreno o el baile íntegro y leal
María del Mar Moreno estrenó en la Bienal de Sevilla ‘Memoria Viva’, dejando en un prestigioso nivel a la escuela jerezana en todas sus disciplinas y con un público que la despidió con palmas por bulerías.
En el baile flamenco es más que imprescindible mantener unos principios, una lealtad con el mensaje que aparte cuestionamientos sobre la autenticidad de quien interpreta. María del Mar Moreno ha vuelto a demostrar que, lejos de vacías corrientes temporales, su estilo no pierde ni cuerpo ni alma. Llegó en la noche del lunes 14 a la Bienal de Sevilla para volver a reencontrarse consigo misma, así como con un equipo que asume parte del éxito del estreno absoluto de Memoria Viva.
¿Y qué es la memoria sino la acumulación de llantos, alegrías y esfuerzos? En este espectáculo la maestra del baile jerezano pasea de la mano a su propia historia, basando su estímulo dancísitico en el cante de transmisión superlativa de grandes nombres de su tierra. Consigue, pues, crear en el escenario estampas de un sabor riquísimo que en su mayoría aportan dinamismo, atractivo y emoción al clásico guion.
«Desde la inicial petenera hasta el recurrente fin de fiesta por bulerías, todos y cada uno de los movimientos en el escenario mantienen el sentido de la emoción»
María está acostumbrada a caminar en familia. Es preciso valorar su apuesta por el equipo, por cualquier detalle que sume al resultado final. No se queda con nada dentro, sino que abre el grifo de la verdad en cada remate o en cada braceo. Su mirada mantiene la tensión activa del respetable, así como esa manera tan auténtica de sacar sus manos del estómago hacia afuera. Así lo demuestra por seguiriyas, tientos y tangos, soleá o bulerías.
La puesta en escena es sobria, apostando por la oscuridad y el intimismo. Solo al principio y al final los artistas se enfrentan al color de un fondo anaranjado, con uno de los brazos en alto. Aparece una sugerente variedad cromática en las voces de quienes cantan a María. Y es que el elenco de esta función adquiere entidad propia para cualquier aficionado que sepa valorar lo bueno que ha dado y da Jerez.
Desde la inicial petenera hasta el recurrente fin de fiesta por bulerías, todos y cada uno de los movimientos en el escenario mantienen el sentido de la emoción. Antonio Malena recurre a lo más extremo de sus entrañas para romper a la Moreno, como ocurrió en el macho seguiriyero. José ‘El Berenjeno’ supo desenvolverse en el polo ante los titanes que conformaban el plantel cantaor, con ese recuerdo inviolable de la profundidad de su saga Carpio. También lo hizo Antonio ‘El Tolo’, en los tientos y tangos, con un potencial personalísimo, rebeldía gitana que en su garganta se templa como los metales más puros de la Plazuela. El contrapunto lo aporta José de los Camarones, poco habitual en la Bienal a lo largo de los tiempos, que supo aprovechar la oportunidad para recordar sus dotes en el conocimiento y sabor de la soleá trianera.
«María del Mar Moreno no se queda con nada dentro, sino que abre el grifo de la verdad en cada remate o en cada braceo. Su mirada mantiene la tensión activa del respetable, así como esa manera tan auténtica de sacar sus manos del estómago hacia afuera»
En el aspecto femenino destacó la frescura de Saira Malena, por malagueñas de Chacón, Elu de Jerez, tocando el cielo con su arrolladora garganta por media granaína, o la tragedia seguiriyera de Dolores Agujetas. Las tres por tonás, cada una a su forma pero cabales, conformaron algunos de los instantes más destacados de la noche.
María, por su parte, se dejaba llevar por el compás de las guitarras de Santi Moreno y Malena Hijo, y por las palmas de Javier Peña y Álex Fernández. Todos ellos con una sincronización indiscutible. Nada sería de la bailaora sin sus recuerdos de niñez, esos que nunca se olvidan, personificando sensaciones en la figura de la pequeña Rocío Carrasco, con un baile que solo puede tener quien nace con él, o del Manuel Jiménez, otro nombre de la incipiente cantera jerezana más natural. La bailaora ha vuelto a dejar a su Jerez en un lugar prestigioso, veinte años después de iniciar compañía en solitario y dando espacio a algunos olvidados por organizadores y no por un público que despidió a los artistas en pie y con palmas por bulerías.
Fotos: Claudia Ruiz Caro Bienal de Sevilla