Diciembre, un mes negro para al cante de la Plazuela
Las redes sociales se hacen eco y la prensa especializada recupera algo de sus sonidos para engrandecer más si cabe la memoria de Juan Moneo 'El Torta', Manuel de los Santos 'Agujetas' y Manuel Moneo Lara. El público buscaba en sus cantes los últimos jirones de la pena.
No todo ha sido alegría en Jerez en el mes de diciembre con motivo de las sonadas zambombas. Todavía, ya que es pronto para olvidar, muchos aficionados al cante bueno de La Plazuela recuerdan nostálgicamente a tres de las gargantas más influyentes e importantes de las últimas décadas en el arte jondo. Las redes sociales se hacen eco y la prensa especializada recupera algo de sus sonidos para engrandecer más si cabe la memoria de Juan Moneo ‘El Torta’, Manuel de los Santos ‘Agujetas’ y Manuel Moneo Lara. Los tres fueron vecinos ilustres de este rincón del barrio de San Miguel que ahora preside la majestuosa estatua de La Paquera, por donde antes corrían y jugaban estos gitanos de raza mientras asomaban sus oídos a los ventanales de los numerosos tabancos como el de Ignacio, para escuchar a los veteranos Alfonso ‘El Berenjeno’, Viejo Agujetas, Tío Mingo Rubichi…
Es cierto que Agujetas no mantuvo su vinculación de forma tan estrecha durante su infancia con el barrio por eso de estar asentada su familia en Rota, pero sin duda siempre se le reconoció como uno de los exponentes máximos de la forma de decir el cante que esta Plazuela ha defendido. Los dos hermanos, en cambio, sí estuvieron más cerquita de las calles Acebuche, Sol o Empedrada durante su primeros contactos con la profesionalidad.
«Muchos aficionados al cante bueno de La Plazuela recuerdan nostálgicamente a tres de las gargantas más influyentes e importantes de las últimas décadas en el arte jondo»
El primero en dejarnos fue Juan, un 31 de diciembre del año 2013. Fue en su casa de Sanlúcar de Barrameda, donde habitaba desde que formó una familia y tuvo a su por entonces pequeño Juanito. Días antes estuvo en Jerez, en alguna que otra reunión de amigos mostrando buen semblante entre letra y letra, aunque con algunos problemas respiratorios. Nadie esperaba que el año de la mala suerte acabara con la trágica noticia al amanecer, dejando a su barrio, a su ciudad y al mundo del flamenco absolutamente consternados. A los 61 años, El Torta mantenía el carisma de siempre aunque de una manera más sosegada y seguía siendo reclamado por las peñas o festivales de renombre como los Viernes Flamencos o la Fiesta de la Bulería de su tierra –estuvo curiosamente en ambos ciclos ese año–, convirtiéndose tras su muerte en un verdadero mito para la juventud flamenca.
Otro varapalo para la afición fue la desaparición de Manuel ‘Agujetas’ en el día de Navidad del año 2015. Falleció en el Hospital de Jerez tras unos días ingresado, y algunos meses aquejado de una enfermedad de la que poco se hablaba. El enigmático mundo agujetero seguía viendo a su Rey como un hombre fuerte, con carácter y capaz de hacer temblar las paredes con sus martinetes. Hasta el último momento este impredecible seguiriyero mantuvo el misterio de la vitalidad y la superación. Siempre arreglado, con sus buenos trajes de chaqueta y sus zapatos relucientes que hacían de él un perfil de otro tiempo en cuya expresión se encontraban sonidos empapados de historia. Aún se recuerda la presencia de Manuel Morao en la capilla ardiente del antiguo Cabildo, en silencio y derrotado, despidiendo a este templario inigualable del cante gitano. Antes de ser incinerado, fue llevado ante la imagen del Cristo de la Expiración en un momento realmente emotivo.
Dos años más tarde, concretamente el 19 de diciembre de 2017, a los 67 años, el bronce de Manuel Moneo se apagaba para siempre tras una larga enfermedad a la que supo hacer frente durante meses. Esa triste mañana navideña, Jerez y el mundo perdían a una de las campanas que mejor han sonado en los últimos tiempos, vibrante y con eco, contundente y al tuétano. A pesar de que la tristeza lo acompañara desde que su nieto Barullito, un ángel del cielo, falleciera en plena juventud, Manuel se subió de nuevo a los escenarios declarando a quien escribe estas líneas en una entrevista publicada en Diario de Jerez que «mi cante ahora está cargado de lamentos». Quizá por eso su última etapa fue especialmente emocionante, pues verlo subido al escenario junto a su hijo Barrullo, sus yernos Aoño y Rambo, y la guitarra de Miguel Salado o Diego del Morao, era un verdadero ritual en el que el alma de Moneo levitaba hasta encontrar otra dimensión. Así lo percibía un público fiel que buscaba en su cante los últimos jirones de la pena.
Imagen superior: Juan Moneo (Foto: Juan Garrido)