Esos flamencos del mundo
Llevo cuarenta años en Sevilla escuchando cantar y tocar la guitarra. He conocido a cientos de personas de otros países que han venido no solo a aprender a interpretar este arte, sino a amarlo. Cada día somos más. Y estamos menos solos los flamencos de Andalucía.
Ahora que se acerca la Navidad quiero aprovechar este espacio para mandar un abrazo a todos los aficionados al flamenco del mundo, de una manera especial a quienes vienen siguiendo esta tribuna de opinión, que son cada día más. Siempre he entendido el flamenco como un arte universal y, a la vez, me he sentido y me siento un privilegiado por haber nacido en la cuna de este arte, Andalucía. En Sevilla, por más señas, ciudad en la que llevo cuarenta años escuchando cantar y tocar la guitarra. Y viendo bailar. En todos estos años he conocido a cientos de personas de otros países que han venido no solo a aprender a interpretar este arte, sino a amarlo. A veces me he preguntado si sería capaz de abandonar mi tierra para disfrutar de una música, cualquier tipo de música, y reconozco que me costaría trabajo, de ahí que admire a quienes lo hacen.
«El flamenco es algo que nos pegan nuestras madres en la piel cuando nos paren. Y muchas veces, quizás demasiadas, ignoramos su importancia»
Tengo una querida amiga en Brasilia, Patricia El-moor, que lleva muchos años viniendo a tomar lecciones de grandes maestros y que tiene su propia academia de baile en esta importante ciudad brasileña. Es admirable el esfuerzo que hace, tanto económico como personal, para estar al día de todo lo relacionado con el flamenco. Y la labor que lleva a cabo con sus alumnos, no solo enseñándolos a bailar, sino a conocer y a amar este género artístico tan antiguo y a la vez tan moderno, tan vivo siempre. Hay muchos seres humanos como ella repartidos por todo el mundo, que a veces nos dan una lección de amor y entrega. Quienes tenemos la suerte de vivir en la cuna de lo jondo no sabemos valorar a veces lo que tenemos, quizás porque lo tenemos en nuestra propia casa, en el bar de al lado, en la taberna de enfrente, en el aire, en la calle, en las fiestas populares, en las bodas y en los bautizos. El flamenco es algo que nos pegan nuestras madres en la piel cuando nos paren. Y muchas veces, quizás demasiadas, ignoramos su importancia. Incluso no valoramos el hecho de que miles de personas en todo el mundo lo amen y trabajen por él.
«Quienes tenemos la suerte de vivir en la cuna de lo jondo no sabemos valorar a veces lo que tenemos en nuestra propia casa, en la taberna de enfrente, en el aire, en la calle, en las fiestas populares, en las bodas y en los bautizos»
Me siento muy afortunado de que una entusiasta del flamenco, Jafelin Helten, se fijara en mí y en mi manera de escribir de flamenco para ser columnista de opinión de ExpoFlamenco. Es un verdadero honor. No estoy en el mejor momento personal de mi vida y a veces me veo desbordado por tener que atender tantos asuntos profesionales y familiares, pero acepté la oferta de trabajo porque me emocionó saber que alguien con tanta sensibilidad flamenca se metiera en esta difícil empresa a tantos miles de kilómetros de Andalucía. Eso demuestra lo que he señalado al principio del artículo, lo admirable que es que gente de otras tierras hagan tanto por esta importante seña de identidad cultural andaluza.
Además, es importante señalar también el hecho de que en ExpoFlamenco me permitan expresarme como soy, sin exigencias de ningún tipo, con libertad, como lo hago en El Correo de Andalucía, mi casa de toda la vida. Eso no tiene precio, amigos y amigas. Espero estar mucho tiempo en ExpoFlamenco, seguir escribiendo en este medio, dando mi opinión sobre las cosas de este arte al que tanto queremos, porque eso será señal de que el portal habrá triunfado. Os pido vuestro apoyo diario y mando abrazos y besos a compás a todos los flamencos del mundo. Cada día somos más. Y estamos menos solos los flamencos de Andalucía.