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Los artistas como críticos

Los propios artistas son críticos entre ellos, y no pasa nada. La crítica es sana en un arte y mantiene viva la llama del interés. ¿O todo van a ser lisonjas?


Cuando Chacón criticaba con crueldad el “fandanguillo”, en plena época de la ópera flamenca de Vedrines, Manuel Vallejo cobraba mil pesetas por noche en el Teatro Pavón de Madrid, donde en 1926 le dieron la segunda Llave del Cante, entregada de manos de Manuel Torres. Los que criticaban a Marchena y Angelillo por los fandanguillos, criticaron también a Chacón por sus “malagueñitas nuevas”, no bailables y exentas de ritmo, años antes, cuando aún existía el Café del Burrero. Pero además de ser un genio del fandango, con estilo propio, Vallejo lo cantó todo maravillosamente y cuando quería tenía una lengua que si la movía había que irse del país.

Les voy a contar una cosa de don Manuel Jiménez y Martínez de Pinillos, que así se llamó el genio sevillano de San Luis. Esto me lo contó el cantaor sevillano Luis Rueda, que ya falleció. Lo conocí hace unos veinte años, cuando aún tenía una tienda de comestibles en Santa Catalina. Vallejo le contó un día que Chacón le riñó una noche en la que Manuel se negó a cantarle a un conocido político español que en una fiesta solo le pedía fandanguillos. “Tú canta lo que te pidan, que para eso cobras”, le dijo Chacón. Y le espetó Vallejo: “Usted perdone, don Antonio, pero este es solo un aficionado de malagueñitas, caracoles y milongas”. La bofetada que le dio Vallejo a Chacón fue de órdago.

Antonio Mairena no se quedaba atrás. Siempre fue crítico con otras formas cantaoras que no fueran las suyas o de sus maestros favoritos. Pero cuando le dieron  la Llave del Cante en Córdoba, en 1962, se sintió el amo –para eso se la dio Ricardo Molina–, y cada vez que lo entrevistaban subía el pan. Si antes, el cante estaba peor que nunca, ahora, con él de manijero, atravesaba una nueva época dorada. Pero el baile no, curiosamente. En 1965, Mairena declaró que no había bailaoras ni bailaores, estando ahí Matilde Coral, Pilar López, Farruco o Mario Maya, entre diez o quince más de primer orden.

 

«Solo quienes no tienen idea de la historia del flamenco pueden llevarse las manos a la cabeza por críticas como las que yo hago o las que hacen los propios artistas de otros artistas»

 

Cuando le dieron la Llave al maestro Fosforito, con total merecimiento, Juan el Lebrijano dijo que no se le podía dar a “un mudo”. Estando él, le faltó decir, dicho con todo el cariño porque Juan fue un genio del cante. Es para que vean cómo los propios artistas son críticos entre ellos, y no pasa nada. La crítica es sana en un arte y mantiene viva la llama del interés. ¿O todo van a ser lisonjas?

Hace unos días tuve una pequeña polémica en Facebook por decir, de manera coloquial, que un espectáculo de Miguel Poveda fue un churro, expresión muy nuestra, de los andaluces. Enseguida salieron los pelotas del cantaor catalán, sobre todo artistas agradecidos, para arroparlo. Y hubo hasta quien dijo que digo estas cosas porque soy un hombre amargado y sin amigos.

Solo quienes no tienen idea de la historia del flamenco pueden llevarse las manos a la cabeza por críticas como las que yo hago o las que hacen los propios artistas de otros artistas.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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