¿Pido perdón por ser crítico de flamenco?
¿Cuántas carreras hay que estudiar para ser crítico de flamenco? ¿Es que no es buen bagaje la afición, el conocimiento que dan los años, la experiencia y el amor a este arte? Pues no, eso ya no vale.
Es una lástima que algunos artistas flamencos de la actualidad valoren tan poco el trabajo de la crítica y la flamencología en general. No generalizo, porque toda generalidad acarrea injusticias. En otros tiempos no era así y la crítica es más antigua de lo que algunos piensan. Pero en estos tiempos se ha puesto de moda infravalorar nuestro trabajo, el de quienes nos dedicamos a informar sobre este arte, primero, y también a analizar lo que hacen los artistas. No existe la carrera de crítico de flamenco, no es algo que se pueda estudiar en la Universidad y tampoco hay cursos para críticos.
Por lo general, el crítico, sea hombre o mujer –cada vez hay más mujeres, y son algunas muy buenas–, es un aficionado o aficionada que un día decide ejercer la crítica porque le gusta, sencillamente. Aun a sabiendas de que es un trabajo inestable en términos laborales y mal pagado, porque muy pocos críticos vivimos solo de esta profesión, si podemos llamarla así. Yo sí vivo de ella desde hace la friolera de treinta y seis años. Decidí ser crítico por amor al flamenco y respeto y admiración hacia los artistas, que son los verdaderos protagonistas de este arte. Quise ser cantaor y me di cuenta a tiempo de que Dios no me había dado el don de la voz enjundiosa, profunda, poderosa, para cantar. Al ser un cantaor frustrado, valoro mucho más a los cantaores y a las cantaoras de flamenco, que son los mejores músicos del mundo con diferencia, porque sin pasar por una academia, conservatorio o escuela de música son capaces de hacer verdaderas maravillas con la voz y de crear obras que sorprenden a los músicos cultos o de géneros como el rock o el jazz.
Estoy dedicando mi vida a ellos, a los flamencos, porque estoy convencido de que son los mejores, los más puros, los que cantan, tocan la guitarra o bailan con más alma. Y no me refiero solo a las figuras: cualquier buen aficionado de cualquier pueblo andaluz es capaz de hacer una obra de arte musical que resultaría inalcanzable para el mejor músico de estudios u oficio. Siempre he procurado ser benevolente con aquellos intérpretes del cante que desafinan, que se van de compás o que descomponen la melodía en algún cante, como lo he sido también con quienes en un momento dado no son capaces de resolver una seguiriya del Loco Mateo. Sin embargo, estos mismos artistas hablan ahora de que los críticos no sabemos de música, de armonía o compás, cuando no de escenografía o de luces. ¿Cuántas carreras hay que estudiar para ser crítico de flamenco y que te paguen cincuenta euros por una crítica, cuando te los pagan? ¿Es que no es buen bagaje la afición, el conocimiento que dan los años, la experiencia y el amor a este arte? Pues no, eso ya no vale.
Podría dejar la crítica para que estuvieran contentos, pero, mientras lo decido o no, ¿me dejarían que opinara como un mero aficionado sobre lo que hacen, por ejemplo, en un blog? Voy a un teatro, pago mi entrada, veo un espectáculo y luego opino con total libertad. ¿También me dirían que no tengo ni idea? Si es así, el problema no es la crítica especializada, sino la incapacidad para aceptar que alguien opine sobre lo que haces.