Cuando la cosa no surge hay que hacer que se dé. Nos quejamos los aficionaos de que escasean las vivencias, los encuentros. Lo decimos con las manos en los bolsillos esperando el momento. No es el caso de este grupo de aficionaos, la mayoría del pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan, que a falta de esos espontáneos ratitos de age los propician ellos en un evento privado con una organización exquisita.
Van siete años ya y han pasado por la Cata de Vinos y Reunión de Cante Jondo artistas de la talla de José Valencia, que ha estado en dos ocasiones, José Ignacio Franco, Antonio Malena hijo, Paco de Amparo, Jesús Méndez, José Mijita, Rancapino, Tomás de Perrate, Pepe El Boleco, el pintaor Patricio Hidalgo o Ezequiel Benítez con Domingo Rubichi, presentados con excelencia por el amigo Juan Garrido, a quienes hemos tenido el placer de disfrutar en esta edición. No son moco de pavo. Se trata de artistas de primer nivel que acuden a la llamada de un puñao de cabales que quieren restregarse el cante por el pecho en las distancias cortas. Que no es lo mismo que sentarse en el butacón de un teatro, tragarse el recital y pa casa. Esto es otra cosa. Es una experiencia, un ritual, que comienza con la explicación y cata de buenos vinos, una abundante y rica comida elaborada por cocineros de prestigio, bien servida… Y de postre una conferencia. Años atrás estuvieron Manuel Bohórquez o José María Castaño y en este caso vinieron los hermanos Barba para detallar el proceso constructivo y las peculiaridades de sus guitarras. De guinda el cante, así, a metro y medio de los artistas, en un ambiente distendido donde no hay juicios y todos están a gusto, bien comidos y bien bebidos, sin problemas ni metepatas, ni siquiera con miedo a la pestañí porque allí mismo en el campo tienen cama o en hoteles cercanos.
«Ezequiel se templó por tientos tangos, soleá, malagueña, fandangos, alegrías, seguiriyas y bulerías con la jondura y naturalidad que atesora. Sensible y sentío en las mecías de los tercios blandos, rotundo y poderoso en las embestías, siempre cantando su causa, con letras propias y entregándose a la afición a pecho descubierto»
Ezequiel se templó por tientos tangos, soleá, malagueña, fandangos, alegrías, seguiriyas y bulerías con la jondura y naturalidad que atesora. Sensible y sentío en las mecías de los tercios blandos, rotundo y poderoso en las embestías, siempre cantando su causa, con letras propias y entregándose a la afición a pecho descubierto. Fue tremendo cómo se recogió por malagueña o cómo hirió en los lamentos seguiriyeros y el arte que puso a las bulerías, con pataítas de gracia incluidas.
Desde mediodía hasta la madrugá estuvimos reunidos en torno al veneno que nos gusta. Flamencos empederníos nos juntamos para el disfrute. Y entre cervezas, vino, risas, conversaciones, buenas viandas, toque y cante nos dieron las tantas. Acabamos en el Bar El Postigo osando apuntar los cantes entre amigos, ya con la vergüenza perdía, eufóricos de la emoción, hasta devenir en territorios rumberos, cuando quien les escribe se despidió con calurosos abrazos de agradecimiento por brindarme la oportunidad de asistir. Espero que sea la primera de muchas. Esto es loable y de reconocer, hace falta. Y son poquitos los que se arremangan y se meten en fregaos. ¡Bien por ustedes! ¡Ole!



