Allá por 1921 ya existía un establecimiento bajo el nombre de Venta Eritaña, pero no fue hasta 1937 cuando Catalina Pérez y Juan Vargas se hacen con su propiedad y el local comienza a llamarse Venta Vargas. Si hablasen, sus paredes contarían cientos de historias y algunas otras que no se pueden contar. En su escenario nació la leyenda de Camarón de la Isla. Un absoluto tempo del flamenco que pone el cartel de se vende.
La familia Picardo es propietaria de este espacio desde hace 88 años y la falta de relevo generacional les ha llevado a ponerla en venta. «La cosa se va poniendo más difícil porque nuestros hijos estudian carreras, ninguno ha salido con la vena de la hostelería ni con la del flamenco», explica en declaraciones a EFE Lolo Picardo, cuarta generación al frente de la afamada venta.
«La hemos puesto a la venta, pero no para venderla mañana, sino cuando venga el vendedor que nosotros queremos», expresa Picardo en ABC. El fallecimiento de Pepe Nieto, uno de los trabajadores, les llevó a pensar que la venta era la mejor solución.
«Nos hizo pensar que eso nos podía pasar a nosotros. Te pasa eso y qué pasa con la Venta y con la herencia de esa persona. Vamos cumpliendo años, vamos pasando todos los cincuenta y te hace replantearte el futuro, y ese futuro pasa por que la Venta de Vargas deje de estar en manos de los Picardo», continúa Lolo.
«Buscamos a alguien con respeto, que le guste la hostelería y el flamenco, que quiera seguir haciendo de ella lo que es, un faro que alumbra el flamenco» (Lolo Picardo)
Sale a la venta por un precio inicial de cuatro millones de euros y la idea de sus propietarios es que mantenga su esencia. «Nos gustaría que no la cogiera una persona cualquiera, que haga un ‘chino’ allí. Buscamos a alguien con respeto, que le guste la hostelería y el flamenco, que quiera seguir haciendo de ella lo que es, un faro que alumbra el flamenco», argumenta Lolo Picardo.
Más de cien años de historia y un local por el que han pasado nombres como Lola Flores, el Chato de la Isla, Chano Lobato, Rancapino o Sara Baras, entre muchos otros. Que lo mismo te hartabas de escuchar flamenco que degustabas unas deliciosas tortillitas de camarones obra de Catalina Pérez. Cuentan que fue ella la que llevó a la fama la receta de estas tortillitas de fama nacional.
No obstante, si por algo será recordada esta Venta Vargas a lo largo de los años es por ser el trampolín de la carrera de Camarón de la Isla. Dicen que fue Juan Vargas el que le presentó un día de 1959 al mismísimo Manolo Caracol a un niño de tan solo nueve años, José. Cuando terminó de cantar el pequeño, Caracol dictó su sentencia: «No está mal, pero un gitano rubio no va a llegar a mucho en el cante».
Una decena de años más tarde volvieron a encontrarse ambos protagonistas. El niño no era ya niño, era un joven Camarón de la Isla, que acababa de conquistar Madrid desde el tablao de Torres Bermejas. Se dice que Caracol y Camarón se batieron en un duelo y todo quedó zanjado. Cuando falleció José, Félix Grande recordó esa noche en un artículo: «Un José Monje que canta con implacable poderío y que le está rompiendo la garganta a Manuel Ortega Juárez, Caracol».
«Quizás pasen diez o doce años para que se venda, pero ya le hemos puesto esa etiqueta de que está en venta… Cuando se venda, no vuelvo a pasar por esa rotonda en mi vida», concluye Lolo Picardo.