Hace unos días estuve en el Barrio de la Feria, de Sevilla, y me dio por hacer un experimento a ver qué saben sus vecinos sobre la historia flamenca de ese barrio. Hablé con personas mayores y también con jóvenes, y lo cierto es que me fui un poco triste. Si eso lo haces en Jerez: en Santiago, la Plazuela o San Miguel, en cualquier taberna te darían una charla con todos los detalles de dónde vivieron o nacieron Chacón, La Sarneta, El Chato, Carito, Terremoto o El Sordera.
Los habitantes de esa parte de Sevilla apenas tienen memoria de lo que fue La Feria, San Juan de la Palma, San Román, San Roque, San Luis o la Macarena. De la cantidad de artistas que ha dado esa parte de Sevilla y los que vivieron en la época dorada de este arte. El Maestro Pérez, José Lorente, El Pintor, su hijo Lamparilla, Manuel Escacena, El Mochuelo, Pastora y Tomás, las hijas del Ciego, Amalia Molina, Antonio Ruiz, Caracol, Vallejo… Y si nos vamos más atrás, a la época bolera, Manuel de la Barrera o Manuela Perea La Nena, Manuel Santa María, Sartorio el de San Fernando, El Zarcillero…
¿Qué hace el Ayuntamiento de Sevilla para remediar este lamentable olvido producto de la endémica desidia de los sevillanos? No sería mala idea crear un premio de investigación, por ejemplo. También que la Bienal promoviera alguna producción basada en lo que fue esa parte de la Sevilla flamenca. He pedido decenas de veces algo así, y como si se lo pidiera al caballo del Prado. Lo he hecho de manera pública, desde mis medios, y también privada, y no hay manera de que presten atención a este asunto.
Recuerdo que tuve algunas conversaciones con la maestra sevillana Eloísa Albéniz, la que fuera esposa de Arturo Pavón Cruz, el hermano mayor de Pastora y Tomás, y padre del pianista del mismo nombre. Esta mujer se quejaba ya entonces, con noventa años, de la poca cuenta que le echaban a la Alameda de Hércules y a toda esa zona. Llegó a pedirme en su casa que le propusiera a Diez Minutos, la revista del corazón, la publicación de sus memorias.
Ella fue artista, pero luego se hizo profesora y por su academia de la Plaza de la Mata, en la Alameda, pasaron casi todas las cantaoras y cupletistas de Sevilla para que las enseñara a cantar a piano, a bailar, cantar o a saber estar en un escenario. Me contó que Juanita Reina no se podía pagar las clases y que su madre lo hacía con paños de croché. También me contó que el guitarrista Currito el de la Jeroma, jerezano recriado en Sevilla, guitarrista de la Niña de los Peines, Manuel Torres y La Macarrona, se iba a la academia a tocar el piano y que era una maravilla cómo lo hacía por seguiriyas y soleares, a veces con Tomás cantándole.
Una lástima que toda esa memoria se esté perdiendo con el paso de los años sin que no hagamos nada por evitar que se pierda del todo. Algo he hecho yo con mis escasos medios, las biografías de Pastora, Tomás y Escacena, pero no es suficiente. También ha hecho mucho José Luis Ortiz Nuevo con sus investigaciones en la Hemeroteca. Pero habría que hacer mucho más.
Entré en una tienda de la calle Relator, de donde era el célebre Lorente, le dije a una señora muy mayor que el soleaero era de esa calle, preguntándole a continuación que si lo sabía, y me dejó boquiabierto con la respuesta: “¿Ese no era de Granada?”. Lo confundió con Enrique Morente.
Los rabos de pasas son buenos para recuperar la memoria. Pues eso.