Julio Ruiz (Almería, 1993) trabaja desde la herida, entre la luz y la oscuridad, entre la comedia y la tragedia. Este bailaor y coreógrafo, a punto de estrenar su nuevo trabajo, La familia, en la primera Bienal de Flamenco de Madrid –3 de junio en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque–, se ha convertido en el primer artista flamenco en conseguir la prestigiosa beca del Centre National de la Danse de Paris, una experiencia que ha marcado profundamente su nueva creación.
La Familia es una pieza que integra escritura, danza, performance y flamenco para explorar las dinámicas familiares a través de tres mujeres fundamentales en su vida: su madre, su abuela y su tía. «Nunca entendí la relación entre ellas. De pequeño veía que no era la que tenían otras familias», confiesa el artista unos días antes del estreno, esos días que se viven con emoción pero a la vez con el vértigo que da exponer el trabajo al público, que encuentra en esta obra una manera de dinamitar patrones heredados y construir su propia definición de familia.
Formado en el Centro Andaluz de Danza y titulado en Enseñanzas Profesionales de Baile Flamenco, Ruiz compagina sus creaciones autorales con el día a día en los tablaos más importantes del país. Su trabajo se caracteriza por partir de la escritura, disciplina que ha cultivado paralelamente a la danza, y por una honestidad brutal que no rehúye la controversia. En esta conversación con Expoflamenco, el creador reflexiona sobre su proceso artístico, la experiencia parisina que ha transformado su mirada y el estreno de una obra que promete sacudir conciencias.
¿Qué es La Familia y por qué era necesario contar esta historia?
La Familia es un cuento en el que hablo y reflexiono sobre la familia y sobre las dinámicas familiares, pero me centro en las tres mujeres de mi familia: mi madre, mi abuela y mi tía. Aparentemente es una carta de amor para cada una, pero como el amor es tan abierto y cada uno lo entendemos de una manera, yo lo entiendo como decirle a cada una qué es lo que me gusta de ella y qué es lo que no, qué legado dejan en nuestra familia, con qué me quedo y con qué no me quedo. Mi intención era entender la dinámica de mi familia, y también dinamitar, decir «vale, vamos a acabar con todo esto para empezar de nuevo». Ahora, con todo lo que me quede y con todo lo que no me quede, decidiré yo qué es para mí una familia.
Este nivel de exposición personal es muy arriesgado. ¿Cómo has gestionado trabajar sobre algo tan personal?
Me pasa casi siempre con todos mis proyectos, que intento mostrarme lo más vulnerable posible, porque es como entiendo el arte y como entiendo que puedo conectar con el que esté sentado. Cuando me meto en un proceso suelo estar acompañado de qué necesito contar en este momento y cómo hago que la otra persona se haga una pregunta, por lo menos parecida. La pregunta que yo me hago aquí es quién es mi familia, quiénes son estas personas que comparto cada Nochebuena y que yo no he elegido. Es verdad que tiene su momento de dificultad, sobre todo ahora, justo antes del estreno, que es el momento más sensible de los proyectos. Pero desde que empezó este proyecto hace casi dos años hasta hoy, muchas de las preguntas que me hacía han encontrado respuesta. Pero lo abordo desde la ficción, por eso es un cuento, y he estado muy en contacto con mi madre para elegir los límites de la exposición. También es verdad que mi familia es una familia muy artista y que está todo el rato entre la comedia y lo trágico, que es una cosa muy de Andalucía.
«Soy un bailaor que escribe, un bailaor que si estoy en el tablao me pongo mis camisas de lunares porque me vuelven loco, y luego hago creación. No hago flamenco contemporáneo ni flamenco no sé qué. Soy un bailaor, y punto. Ahí puede caber todo lo que yo quiera que quepa»
¿Por qué has elegido centrarte en las mujeres después de haber explorado la masculinidad en Tocar a un hombre? ¿Cómo se relacionan ambas obras?
Creo que la relación que tienen es justo irme al otro extremo, que la figura del hombre esté en un segundo plano. Las mujeres han marcado todo en esta familia. Somos todos hombres, no tengo ninguna prima, y las únicas mujeres son mi madre, mi tía y mi abuela. Ellas han marcado todo. Creo que el 50 por ciento de lo que somos es ellas, y además cada vez lo noto más. Por mucho que yo no quiera ver el amor como lo ven ellas, ver la muerte como la ven ellas, es que claro que lo veo. A mí me erotizaba mucho la cosa de desaparecer yo y que aparezcan ellas en escena.
Tu trabajo parte de la escritura, algo poco habitual en el flamenco. ¿Cómo se relaciona la palabra con el movimiento en tu proceso creativo?
Como casi todo lo que cuento parte de una herida muy concreta, me ayuda muchísimo ponerle palabra y luego ya hablo en movimiento. Me pasa una cosa escribiendo: me siento incluso más libre que con la danza porque no tengo ninguna presión. Como no soy escritor, esta cosa de sentirme impostor me da igual, me mancho con muchísima libertad. Escribo porque quiero, porque estoy libre y porque me hace verlo todo con mayor claridad.
En el equipo de trabajo hay algunos nombres importantes. ¿Por qué están ellos? ¿Cómo les has elegido para esta obra?
El principal es Ernesto Artillo, con el que colaboro desde 2020. Me acompaña en dirección y dramaturgia. Creo que hacemos un equipo maravilloso, nos entendemos muy bien y tenemos visiones del arte complementarias. Me aclara muchísimo y me baja muchas ideas a tierra. También está Macarena Regueiro, que es una actriz maravillosa que me está acompañando en el proceso. Y en escena estarán David de Ana, que es un guitarrista malagueño que digo yo que tiene 12 años porque no me puedo creer lo joven que es, y Pepe de Pura al cante. Me gustaba mucho el hecho de juntarnos tres generaciones completamente distintas y sin conocernos de nada ninguno de los tres. Es la primera vez que me siento en medio, porque siempre me he sentido el pequeño y ahora hay alguien más joven que yo. Es muy interesante escuchar a David, es especial sobre todo compartir las visiones de la vida.
«Cuando hicimos ‘Tocar un hombre’ subimos una sevillana a redes que se hizo viral y ahí nos insultaron un montón. (…) Lo más positivo es que Manuel Liñán, que tiene voz, haga este tipo de cosas presentes y que después de unos días en los que los ataques le han afectado, no pare ni deje de hacer sus obras y que los teatros sigan llenos»
El vestuario tiene un papel importante, ¿cierto?
No quiero desvelar mucho porque es la principal sorpresa que guardamos para el estreno, pero sí lo tiene. Está diseñado por Ernesto Artillo y confeccionado por Carlota Caro. Yo siempre le he dado importancia a la imagen, pero es verdad que es una apuesta bastante grande la del vestuario.
Sin desvelar mucho, se intuye que habrá protagonismo de las faldas y no podemos dejar de preguntarte por el ataque que ha recibido en redes recientemente Manuel Liñán por bailar con bata de cola. ¿Cómo vives este tipo de situaciones? ¿Cómo te afectan, si es que lo hacen, estos ataques?
A mí lo único que me afecta es que Manuel lo haya pasado mal. Eso es lo que me parece horrible. Cuando hicimos Tocar un hombre subimos una sevillana a redes que se hizo viral y ahí nos insultaron un montón. Nos dijeron barbaridades. Lo que pasa es que creo que no me cambia, al revés: esto interpela, pues más faldas voy a tener. Lo más positivo es que Manuel, que tiene voz, haga este tipo de cosas presentes y que después de unos días en los que los ataques le han afectado, no pare ni deje de hacer sus obras y que los teatros sigan llenos. Para los niños que vengan detrás que digan «no, no, que seguimos, que no hay que parar de ponerse la bata, que no hay que pararse». El arte debe incomodar, debe hacer que la gente se cuestione su realidad.
La residencia en París ha sido fundamental para La familia. ¿Qué te ha aportado?
Ha sido un sueño para cualquier coreógrafo, pero para cualquier coreógrafo español más, porque de repente fueron tres meses de vivir sin precariedad la danza. Una cosa de «es posible, ¿cómo puede ser?». Vivía en la Ciudad Internacional de las Artes, un complejo residencial donde hay 300 artistas de todo el mundo. Compartir con ellos ha sido un verdadero sueño. Lo primero que me dijeron cuando llegué fue «no nos debes nada». Evidentemente creas desde otro lugar. No solo puedes crear desde el placer y de la tranquilidad absoluta.
¿Cómo ves las diferencias entre el panorama cultural francés y el español?
Me sorprendía muchísimo que un martes fuera a un teatro de las afueras de París, a ver un artista que no tiene un gran nombre, y de repente está el teatro lleno. Porque hay educación cultural. Aquí es impensable. La entrada más barata que me he gastado han sido 50 euros, y a pesar de esto los teatros están siempre llenos. Además, en París todos los artistas, desde un técnico hasta un bailarín, tienen la ayuda de la intermitencia, porque se sobreentiende que el artista no tiene la misma continuidad que cualquier trabajo ordinario, y eso da una seguridad que te hace afrontar la creación de otra manera.
«Creo que el 50 por ciento de lo que somos es ellas. Por mucho que yo no quiera ver el amor como lo ven ellas, ver la muerte como la ven ellas, es que claro que lo veo. A mí me erotizaba mucho la cosa de desaparecer yo y que aparezcan ellas en escena»
¿Cuál crees que es tu lugar dentro del baile flamenco actual?
Yo encajo donde quiera el programador que encaje. Esa es nuestra realidad. Si tuviera que definirme, te diría que sobre todo yo soy bailaor. Lo que quiero es que en la palabra bailaor pueda caber todo lo que yo quiera. Soy un bailaor que escribe, un bailaor que si estoy en el tablao me pongo mis camisas de lunares porque me vuelven loco, y luego hago creación. No hago flamenco contemporáneo ni flamenco no sé qué. Soy un bailaor, y punto, y ahí puede caber todo lo que yo quiera que quepa.
Después del estreno en la Bienal, ¿qué planes tienes?
La Familia tiene tres patas: el proyecto escénico, que se estrena en Madrid y tendrá su recorrido por escenarios, un documental cinematográfico que se llama Diario cinematográfico –mi mayor referencia es Jonas Mekas– y un documento escrito, un libro de artista. Es la primera vez que me atrevo, pero como le digo a mis amigos, «este libro es para vosotros». Escribo desde hace muchísimos años y que haya un documento escrito e impreso de todo lo que he escrito de mis proyectos me hace muchísima ilusión.
¿Cuál es tu definición del éxito en esta profesión?
Mi felicidad y mi éxito es que siento que me mantengo y que con mis proyectos hago lo que me da la gana. No siento saltos ni pelotazos. Me siento como una hormiga: todo poquito a poco y con mucho trabajo. Sembrar, sembrar, sembrar, y luego recoger. Siento que estoy en un sitio que me hace muy feliz. Siento que cumplo el deseo del Julio niño, y en eso estoy yo. ♦
