El Miércoles de Ceniza, 5 de marzo, es el día en que el calendario de 2025 marca el inicio de la Cuaresma, el comienzo de las celebraciones litúrgicas dentro de la comunidad católica. Es, por tanto, la temporada en que los flamencos nos preparamos para conmemorar la Resurrección de Jesús mediante la oración cantada.
La fecha se determina en función del ciclo lunar. Se fija contando hacia atrás 46 días desde el Domingo de Resurrección o Pascua, excluyendo los domingos. Y es el tiempo en que los saeteros ya tienen engrasadas sus gargantas para la reflexión, la penitencia y la conversión a través de un cante, la saeta, que, aunque profesionalizado, no deja de ser una llamada a la transformación interior y a la preparación espiritual para la Pascua. A fin de cuentas, es el modo en que nuestros cantaores reconocen su fragilidad y buscan la gracia de Dios en su camino de la fe.
Pero hasta alcanzar el Domingo de Pascua, cuando, de acuerdo a los evangelios canónicos, conmemoramos la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado, los flamencos despiertan la atención de aquellos amantes del género que encuentran en el saetero al portavoz del llanto de un pueblo que ansía rememorar el Drama Sacro en toda su trascendencia popular.
Andalucía, por generalizar, vuelve, pues, a la verdad cruda y directa de la saeta, aquella que alarga los brazos de su queja por entre la muchedumbre. Y lo hace con las Escuelas de Saetas que proliferan en localidades como Sevilla, Málaga, El Puerto de Santa María, Carmona o Utrera, entre otras, pero también con el realce de las exaltaciones, actos que, ora organizados por las instituciones públicas, ora por el tejido asociativo, se celebran en diversos contextos religiosos, culturales y emocionales, dado que las saetas no son impersonales ni opacas, pues gozan del interés de la afición y en no pocos momentos llegarán a conmover al más exigente.
El acto más cercano a quien firma se anuncia como Exaltaciones de Cuaresma, conciertos que organiza el área de Cultura y Juventud de la Diputación Provincial de Sevilla y que, coordinados por Pedro Chicharro, este año se expanden a localidades como Constantina (9 de marzo), La Rinconada (día 16), La Puebla de Cazalla (día 23), Umbrete (día 29) y Aznalcázar (día 30), donde, como acto religioso que es, todas se desarrollarán en un templo a excepción del pueblo morisco, que acogerá la exaltación en la Bodega Antonio Fuentes.
La terna de saeteros convenidos por la Administración provincial sevillana representa a las localidades de Utrera, La Puebla de Cazalla y Lebrija, respectivamente, y son Ana Consolación García Segovia, Rubito Hijo y Fernanda Peña, saeteros que viven, obviamente, del caudal de los viejos y grandes maestros, pero que conforman una personalidad tendente a dotar de complejidad al estilo, al par de marcar distancia con los orígenes a fin de que parezcan nuevas y con invención actualizada.
«Las Exaltaciones de Cuaresma están organizadas por el Área de Cultura y Juventud de la Diputación Provincial de Sevilla y este año se expanden a localidades como Constantina (9 de marzo), La Rinconada (día 16), La Puebla de Cazalla (día 23), Umbrete (día 29) y Aznalcázar (día 30). Todas se desarrollarán en un templo a excepción del pueblo morisco, que acogerá la exaltación en la Bodega Antonio Fuentes»
Por la confesión que hacen de los sentimientos, podemos decir que Ana Consolación, Rubito y Fernanda son románticos, y por la solidez estructural que expresan de la saeta y el orden de sus desarrollos, aparecen como clásicos, aunque cada uno a su manera.
Esto confirma, de igual modo, el porqué en la saeta la aparente facilidad para la melodía perjudica la profundidad y la fuerza dramática de la idea musical, sin que por ello dejen de penetrar en la peculiaridad de este cante de temporada.
La regla es válida e incontestable para la inmensa mayoría de sus contemporáneos. Porque si bien es cierto que nada muere tan pronto como un cante infecundo, la actitud que adoptamos ante la saeta es considerarla por su ilimitada permanencia en nuestro ánimo y por la perpetuidad histórica conseguida.
Es la tónica dominante en estos enaltecimientos sonoros cuaresmales. Obsérvese si no la XII Exaltación de la Saeta, organizada por los ayuntamientos de Mairena del Alcor (9 de marzo), Utrera (día 13), Écija (día 23) y Vélez-Málaga (día 28) –ésta con el concurso de la Diputación Provincial de Málaga–, donde cada localidad aporta a sus propios saeteros, con la novedad este año de que Écija contribuirá, además, con la creación de una nueva marcha procesional, Misericordias de María, del compositor Aurelio Gurrea Chalé.
Nombres como los de Bonela Hijo, Manuel Cástulo, Virginia Gámez o José de Chaparro son, entre los muchos, ejemplos claro de voces que no sólo conocen los códigos de la tipología de la saeta, sino que su práctica les enorgullece, de ahí que sean la espiritualidad del temperamento flamenco y el hondo sentir religioso quienes les piden la necesidad de echar el corazón huracanado por la boca para llevar, al terreno que le es propicio, el misterio épico de los primeros años cristianos.
Así es como los territorios flamencos, desde Madrid a las comunidades de Cataluña y Extremadura, y principalmente en todos los rincones de Andalucía, anuncian desde el inicio de la Cuaresma el verso preparatorio que da paso a la efervescencia del grito, ese que el cantaor clava de manera fulgurante en la sicología del gentío y que desemboca en unos tercios espeluznantes, composiciones por las que procesionan las virtudes poéticas de nuestras advocaciones y plegarias anónimas e inquietas que, por transparentar asombro y sugestión mágica, tan cabalmente calan en la sangre de nuestros pueblos.