En aras de reivindicar los derechos de las mujeres, de alzar la voz por y para la igualdad y de no retroceder en la consolidación y la necesidad de seguir avanzando, no todas nuestras artistas afrontan el imperativo de prosperar hacia una sociedad sin brechas de género.
Consumamos el primer tercio del siglo XXI y es inaceptable soportar lo más desagradable de la sociedad machista, con convicciones patriarcales, o lo que es aún peor, la violencia de género y la violencia sexual. Es necesario, pues, reclamar la reducción de las desigualdades de género y potenciar la igualdad real, único modo de concluir en una sociedad más igualitaria y, por consiguiente, con mayor calidad democrática.
Es la reflexión reivindicativa que, a poco de celebrar el Día Internacional de la Mujer, me obliga el espectáculo Olvidadas (A las Sin Sombrero), montaje que Mercedes de Córdoba puso en escena el pasado 28 de septiembre, en el seno de la Bienal de Sevilla, y que el 27 de febrero desembarcó en el Festival de Jerez con el certero análisis de nuestro compañero Kiko Valle.
La bailaora cordobesa centra el foco en las Sinsombrero, las mujeres intelectuales olvidadas de la Generación del 27, en la que sobresalieron autoras, artistas o pensadoras con el denominador común de que lucharon por los derechos de la mujer, por el progreso, y participaron activamente en la vida intelectual de los años 20 y 30.
Con el objeto de rendir homenaje a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte, escritores y poetas se reunieron en el Ateneo de Sevilla el año 1927, pero las aportaciones de las mujeres intelectuales, a diferencia de las de sus coetáneos, quedaron silenciadas durante décadas.
La mayoría de ellas formaron parte del Lyceum Club Femenino, y realmente fueron las impulsoras de la generación del 27. Sin embargo, la Historia las relegó, hasta que la cineasta y escritora barcelonesa Tània Balló inició el año 2009 un proyecto cultural para reivindicar la figura de estas mujeres a las que bautizó como las Sinsombrero.
Este remoquete es debido al gesto que en los años 20 tuvieron los intelectuales en plena Puerta del Sol, de Madrid, según supimos por la pintora Maruja Mallo, que relató cómo ella misma junto a Margarita Manso, Salvador Dalí o Federico García Lorca, entre otros, se quitaron el sombrero como símbolo de “liberar las ideas y las inquietudes”, un gesto que no fue muy bien recibido por los viandantes y según cuenta la pintora, el público les apedreó insultándoles.
«Mercedes de Córdoba centra el foco en las Sinsombrero, las mujeres intelectuales olvidadas de la Generación del 27, en la que sobresalieron autoras, artistas o pensadoras con el denominador común de que lucharon por los derechos de la mujer, por el progreso, y participaron activamente en la vida intelectual de los años 20 y 30»
Ese gesto fue el germen de una de las etapas más prolíficas de la vida intelectual de España, como así lo constata Mercedes de Córdoba, que define su propuesta como “un culto, una veneración, una obligación, un grito de admiración, un pésame a los verdugos y un abrazo a las víctimas, a su legado, a su alma, a su cuerpo, a su mente, su espíritu, a lo que fueron, son y serán con o sin constancia de ello, porque tratar de olvidar fue la manera de querer recordar para siempre”.
La bailaora y coreógrafa de la capital califal se ha reunido de un grupo de exigente nivel, tanto el cuerpo de baile como el conjunto musical. Traslada el relato de estas mujeres que desarrollaron su actividad artística desde Madrid, principalmente, asumiendo el papel de lo cultural en la construcción de la identidad sexual, y configurando enfoques como si se tratase de una ideología, de un movimiento de cambio sociopolítico.
A tal fin, el montaje abre al espectador a aquellos nuevos conceptos de modernidad que procedían de Europa. Las coreografías, articuladas en tres movimientos, se adaptan a las corrientes de vanguardia de heroínas intelectuales que se comprometieron con su tiempo, pese a provenir de una clase social acomodada, o caracterizarse por cursar estudios universitarios, conocer idiomas y viajar.
En los tres bloques subyace el desafío por la igualdad de género. No es una obra con formato de ensayo, aunque muestra un proceso de creación dancística donde la representación de la mujer, impulsada por el esfuerzo de derribar los muros que la rodean y eliminar todas las barreras que impiden su empoderamiento, es mayor que nunca.
Hay en la puesta en escena elementos que no obstaculizan la participación activa de la mujer. Y ahí radica el mérito de la propuesta, en salvar los posibles impedimentos, siempre en aras de la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, de la libertad, pero también de la prevención y eliminación de todo tipo de discriminación.
Milonga, el vals número 2 de Dmitri Shostakovich, guajira, tangos, bulería, nana y seguiriya amparan a las mujeres en danza de las Olvidadas, sabias madrileñas en su mayoría que se interpretan a sí mismas, y que, en este tiempo, gracias a la ideación de Mercedes de Córdoba, recogen el testigo de la cineasta Tània Balló, que publicó varios documentales sobre este grupo de intelectuales que cuentan con una plazuela en el madrileño barrio de las Letras bajo el remoquete de las Sinsombrero.
Hay que felicitar, pues, a Mercedes de Córdoba porque, a vista de celebrar el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer, reconforta conmemorar tan significa fecha con flamencas que ponen en pie de igualdad su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como artista y como mujer.