Cuando despierta el duende de un apellido los quejíos son puñalás. Dolores Agujetas asestó un manojo a los que pudimos asistir en el Espacio Expoflamenco de Jerez al recital íntimo que ofreció esta gitana. Un puñao de aficionaos disfrutamos en el recogimiento de esta coqueta sala los zamarreones que endiñó Dolores. Desde que despegó la comisura de sus labios hasta que se despidió con la gratitud en sus ojos y el corazón desbordao solo hizo entregarse a pecho descubierto.
Domingo Rubichi puso las cuerdas al servicio de la gitanería. Y llevó mejor que en brazos ca uno de sus envites. Sencillo y rotundo, tejió un diálogo con los melismas de Dolores. Bordones redondos y falsetas flamencas como ningunas lucieron con empaque a la izquierda de la cantaora. Abrazó las maderas de la sonanta para responder preciso, arropándola, dándole lo que pedía, arrabatadoramente jondo.
«Dolores le puso su sello a cada uno de los tercios con los que nos arañó el alma. Colocaba con acierto el cante. Abrió por tientos tangos y sus mecías recortás auguraron una noche de pellizcos. Paladeó la soleá a sorbitos de locura. Se paró para decir el taranto dejándolo caer, hablaíto, bien tirao»
No cabe aquí desmenuzar estilos porque Dolores le puso su sello a cada uno de los tercios con los que nos arañó el alma. Colocaba con acierto el cante. Abrió por tientos tangos y sus mecías recortás auguraron una noche de pellizcos. Paladeó la soleá a sorbitos de locura. Se paró para decir el taranto dejándolo caer, hablaíto, bien tirao. Y con dos fandangazos agujeteros perfiló las vereas negras. La dulzura de la malagueña la rajó en su garganta de alfileres. Luego erigió un monumento a la seguiriya. Rebuscó en las penas oscuras el lamento profundo de un dolor insondable para sangrar en el recuerdo de Manuel Torre, tamizado por las entretelas de una Agujetas y rematado con el macho de Manuel Molina. Ahí se fajó doliente fundiendo los metales morenos de su casta. Retorciéndose las venas para empujar las fatigas a su nuez, rebañándose los centros, dejándolos en carne viva. Y para alivio de los pesares abrochó el recital por bulerías con las palmas de familiares y amigos. La pataíta de rigor y aquello quedó rubricao para los anales del flamenco. Dolores ofreció un recital soberbio, de escándalo. Nos regaló una reliquia. Cantó pa rabiá, escarbando en la espesura de su raigambre para tiznar con su nombre las memorias del cante gitano.
El apunte: una expresión atávica
Hoy día, escuchar a esta cantaora es situarse ante un vestigio. Una línea directa a los soníos manueltorreros. Esa una forma de colocar la voz para privilegiar lo hablado, con sílabas casi deletreadas y masculladas, envueltas en un eco transido y doliente. Tercios cortos pero salpicados de ayeos punzantes como aguijones de avispa. Es, también, un decir el cante con aspereza y rebeldía a partes iguales. El mensaje de Dolores Agujetas –como lo fuera el de su abuelo, padre y hermano– actúa como papel secante y nos invita imaginar paisajes desolados. Así, emerge el dolor vinculante de sus propuestas porque el sentido último no es gustar sino compartir su angustia: ‘Dices que te vas / llévame contigo / que yo me quedo muy solita en este mundo / yo no tengo amigos’… Dolores Agujetas es la crónica de un lamento conservado en ámbar. De ahí el privilegio de asomarse al abismo de esta expresión que languidece a cada hora que pasa.
José María Castaño
En este enlace tenéis acceso al recital completo de Dolores Agujetas con Domingo Rubichi dentro de los conciertos en íntimo de Espacio Expoflamenco durante el Festival de Jerez 2024:
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