El desaparecido escritor, poeta y flamencólogo jerezano Manuel Ríos Ruiz se empeñó en que me dieran el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología, que recibí en 2010. Un premio doble, por la crítica y la investigación llevadas a cabo durante tantos años. Se lo agradecí en su momento y se lo agradezco de nuevo allá donde esté, puesto que murió el pasado miércoles en la capital de España. Sabía que estaba delicado de salud pero no pensé jamás en que su muerte estuviera tan cerca.
Manolo Ríos, como lo llamaba Juan de la Plata, era una de mis referencias importantes. Él, José Blas Vega, Félix Grande y pocos más fueron fundamentales para mí como aficionado al cante, primero, y luego como crítico y escritor de temas flamencos. Manolo no era lo que llamamos un investigador, aunque investigó bastante y le debemos libros muy importantes. Era sobre todo un gran escritor y poeta. La última vez que le vi en Sevilla me dijo que nunca se había sentido flamencólogo y que admiraba a los que investigaban tanto para llegar a la verdad del origen del flamenco.
Hubo escritores andaluces que se sirvieron del flamenco para conseguir sus objetivos en el mundo de la literatura, pero no fue el caso de Manuel Ríos Ruiz, quien nunca se olvidó del flamenco, arte al que dedicó decenas de años. No se le ha reconocido su labor, como tampoco a José Blas Vega, Félix Grande, Antonio Murciano o José Luis Ortiz Nuevo. Entristece escribir sobre esto, porque no es justo que se vayan, como en el caso de Manolo, sin haber sido debidamente reconocidos.
La primera vez que tuve la oportunidad de hablar con Manolo Ríos supe enseguida lo cercano que era. Al margen de sus méritos como escritor y poeta, era de una sencillez que estremecía, lo que le sirvió para que fuera muy querido por los artistas, los aficionados y sus compañeros. Manolo iba lo mismo a una peña a dar una charla, que al mejor teatro de Madrid para hacer una crítica en Abc. No era nada polémico, sino todo lo contrario: le gustaba pasar inadvertido y lo consiguió siempre.
La última vez que le escuché una conferencia fue en Sevilla, sobre Manolo Caracol en el centenario de su nacimiento. Fue una charla desafortunada porque vino a decir lo de siempre, sin aportar nada nuevo, y se lo recriminé en el periódico. Se molestó bastante y me lo hizo saber a través de una carta. Pero al poco tiempo nos encontramos en Madrid y vino a darme un abrazo. “Está todo olvidado”, me dijo. Esto demuestra la clase de persona que fue este hombre tan importante para el flamenco jerezano.
Lo mismo que nos vamos quedando sin referencias en el cante, también estamos perdiendo las de la crítica o la flamencología. Es ley de vida, pero duele. Manolo Ríos fue para mí poco menos que un dios y me ha dolido esta muerte como me duelen las de mis seres más queridos. Ni más ni menos. Era ya una primera pluma del flamenco cuando yo ni soñaba con dedicarme a esto de escribir. Así que es lógico que esté aún conmovido por esta irreparable pérdida, la del escritor y el amigo.
Su obra, que es muy importante, será quien lo mantenga vivo. Es la ventaja de quienes se dedican a escribir o a cantar. Fíjense, que cuando yo nací, en 1958, ya estaba don Manuel Ríos escribiendo y trabajando por el flamenco, un arte que entonces no tenía ni por asomo el reconocimiento que tiene hoy. Él ayudó a lograr eso, que nuestro arte sea hoy reconocido en el mundo entero. Gracias, don Manuel, por tantos años de dedicación y amor al arte que tanto te dio y al que tanto le diste.