La Bienal de Sevilla de este año va a dejar para la historia el concierto del célebre Niño de Elche. Por desgracia, porque fue lamentable, de lo más penoso que he visto en el festival y he vivido todas las ediciones, así que he visto de todo. Antes de que este muchacho naciera ya estaba viendo bienales, desde la conquista del I Giraldillo por parte de Calixto Sánchez, en 1980, la de Mario Maya, ganando el del Baile, en 1982, y la del Toque, que ganó Manolo Franco en 1984. Y puedo asegurar que nunca había llegado a sentir vergüenza ajena, como anoche en el Lope de Vega, un teatro que debería ser sagrado.
Antonio Zoido, el director de la Bienal, debería saberlo y no haber programado semejante engendro musical en un escenario que ha sido pisado por las figuras más grandes de este arte, al que Francisco Contreras Molina, que así se llama, odia hasta el punto de ridiculizarlo cada vez que le dan la oportunidad, como hizo anoche en la presentación de su Antología del cante heterodoxo.
Podríamos decir eso de que es una lástima que esté desperdiciando su talento, pero es que no tiene el talento que se le supone, aunque tampoco es tonto. Digamos que está preparado. No está dotado para el cante jondo, porque le falta lo principal, que es el don de la emoción. No emociona nada, es plano, canta falseando el cante e impostando la voz. ¿Dónde radica, entonces, su importancia? Es que no es importante, al menos desde el punto de vista flamenco.
Podría serlo si aprovechase sus escasas condiciones para hacer algo medianamente decente. Pero en vez de eso, se dedica a ridiculizar este arte y a sus protagonistas, que son los grandes maestros y las grandes maestras. No sé si coincidiréis conmigo si estuvisteis en el teatro. ¿No imitaba a Menese cuando hablaba? Empezó saliendo vestido de calle al escenario, con vaqueros, camiseta y zapatillas de deportes, para cambiarse de ropa en el escenario ante un teatro lleno. Se quedó literalmente en calzoncillos. Eso ya apuntaba de por dónde podía ir la noche, muy hablador, con ofensas al flamenco y a Dios.
Claro que todo eso se podría haber soportado si luego hubiera liado el taco cantando, pero nada más lejos de la realidad. Ni siquiera voy a entrar en analizar lo que hizo porque esto no es la crítica del espectáculo sino un artículo de opinión sobre la presencia de este señor en la Bienal. Tenían más gracia aquellos humoristas que se mofaban del flamenco en la televisión franquista, como eran Fernando Esteso, Toni Leblanc o Los hermanos Calatrava. Por lo menos eran simpáticos. Y no crean que no se reía el público con el Niño de Elche, que sí. Siempre que hablaba. Desde luego, era un público ajeno al flamenco. No vi a nadie que conociera, y no lo digo en broma. Eran sus seguidores; en general, personas que lo siguen porque es un antisistema del flamenco, un arte que no todos los españoles entienden y que muchos consideran caduco y cateto. Entre ellos, el Niño de Elche.
El acontecimiento no merece más líneas. Un día negro para la Bienal y un error monumental de su director.