Todavía es pronto para que demos datos sobre cómo han ido los números de la XX Bienal, clausurada ayer con un concierto de Dorantes. No es que a mí me importen mucho los números, las cuentas, pero se trata de dinero público y es bueno que se sepa cuánto le cuesta el festival al Ayuntamiento de Sevilla. Me interesa más el balance artístico, y a la hora de hacer el mío para ExpoFlamenco es complicado porque no he visto todos los espectáculos al resultarme imposible sin dejar hecha la crítica del primero. Por tanto, no me parecería justo habiendo asistido solo a catorce o quince espectáculos.
Según lo que he visto, no recuerdo una edición más pobre que esta, sinceramente, con noches que no solo no van a quedar en la historia del festival, sino que dejarán un mal recuerdo. Por ejemplo, la noche de Arena, de Pedro G Romero e Israel Galván, con el Niño de Elche de invitado, en la Real Maestranza de Sevilla, que no suele ser un coso taurino para charlotadas. Me pareció penosa. Además de muy costosa, y lo vamos a ver en el momento en que se publiquen las cuentas.
Este espectáculo y el del Niño de Elche han sido los más lamentables, siempre según mi opinión. ¿He dicho opinión? Sí, claro. En la Bienal hay un problema con la opinión de los críticos. Dicen que los de Sevilla somos demasiado duros con los artistas, y es posible que sea cierto. De hecho, me consta que algún artista no ha querido venir alguna vez a este festival por temor a las críticas. Y de cierto renombre. Aunque no suelo leer críticas durante el festival, este año sí lo he hecho para ver si es verdad que nos pasamos. Y no, me parece que la crítica en general no es nada dura, aunque le hayamos dado para el pelo al cantante de Elche. Poco, creo, para lo que ha largado él sobre los críticos antes y después de la cita.
Hay que tener en cuenta algunas cosas a la hora de analizar lo de la crítica en la Bienal. Primero, la escasez de profesionales, porque es un trabajo que no está bien remunerado, cuando lo está. Como, al parecer, para ser crítico de flamenco hay que estudiar cuatro o cinco carreras, para que te paguen veinte euros por una crítica, cuando te los dan, ¿compensa? Menos aún si luego te llama fascista un ejemplar como el Niño de Elche, que manda narices, o te desee la muerte, que eso tiene hasta su gracia. Por tanto, el nivel de la crítica en general es más bien bajo. Pero en Sevilla hay críticos de altura y con experiencia, sin referirme a mí, claro. Manuel Martín Martín, Alberto García Reyes o Sara Arguijo tienen un nivel bueno. ¿O es que no lo tienen por haber puesto en su sitio al citado cantante? ¿Lo tienen cuando ponen bien a un artista?
Personalmente pienso que en la Bienal pueden tener sitio todos los artistas que hagan flamenco. Incluido el de Elche. ¿Venía a presentar una antología de flamenco, ¿no? El director lo trajo para eso, ¿no? Luego resultó ser un espectáculo bochornoso y la crítica en general actuó en consecuencia. Ya sé que este señor se considera un genio, y a lo mejor lo es –en serio, puede que lo sea–, pero su antología no vale para nada desde el punto de vista flamenco. Es que este cantante canta muy mal y nunca podría ser cantaor.
El director del festival sevillano, Antonio Zoido, dijo hace unos días en un conocido programa de radio que él no sabía lo que iba a hacer el sujeto. Muy bien, esto es suficiente como para que no siga al frente de la cita. Vino a presentar una obra que ya había grabado. A lo mejor se refería a lo de ponerse en paños menores o mofarse de la propia Bienal, de Sevilla y de más cosas. ¿Cómo que no sabía, o sospechaba, al menos, la que podía liar el muchacho? Una revolución, según algún periodista de fuera.
La Bienal está medio muerta desde hace años, aunque vaya público a los teatros. Pero Zoido le ha dado la puntilla.