No me ha sorprendido nada que la crítica haya coincidido en el “triunfo” de Mayte Martín en Pamplona, con Tempo rubato. ¿Triunfo, si no es una obra de flamenco? Pues sí. Hace años que dejé de ir a estos festivales a los que nos invitan para que nos portemos bien. Recuerdo que cuando iba como periodista invitado al Festival de las Minas, en la época de los noventa, critiqué algunas cosas y el entonces director me dijo: “Hombre, encima que te invitamos”. Le faltó decir encima que te pones morado en El Vinagrero a costa del festival.
Creo que fui el primero en escribir una columna celebrando el nacimiento del Festival Flamenco On Fire de Pamplona, al que he sido invitado como periodista en dos ocasiones, que recuerde, y decliné tan amable invitación por diversas razones personales, pero también porque te acaban costando el dinero y encima tienes que portarte bien. Lo sé porque llevo ya casi cuarenta años en esto de la crítica, que no son pocos. Los suficientes como para estar cansado de casi todo, pero sobre todo de esto de tener que hacer la vista gorda u ocultar tu criterio porque te pagan un hotel y te invitan a comer.
No voy a ir a Pamplona a aplaudir públicamente el hecho de que programen cosas que no son flamencas o que los artistas se presten a hacer el número de la cabra en los balcones de la ciudad.
Artistas de primera línea que deberían tenerle un respeto al arte que les da de comer y al que representan en el mundo entero. Sí, a mí me parece esto una vergüenza, con independencia de que me guste más o menos la línea de este festival, que me gusta poco, por no decir nada. Y conste que celebré su creación y que me parece estupendo que exista un festival de esta importancia en el norte de España, donde hay muy buena afición desde hace un siglo o más.
A veces me han dicho que tiendo a aislarme, que me aparto. El alcalde de Mairena del Alcor, el popular Ricardo Sánchez, del que tengo muy buena opinión aunque no tengamos los mismos ideales, le dijo a un amigo mío que soy asocial, es decir, una persona que no se integra en la sociedad o no sigue las normas convencionales. Yo creo que sí, pero lo que no soy es un palmero de los políticos y siempre que me han buscado para algo en Mairena, cobrando o no, he estado ahí. Lo que no voy a hacer nunca es limosnear conferencias, ni en Mairena ni en ninguna otra parte.
Entiendo que es difícil vivir de la crítica, de escribir de flamenco, y que es muy atractivo ir de invitado a uno de estos festivales, como los de Pamplona y La Unión. He estado decenas de veces, pero un día decidí que eso se había acabado y que si regreso a La Unión será pagándome hasta la gasolina. O sea, de turista y como un simple aficionado, no como crítico. Porque, además, en estos festivales cada vez hay menos cosas que contar sin tener que dar ojana.
Aclaro que en ningún momento he dado a entender que los que andan por Pamplona se hayan vendido por una conferencia o un solomillo. Ni mucho menos pienso eso. Lo que ocurre es que es muy difícil ser sincero si sabes que te pueden dejar de invitar. Y lo digo por propia experiencia. Difícil, aunque no imposible.