“He estado dentro del huracán”, afirma Juan Ramírez, bailaor nacido en Mérida y afincado en Alicante, repasando su impresionante currículum: Paco de Lucía, Camarón, Enrique Morente… “Y sin enchufe de ninguna clase, me lo he ganado por mis méritos, pegando zapatazos”, subraya.
Fue allá por 1985 cuando se incorporó al grupo del genio de Algeciras, siendo el primero en aportar baile a sus espectáculos. En esta entrevista evoca para Expoflamenco las circunstancias en que se produjo ese encuentro, pero también los desacuerdos que le llevaron a tomar su propio camino.
–¿Cómo fue su primer contacto con el baile?
–Fue a través de un par de tíos míos que bailaban. En Sevilla está por todos lados, y entre la familia y la gente que me rodeaba, empezó uno con el flamenco. Mis padres –él de Badajoz y ella de Córdoba– se vinieron luego aquí a Alicante, y yo tenía como 12 añitos, o por ahí. Lo primero que hice fue cantar, pero me cambió la voz. Yo nunca había pensado antes en bailar, quería ser guitarrista, pero dos guitarristas mayores me vieron darme una pataíta y me dijeron: “Tocas muy bien y tienes una buena edad para empezar, pero bailando tienes muy buena pinta también. Nosotros, de ti, nos quedaríamos en el baile, que hay menos gente”. Me hicieron pensar y les hice caso.
–¿Cuáles son las primeras figuras con las que usted se codea?
–En Sevilla con Matilde Coral, Pepa Montes, La Pelona… Luego empecé a bailar con La Chana, una chica de Barcelona. En Sevilla conocí a Farruco también, y bueno, poco a poco te vas metiendo en el flamenco…
–El encuentro con Paco, ¿cómo se produce?
–Fue en Madrid, adonde había que ir para triunfar. Me fui con 17 o 18 añillos. Entonces Paco solo iba con Ramón, su hermano; el bajista, el catalán; y la flauta. No era todavía un sexteto. Vino un día a verme a un tablao que se llamaba Las Brujas, que ya no existe. Estaba grabando Solo quiero caminar, me vio bailar y me dijo que le gustaría que metiera los pies en una bulería del disco. Le confesé que no sabía si estaba preparado, le tenía mucho respeto al flamenco y a Paco, que ha sido el Beethoven del flamenco aquí, en España. Y me dijo: “No te preocupes, yo no he visto a nadie bailar como tú”. Me echó unos piropos muy bonitos. Y bueno, yo siempre he estado ahí, subiendo escaleras, trabajando, pasando fatigas… El flamenco es muy duro, pero si te gusta y eres joven, te metes en el túnel. Pero es muy duro.
–Paco, ¿era ya la figura reconocida que conocemos?
–Sí, ya estaba reconocido mundialmente. Al final no grabé en ese disco, me volví a Alicante. En aquella época no pensaba las cosas detenidamente. Pero a los diez años vino a la Plaza de Toros de Alicante, fui a verlo y le dije: “Perdona que me marché y no te dije nada”. “No te preocupes, en otra ocasión”, me dijo. Más tarde fui a otro tablao que tampoco existe, Los Canasteros, y me lo encontré allí. Estaba un señor con él en una mesa, el promotor de la gira que acabaría haciendo con él. Me estaba esperando el director de Los Canasteros, Diego Carrasco, y me dice: “Tengo una sorpresa para ti”. Pensaba que sería un bolo, una gala o algo así, pero paso para dentro y allí estaba Paco y más gente, me invitaron a bailar… Con los años me he dado cuenta de que estaba todo preparado. Las cosas te las tienes que ganar entrando a matar y a la primera estocada. Y me fui con él de gira, porque le faltaba el baile, y yo fui el primero. Eso fue en el 85.
«El flamenco está en España tirado por los callejones. Es una música muy marginada, no se la aprecia como se debería. Yo soy gitano, y eso creo que también pesa un poquito en algunos sitios. Cuando la gente se pone un poco tonta, yo les digo: yo no elegí ser gitano, Dios me hizo gitano, me busco la vida bailando, nunca le he robado a nadie nada. Y hay gitanos que son empresarios, que tienen teatros… Somos gente normal»
–¿Le costó acoplarse al grupo en algún sentido?
–Cuando tú sabes lo que haces y los demás saben lo que hacen, la cosa es fácil. El nivel de cada uno era grande: en tres o cuatro días estábamos ajustados, tú los has visto a ellos, ellos te han visto a ti, y todo funciona porque hay calidad.
–¿Con quién hizo mejores migas?
–Con el que mejor me llevaba era con el del cajón, con Rubem Dantas. Y con los demás bien, pero estaban en otra onda. Yo era el más jovencito y el único que se enrollaba conmigo era el Rubem, era como mi hermano mayor. Me daba cuartelillo, yo no sabía hablar inglés y él me ayudaba cuando quería tomar un café o algo… Fue el más cercano, nos ponían juntos en la habitación, en los aviones.
–Y Ramón, ¿cómo era?
–Me llevaba bien con él. Era un hombre callado, serio, mayor que todos.
–¿Cómo era la gira?
–Fueron setenta conciertos por toda Europa, la gira más grande que yo he hecho. A mí me gusta ir a Francia, que está cerquita, a Alemania, pero eso de irte a Japón, a América… Eso ya no me gusta mucho.
–¿Había mucha fiesta tras los conciertos?
–De vez en cuando, cuando terminábamos de cenar, en algunos restaurantes españoles que nos invitaban. Paco tocaba un poquito y había un poco de juerga entre nosotros. Yo lo he hecho poco en mi vida, lo de estar hasta las ocho o las nueve de la mañana tomando copas. Me di cuenta de que el flamenco, aparte de ser un arte, es un trabajo. Ser un golfo y vivir la vida a todo tren no tiene nada que ver con la música. Degenerarse como ser humano, drogarse, a eso hay que llamarlo mala vida, no tiene nada que ver con el compromiso que uno puede tener con su trabajo. Y después al otro día no hay tiempo para ensayar, estudiar o inventar nada nuevo. Un día te puedes quedar hasta las ocho, pero en el flamenco existe quien se pasa toda la vida así.
«Paco lo tenía todo: esa varita mágica que viene ya en la persona, se salía de lo normal. Creador, el mejor. Como intérprete. El compás. Cantaba, tocaba y bailaba con la guitarra al mismo tiempo. Es un don de nacimiento. Paco no era guitarrista, era un músico. Un genio de la naturaleza. Los dos genios que ha dado la naturaleza se llaman Paco y Camarón, los que han enriquecido el cante y la guitarra»
–¿Y cómo se recibía la música de Paco allí donde iban?
–Era un bombazo, no se caían las paredes de milagro, pero era una lluvia de aplausos como yo no había visto en mi vida, en todos los sitios. Unos aplausos que duraban dos y tres minutos de largo. Y Rubem me dijo que desde que había baile se aplaudía más, le gustaba mucho a la gente. Era una locura. Pero una cosa es hablarlo y otra haber estado allí…
–¿Qué falló, entonces?
–Paco pagaba poquito. Cuando se me quitaron las ganitas de estar con alguien tan importante, me marché. Uno también lucha por vivir de esto, por buscarse la vida. Como te dije, eran 70 días por toda Europa de conciertos, y llegué a España con lo que serían unos 900 euros. Muy poquito. Te diré una cosa: con esto no quiere decir que yo sea más que Paco, cada uno hace lo suyo, pero soy un artista que cree en lo que hace. Fue un honor, por supuesto, la experiencia más bonita que he tenido. Pero si yo estoy con Paco y no llevo el sustento para mi familia, sí, lo disfrutas, pero te tienes que ir al quinto pino si hace falta para conseguirlo. Pero no puedes volver con menos dinero del que ganas aquí en España. La gente endiosa a algunos, y si no cuentas lo que quieren escuchar… Tú sabes, tú eres el malo, pero no se trata ni de malos ni de buenos, sino de ganarse el pan.
–¿Le decepcionó esa parte del trabajo con Paco?
–En esa época yo pensaba que un tío que tocaba tan bien la guitarra tenía que tener un corazón de puta madre. Pero después me he dado cuenta de que no tiene nada que ver el don que tiene uno de nacimiento con la bondad del corazón. Son cosas diferentes. Vas aprendiendo, una cosa es la que piensas y otra la que vives, la que encuentras en el camino. Con Paco artísticamente muy bien, por supuesto, para mí fue una forma de enriquecerme desde ese punto de vista, y de ayudarme a creer en lo que hacía, porque si no le gustas, no te llama. Después llamó a Manolito Soler, al Grilo, al Farru… Otra gente.
–En el trato personal, ¿cómo era de cerca?
–Como compañero, un hombre sencillo, normal. Era grande porque había nacido para eso, tenía todos los ingredientes para ser lo que fue. Como Camarón, también era muy sencillo. No tenían que ponerse tiesos para ser quienes eran.
–Su despedida de él, ¿fue agria, o cordial?
–Él hablaba con los músicos y me decían “Paco está muy contento contigo, no quiere que te vayas”. Creo que se quedó un poco triste, todos me decían que disfrutaba conmigo. Pero qué quieres que te diga… No hubo mosqueo. Paco tampoco necesitaba a nadie, no sé si me explico.
«Yo lo he hecho poco en mi vida, lo de estar hasta las ocho o las nueve de la mañana tomando copas. Me di cuenta de que el flamenco, aparte de ser un arte, es un trabajo. Ser un golfo y vivir la vida a todo tren no tiene nada que ver con la música. Degenerarse como ser humano, drogarse, a eso hay que llamarlo mala vida, no tiene nada que ver con el compromiso que uno puede tener con su trabajo»
–¿Cuál es su opinión de los bailaores que le sucedieron?
–El Grilo es más de mi onda, lo vi en Madrid mucho tiempo. Y El Farru también. Manolito Soler era un poco mayor que yo y ya tenía la suya. De pequeño cogí muchas cosas de las películas de claqué, y las metí en el baile de ahora, porque mi padre no me podía pagar nada. Siempre he tenido como referencia a Carmen Amaya, Farruco el viejo, a los grandes maestros que han estado antes que tú… Lo que pasa es que toda esta gente que vino luego ha cogido mi forma de taconear, dar velocidad y riqueza a lo que es el tacón. En Madrid lo sabe todo el mundo, pero si no te quieren dar agua, te la tienes que buscar tú solo…
–Antes de eso, usted sí llegó a grabar en otro disco, Siroco. ¿Cómo fue la experiencia?
–Sí, hice una pinceladita en las alegrías y las bulerías. Paco me puso una maderita cuadrada, pequeñita, el tema ya estaba grabado y me dijo: “Baila aquí, sobre el tema”. Él se encargó de hacer las mezclas. A Paco le gustaba que yo estuviera en su disco. Si no, no habría estado. Uno tiene que dar lo máximo siempre, esté con Paco o con otro. Pero es verdad que no es lo mismo bailarle a un señor del montón, con todos los respetos, que a un señor llamado Paco de Lucía, que es un genio. Siempre te van a apreciar más según con quien vayas, se llama reputación.
–Y como aficionado a la guitarra, ¿qué cree que tenía Paco que lo hiciera tan diferente a otros?
–Paco lo tenía todo: esa varita mágica que viene ya en la persona, se salía de lo normal. Creador, el mejor. Como intérprete. El compás. Cantaba, tocaba y bailaba con la guitarra al mismo tiempo. Todo, completo. Es un don de nacimiento. Luego te lo curras, claro, pero hay otros que se lo curran también y no llegan a ser tan buenos. Paco no era guitarrista, era un músico. Un genio de la naturaleza. Para mí y para mucha gente, los dos genios que ha dado la naturaleza se llaman Paco y Camarón, los que han enriquecido el cante y la guitarra. Lo digo con mucho respeto para todos los demás, pero Dios le da el don a quien quiere. Se desarrolla con el tiempo, pero si no lo traes en tu alma, en tu espíritu, no sale tan bonito.
–Con Camarón, ¿cómo fue su contacto?
–Camarón era muy diferente, más cerrado que Paco, también me echó unos piropos muy guapos. Te contaré una anécdota. Cuando estábamos grabando su último disco, Potro de rabia y miel, donde grabo yo una bulería, estábamos en el estudio y dicen: “Vamos a descansar un poco, que después de tantas horas aquí metidos la cabeza se te pone empepinada”. Fuimos a un bar a 500 metros, eran como las tres o las cuatro de la tarde, en busca de un bocadillo y una cerveza fresquita. Iban Paco de Lucía, Pepe de Lucía, Tomatito, Camarón, Antonio Humanes, el Guadiana, Antonio el de Ketama, yo… Entramos en el bar, que tenía todas las puertas abiertas pero en la barra no había nadie, se ve que el hombre estaba en la cocina. ¿Sabes qué pasó? Cuando el tío nos vio con los pelos muy largos, quería cerrar el bar. Llegó Camarón y le dijo con mucho respeto y mucha educación que por favor nos pusiera algo, que solo queríamos comer algo. Parece mentira, entran los dos genios del Planeta en un bar en España y le quieren cerrar el bar. Aunque habría que darle su sitio a cualquier persona que se comporte. Nos cortaron un poquito el rollo, pero al final nos pusieron lo que les pedimos.
–Aquel disco fue el reencuentro entre Paco y Camarón. ¿Cómo los veía a los dos trabajando después de tanto tiempo?
–Ahí había intereses, ¿no? Creo que los intereses es lo primero por lo que una persona se mueve. No era como cuando se conocieron con 18 años y todo era más sano, más nuevo, más fresco. Con los años la gente cambia, y lo que acaba contando es el dinero. Sí, yo te quiero mucho, yo a ti también, pero son palabras para quedar bien y salir del paso. Pero los hechos hablan más.
«Te duele, sientes pena, porque se acaba el petróleo. Ahora quedan charquitos, y no quiero ofender a nadie. Se trata de que los más grandes ya no están. Hay que reconocer y respetar a todos los demás, pero desde que se han ido estos dos el flamenco ha mejorado muchísimo gracias a ellos, pero nadie hace nada que te sorprenda»
–¿Pero usted cree que la amistad entre ellos no era verdadera?
–A lo mejor tiempo atrás sí era más auténtico, pero… Sí, se hablaban, grababan, pero era todo trabajo. No había momentos de reírse, la parte profesional lo ocupaba todo. Este mundo funciona así. Por supuesto escucharlos juntos es una pasada, como lo habían hecho siempre. Pero ya por últimas Camarón se iba a un camerino y se tiraba allí tres o cuatro horas solo. Y Paco, bueno, esperaba. Yo estuve un mes solo, ellos se pegaron tres. En ese mes Camarón, que siempre ha sido un hombre al que le gustaba ponerse ciego antes de cantar, vi que lo hacía. Ya tenía sus 40 años, al poco tiempo se puso malito y se acabó el paseo. Tenía que ocurrir antes o después, porque llevaba una vida muy exagerada en ese sentido. No podía cantar si no se ponía un poco fuera de órbita. Muchos artistas se acostumbran a eso, y si no lo tienen, ya no son ellos. Depositan su alma ahí.
–El hecho de haber estado con Paco y Camarón, ¿le sirvió para impulsar su carrera?
–No. El flamenco, como he dicho, está en España tirado por los callejones. Es una música muy marginada, no se la aprecia como se debería. Yo soy gitano, y eso creo que también pesa un poquito en algunos sitios. Cuando la gente se pone un poco tonta, yo les digo: yo no elegí ser gitano, Dios me hizo gitano, me busco la vida bailando, nunca le he robado a nadie nada. Y hay gitanos que son empresarios, que tienen teatros… Somos gente normal. Y yo en 50 años que llevo bailando no he tenido ni mánager. He sembrado esos 50 años y no he recogido casi nada. Y yo le he puesto las pilas a este país en el baile, a los tacones les he puesto musicalidad y rapidez y calidad de contratiempo que antes no había. Elegí ser un bailaor y he dado todo lo que he podido. Pero para todo eso no hay recompensa, salvo que Paco y Camarón te digan “eres el mejor para mí”, como me lo dijo Enrique Morente también. Aunque esas palabras bonitas de gente importante no te llenen la nevera. En España el flamenco es duro, como ya he dicho, porque hay más compadreo que justicia.
–Con Paco, ¿volvió a tener contacto después?
–Sí, él quería que me fuera con él para América, y le dije: “Paco, no me puedo ir tan lejos, menos si me pagas poquito”. Pero no había enfado. Claro que sí he querido triunfar siempre, qué artista no piensa en ser conocido y ganar dinero. Pero después vas viendo cómo va la cosa… El baile existía antes de que yo naciera, yo he puesto mi granito de arena, lo he hecho todo de corazón.
–¿Cómo le llegó la noticia de su muerte?
–Me sentó mal, claro. No tiene nada que ver el trabajo con dejar de reconocer el pedazo de genio que fue Paco. Te duele, sientes pena, porque se acaba el petróleo. Ahora quedan charquitos, y no quiero ofender a nadie. Se trata de que los más grandes ya no están. Hay que reconocer y respetar a todos los demás, pero desde que se han ido estos dos el flamenco ha mejorado muchísimo gracias a ellos, pero nadie hace nada que te sorprenda.
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XX) Antonio Sánchez: «Paco no fue el único creador, pero ser antipaquista es ser idiota»
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»