Habiendo regresado hace pocos días de una visita estupenda a Granada donde di una charla acerca del gran guitarrista Juan Maya ‘Marote’ en la venerable Peña la Platería, me quedé pensando: ¿por qué este rincón de Andalucía, con su historia y cultura tan increíblemente ricas, parece un mero secundario en el gran esquema del flamenco?
La geografía del flamenco es bastante sencilla. Todo el mundo sabe que este género nace en la inmensa región meridional de Andalucía, con sus ocho provincias, cada una con su peculiar identidad. También reconocemos la contribución considerable de Extremadura y Murcia, con sus formas autóctonas, tan fácilmente reconocibles.
Las provincias de Cádiz y Sevilla en Andalucía occidental más o menos constituyen el llamado triángulo del flamenco donde gran parte de las formas básicas –soleá, siguiriya, toná, tango, etc.– fueron creadas y desarrolladas. Huelva es notable por su sorprendente variedad de fandangos, la importancia de Málaga deriva de sus tangos musicalmente diversos, y cómo no, un rico surtido de malagueñas, mientras que Almería, Córdoba y Jaén también han contribuido de varias maneras a la génesis de esta singular música que lleva más de ciento cincuenta años enganchando al personal.
Pero… ¿y Granada? Hace años esta provincia, culturalmente rica, fue un eje importante para el flamenco gracias en parte a Federico García Lorca, cuya obra cautivó la imaginación del mundo entero, llegando a representar una España de tarjeta postal que incluso hoy atrae a visitantes de cada país del mundo en busca de la verdadera España. Hace décadas, el productor legendario Sol Hurok promocionó a su figura catalana, la bailaora Carmen Amaya, como de haber salido “¡directamente de las cuevas de Granada!”, y sin duda, muchos extranjeros siguen visitando la ciudad, o incluso se instalan de forma permanente, convencidos de que es el epicentro absoluto del flamenco.
Sin embargo, de alguna manera, el mensaje nunca llegó al occidente de Andalucía. Triana, Jerez y Cádiz, en general, las provincias de Sevilla y Cádiz, reivindican el flamenco como suyo propio, y suelen mirar por encima del hombro a los del otro lado de la región.
Quizás el grandioso monumento que es la Alhambra, el segundo más visitado en España después de la Sagrada Familia en Barcelona, eclipsa el flamenco en esta ciudad histórica. También las cuevas de Sacromonte deben soportar bastante mala prensa, el resultado de tiempos de escasez cuando abundaban mendigos, y espectáculos flamencos de calidad cuestionable ofrecían una imagen poco recomendable.
Ahora, todo eso pertenece al pasado. En la década de los ochenta del siglo pasado, la calidad de la oferta granadina ya había mejorado de forma exponencial, y algunos artistas de mucho nivel –cantaores, bailaores y guitarristas– han salido de esta ciudad. En baile, casi sería suficiente mencionar a las muy admiradas Eva Yerbabuena o Belén Maya, además de grandes intérpretes como Manolete o Mario Maya, este último nacido en Córdoba pero criado en Granada. Otros veteranos notables son María Guardia “Mariquilla”, Joaquín Fajardo, Gracita de Sacromonte o el Millonario, estos dos últimos llevados a Estados Unidos como figuras en la compañía de José Greco. Jóvenes maestros del baile incluyen a Manuel Liñán, flamante Premio Nacional de Danza, Juan Andrés Maya, Iván Vargas y dos ganadoras del primer premio de La Unión, Patricia Guerrero y Alba Heredia.
Granada también es territorio de guitarra, con una pulsación energética y brillante que se reconoce al instante, y que es especialmente apta para acompañar baile. Nombrar a las familias Habichuela, Marote y Cortés prácticamente dice todo.
El secreto mejor guardado de esta flamenquísima ciudad es la abundancia de buenos cantaores. Todo aficionado conoce la importante aportación de Enrique Morente y la de su familia. Marina Heredia y Antonio Campos han construido carreras sólidas. ¿Pero cuántos aficionados llegaron a conocer al joven Víctor “El Charico” cuyo decir a lo Terremoto hubiera podido llevarlo a las alturas, o cantaores poco conocidos como Juan Ángel Tirado, Antonio “El Manzana”, el desaparecido Antonio Cuevas “El Piki” o el interesantísimo Jaime el Parrón, entre tantísimos otros?
Muchos nombres de artistas notables han quedado en el tintero, y todo eso sin siquiera rascar la superficie de cientos de intérpretes que han actuado a lo largo de muchos años en las legendarias zambras de Sacromonte.