Creo que cuando se cumplan veinticinco años de la muerte del representante artístico Jesús Antonio Pulpón, que será el próximo año, el mundo del flamenco debería de tener un detalle con este gran hombre. Ayer se cumplieron veinticuatro años de su muerte y recuerdo aquel día como muy triste. Trabajaba en Radio Aljarafe, emisora donde hacía un programa diario de dos horas de duración y mucha audiencia. Pulpón era seguidor del programa y alguna vez me llamó molesto por alguna crítica sobre su trabajo, aunque tengo que confesar que fue siempre un hombre correcto y respetuoso con los críticos porque sabía la importancia de los medios de comunicación para defender, dignificar y promocionar el flamenco.
Jesús Antonio Pulpón no fue el primer gran representante del flamenco, como alguna vez sea ha dicho, pero fue el más potente de su tiempo, como anteriormente lo fueron Monserrat y su cuñado Vendrines o Pascual Saavedra, por citar solo a los más destacados. Si a Vedrines hay que situarlo en la etapa de la Ópera Flamenca (desde 1926 hasta el 36), a Pulpón tenemos que situarlo en la de los festivales de verano, porque costaría entender esta etapa sin su participación. ¿Quién no recuerda aquella imagen de este gran trabajador llegando al Potaje de Utrera, La Caracolá de Lebrija o el Festival de Cante Jondo Antonio Mairena, casi siempre con prisa y con una carpeta negra debajo del brazo? Llegaba, pagaba a los artistas y salía pitando para otro festival, a veces a cientos de kilómetros de distancia. Ese era Pulpón, un trabajador inagotable.
Fue sin duda el hombre con más poder dentro del flamenco, más incluso que Antonio Mairena, que ya es decir. Cuando se tiene tanto poder no siempre se utiliza de manera justa. Con Pulpón, el que se movía no salía en la foto. Si iban contra él y sus intereses, lo llevaban claro. Pero si algún día se hiciera una completa biografía suya, que habría que hacerla, se tendría destacar el empeño que puso siempre en dignificar el flamenco y a los artistas. No solo a las lumbreras, sino a aquellos que no eran muy famosos, pero que cantaban, tocaban o bailaban con gran pureza, aunque no sirvieran para el escenario y en otros tiempos, el de Monserrat y Vedrines, los hubieran marginado.
¿Qué papel juegan los representantes artísticos en un arte como el flamenco? Sinceramente, un papel muy importante y a veces los vemos como si fueran sanguijuelas que viven de los artistas. Habrá de todo, como en todas las profesiones, pero he conocido y conozco a representantes a los que habría que homenajear algún día. Y Pulpón fue uno de ellos, con sus defectos y virtudes. Un hombre que comenzó a hacer contratos con una bicicleta y que llegó a ser el más poderoso del flamenco.
Fui algunas veces a verlo a su oficina de la Campana, en el corazón del casco histórico de Sevilla, y siempre me recibió con interés y cariño. La de cosas que se hablaron en su despacho. Una mañana estaba esperando a que me recibiera y dentro estaba una conocida figura del cante, que le decía: “Antonio, a ver si dejamos clara una cosa: quiero trabajar poco, ganar mucho, declarar lo imprescindible y que me des nada más que peritas en dulce”. Pulpón, que estaba pasado de todo, le contestó: “Deja el cante y colócate en el Ayuntamiento”.
No les costará mucho esfuerzo imaginar quién era la lumbrera. Con la de bueyes que tuvo que arar don Jesús Antonio.