El flamenco está en un momento en el que, por ser centro de atención de tantas decenas de miles de personas en todo el mundo, requiere un trato especial desde los medios de comunicación especializados. Leo cosas que me espantan, sin contar con lo que cada persona escribe en su espacio de las redes sociales, que hay de todo pero, sobre todo mucha morralla. Y confusión. A estas alturas del presente siglo, es increíble que haya críticos de este arte que no tengan muy claro lo que es o no es flamenco. Este se llama cantaor, se dedica al cante, y aunque cante La Traviata, me ocupo de él. Están apoyando algo que dispone de otros espacios de promoción.
Me llama también la atención el tipo de crítica que se está imponiendo: la crítica del todo vale y todo está guay. Con motivo del Festival de Jerez estoy siguiendo algunas críticas de ese tipo. Hace unos días leí una sobre La Tremendita y su último disco, Delirium Tremens, y la autora de la crítica no le ponía ni un solo pero a una obra polémica que se aleja mucho de la esencia flamenca. O sea, que según esta profesional de la crítica, es perfecta, una obra maestra, algo comparable a lo mejor que se haya hecho jamás en esa línea. Soy respetuoso con los compañeros y las compañeras de esta profesión, pero me llama mucho la atención esta forma de hacer críticas de flamenco.
En la nueva etapa de ExpoFlamenco, que comienza mañana, en ningún momento vamos a marginar a ninguna tendencia flamenca, porque no tendría ningún sentido. Ahora, tampoco vamos a dar cancha a mamarrachadas, a obras sin valor flamenco o a artistas irrespetuosos con este viejo arte. ExpoFlamenco no es un negocio. Es una idea de espacio flamenco y es deficitario. Habrá que ver la manera de que no lo sea, pero no a costa de dejar de ser serios y responsables.
Seguramente ya estarán diciendo algunos modernos que vamos a volver a abrir la Inquisición. No, no es eso. Pero sí vamos a defender el flamenco con todas sus tendencias y variantes, sus escuelas y estilos, sin complejos y sin miedo alguno a críticas de puristas o de vanguardistas. A ver, se puede hacer una catedral nueva sin que se parezca a la de Sevilla o la de Burgos, pero no hay por qué tirar ninguna de las dos para hacer una que vaya con estos tiempos. Pueden ser perfectamente compatibles las tres.
Llevado al flamenco, al cante, se puede crear una nueva malagueña, pero no a costa de destruir las de Chacón o La Trini. Ahora que está tan de moda El Niño de Elche, la verdad es que me interesan algunas cosas de este músico, entre otras su actitud rebelde, que me recuerda a las de otros artistas rompedores. No me gusta mucho cómo canta, esa es la verdad, pero el cante, en él, es lo de menos: priman otras cosas. La música, sobre todo. El conjunto de lo que hace.
Si nos dan tiempo van a encontrar en ExpoFlamenco un espacio que se hará imprescindible en este arte. Mañana empezamos esta nueva andadura y espero que sigan con nosotros. Y no dejen de seguir los demás portales flamencos, que los hay muy buenos. Eso sí, sean exigentes.