Al flamenco le está pasando algo parecido a lo que ocurre con la política: que hay ya más gente opinando que aportando ideas o investigando. En las redes sociales es todo pura opinión, críticas, debates absurdos, enfrentamientos, descalificaciones y malos rollos. Intentaré huir de todo eso y dedicarme más a la investigación y la difusión de los resultados de las investigaciones. Estamos faltos de eso, creo, de gente que aporte datos sobre la historia del flamenco y luz sobre la trayectoria de los artistas. Tengo una propuesta encima de la mesa de dar cursos online y aportar en esos cursos el resultado de casi cuarenta años de investigación. Estoy convencido de que es algo mucho más necesario que ir a un teatro a escuchar a Arcángel para contar luego cómo ha cantado. La docencia es un campo que me atrae y que he tocado poco, digamos por prudencia y modestia, aunque viendo el panorama, la verdad es que me estoy animando.
El otro día se produjo un debate sobre si hoy se hacen más crónicas que críticas en la Bienal y digo sin titubear que he leído pocas críticas de verdad. Crónicas, muchas. Una crítica es analizar a fondo un espectáculo, desmenuzándolo y entrando en la calidad de los intérpretes, la puesta en escena, la luminotécnica, el repertorio, la dirección musical o escénica, etc. Ni en la Bienal hay tiempo para eso, ni la crítica, en general, está preparada para algo así. Yo mismo me vengo cuestionando desde hace tiempo si estoy preparado para la crítica flamenca y, sobre todo, para estar a la altura de los artistas actuales, que en general están bien preparados. Yendo al grano y sin darle más rodeos, ¿estoy preparado para analizar en treinta o cuarenta minutos una obra de Eva La Yerbabuena, Vicente Amigo o el mismísimo Niño de Elche? Tengo mis dudas, sinceramente. Y si considero que pudiera no estar capacitado, con casi cuarenta años de experiencia como crítico, más de treinta investigando y una docena de libros escritos, ya me dirán lo preparados que estarán quienes se han puesto a hacer críticas en un blog en alguna otra tribuna para tener entradas en la Bienal.
Mi deseo es abandonar la crítica, aunque siga escribiendo artículos de opinión sobre flamenco, que son cosas distintas. Me refiero a la crítica de espectáculos, mal pagada, poco agradecida y peor entendida. Donde hay un intrusismo tremendo, quizá como nunca, porque hace cuarenta años no se ponía cualquiera a escribir de flamenco en un periódico. Creo que he tocado fondo ya en esa faceta y que me dejó de gustar. En cambio, me ilusiona lo otro, o sea, la investigación y dar a conocer datos sobre los artistas de otras épocas. Es algo más laborioso y no muy bien pagado tampoco, pero al menos no juegas con el trabajo de los demás. Nadie se puede imaginar lo que me cuesta ir a un teatro, que no me guste el espectáculo y tener que ser sincero, aunque haga daño.
Anuncio, pues, un golpe de timón en mi carrera de crítico, periodista o flamencólogo, para hacer otras cosas. La otra opción sería dejarlo radicalmente, no escribir nunca más de flamenco, pero soy profesional y aún estoy lejos de la jubilación. ¿Creéis que le haría un favor al flamenco si dejara hoy mismo de hacer críticas? Es que me interesa vuestra opinión y haré lo que tenga que hacer teniendo muy en cuenta lo que digáis. Por otra parte, es importante ir dejando paso a los jóvenes que quieran escribir de flamenco para que aporten frescura e ilusión. Sobre este asunto voy a comunicar pronto algo muy importante para que los jóvenes tengan una tribuna donde poder escribir e ir aprendiendo.
Muchos de ustedes estarán pensando que lo que me pasa es que he acabado muy quemado por la Bienal y que en vez de tomarme unas vacaciones, que necesito de verdad, les coloco este rollo existencial. No, es algo que vengo queriendo hacer desde hace al menos una década, pero que tampoco es fácil. Ahora es el momento, con el cierre de El Correo –parece inevitable que desaparezca–, tener ya unos años y quizá demasiadas batallas. Espero que me ayuden a planificar mi futuro, a dar un golpe de timón que creo necesario.