En la Bienal de Flamenco de Sevilla suelo reflexionar mucho sobre lo que veo y escucho y les aseguro que a veces me desanimo bastante. No me gustó Arena, la obra de Israel Gaván, en la Plaza de Toros de la Real Maestranza, pero al final acabaron todos dando la vuelta al ruedo y con parte del público en pie y aplaudiendo. Ya me había ido y lo vi al día siguiente en un vídeo. Nada que objetar a esos aficionados, si les gustó el espectáculo, aunque tengo que reconocer que me preocupa el hecho de que en la Bienal se aplauda todo, porque el flamenco ha sido siempre un arte de aficionados.
Recuerdo que Antonio el Sevillano, el gran estilista del fandango, me comentó un día que la Niña de los Peines se bajó una noche del escenario porque había entrado un público que lo aplaudía todo y que todo lo vitoreaba, y se enfadó. “Hay que sabé estinguí”, dijo.
Sé muy bien que el flamenco es una cuestión de gustos. A mí no me gusta ahora tanto Israel Galván como al principio de su carrera, me aburren bastante sus obras y suelo pasar de ir a verlo a no ser que no lo pueda evitar. Reconozco su arte y preparación y celebro que sea hoy uno de los referentes del baile flamenco en el mundo, pero me dejó de interesar como aficionado que soy al baile. Por tanto, como entiendo que hay que ser coherentes, cuando lo veo me expreso con libertad y digo lo que me ha parecido. ¿Es esto tan difícil de entender? Parece ser que sí, que lo es.
No me gusta mucho el formato de la Bienal, me parece horrible, entre otras cosas porque para atender tanta demanda de entradas hay que meter de todo y no todo es de calidad. Y a la Bienal tendría que venir lo mejor, con independencia de que haya que dar entrada a jóvenes con escasa experiencia, pero que apunten bien. Pongo un ejemplo. ¿Por qué han traído este año a Rosalía, siendo tan mal cantaora? Será buena en lo suyo, pero el cante jondo no lo huele. ¿Saben cuántas buenas cantaoras se darían bofetadas por estar en la Bienal? Yéndonos al baile, uno de los mejores bailaores del momento y desde hace años, es El Junco, y le echan para atrás todos los proyectos que presenta. No lo quieren en la Bienal y no sé muy bien por qué, porque es bueno.
Me duelen las manos de escribir que los festivales tienen una responsabilidad con nuestro arte, que no se trata solo de vender entradas. Pero habría que empezar por decir que no se puede poner al frente de un festival a cualquiera, y se hace.
— ¿Tan mal está la cosa?
— Si quieres saber cómo está el flamenco, ve al festival de Mairena del Alcor. Mira, yo conozco Austria, y allí todos los años se le hace un homenaje a Mozart. Aquí, en cambio, a don Antonio Mairena lo están tirando por el alcantarillado.
Esto lo dijo el pasado domingo José el de la Tomasa en El Correo de Andalucía, en una entrevista de Alejandro Luque. Puede sonar a pataleta y estaría justificado porque lleva dieciséis años sin cantar en el festival mairenero, siendo uno de los últimos grandes maestros del cante jondo y un enamorado de la escuela mairenera. ¿Cuestión de gustos del alcalde? Seguramente. Pero por encima de los gustos y de la necesidad de llevar dos mil personas a un festival, está la sensatez y la responsabilidad.