Parece que salirse del carril de la ortodoxia del cante es una novedad, pero no lo es. Alguien hace algo aparentemente novedoso y los grandes medios españoles, que le dieron la espalda hace tiempo al cante tradicional, se vuelcan con él y aparecen entrevistas, reportajes y críticas a mansalva. Es que canta de pie, dicen. Además, es feminista, qué curioso. Y si es homosexual, entonces ya es la repera. Me pregunto, sin ánimo de crear polémica: ¿qué tiene que ver todo eso con la calidad del cante, el baile o el toque? Chorradas.
Ahora se lleva en el flamenco ser feminista, pero hace siglo y medio -sí, aunque a algunas les vaya a dar un soponcio- las había ya que si no eran libres para cantar donde les diera la gana, se plantaban, daban un puñetazo en la mesa y lo hacían. Por eso cantaban, bailaban y hasta tocaban la guitarra algunas artistas del XIX, cuando se actuaba en los cafés y hasta en los teatros de dentro y fuera del país. Entre ellas las había lesbianas, claro. Pero no intentaban vender eso como un atractivo añadido, entre otras cosas porque, y esto es cierto, aquella sociedad era algo más machista que la de nuestros días.
Cuando un cantaor edita un disco no me interesa nada más que el contenido de la obra, no si es homosexual, comunista o de derechas, porque eso no es nada novedoso. Una novedad sería, por ejemplo, que fuera extraterrestre. Alguno lo parece, de verdad, pero hasta el momento no lo hay o no lo conocemos. He leído algunas entrevistas a La Tremendita, la cantaora de Triana, y en la mayoría le sacan el tema del feminismo, de la mujer o el machismo.
Menos mal que Rosario es, además de una gran artista, una persona con las ideas muy claras y que no entra mucho al trapo. Pero, ¿por qué no le preguntan apenas por el contenido de la obra? Porque eso no interesa o interesa bastante menos. Lo que conviene es sacarle a una cantaora feminista lo machista que somos los flamencos y lograr así un gran titular, como le pasó hace unos meses a Rocío Márquez, que cada vez que habla sube el pan. Y no es que no sea capaz de decir cosas sensatas, que sí, pero pocas, al menos en lo referente al cante y en los últimos años.
En una entrevista de Silvia Cruz Lapeña a La Tremendita en Vanity Fair, la periodista le saca a colación el primer festival flamenco LGTBEI, celebrado el año pasado en Madrid, y la artista le contesta de esta manera: «Eso no quita que tenga mis dudas sobre el tema. Por un lado veo que no hay igualdad, pero por otro siempre pienso que si hacemos festivales aparte estamos aumentando la diferencia y de alguna manera, no estamos actuando con naturalidad».
Que no hay igualdad, ¿en qué? ¿Por eso se hizo aquel festival sin pies ni cabeza, porque no hay igualdad? Y al hilo de lo que dice arriba La Tremendita, ¿de qué diferencia habla? ¿Es que acaso las mujeres tienen un trato discriminatorio en el flamenco actual por el hecho de serlo? El otro día escuchaba decir a alguien que habría que cuidar las letras del cante en referencia a la igualdad. ¿También vamos a controlar las coplas, lo que hay que escribir o no? O sea, acabar con la libertad que ha habido siempre en el cante. Hay letras de Antonio el Chocolate que hoy nos chocan bastante, pero son de hace medio siglo, él tenía la cultura que tenía y la sociedad de entonces era como era. Qué hacemos, ¿quemamos sus discos?
Por último, La Tremendita asegura en esta entrevista que “no he vivido nunca un momento incómodo por ser lesbiana”. Hubiera sido un magnífico titular para contrarrestar esa campaña de acoso y derribo contra los intolerantes, buscando el morbo, pero Silvia Cruz Lapeña no es de esas o esos que buscan el morbo, sino la esencia de las cosas.
En efecto, La Tremendita es una gran artista, pero porque tiene mucho talento y es una persona valiente. Lo demás no le importa a nadie, es solo carnaza y ganas de joder la marrana.