Rocío Molina no ha dejado a nadie indiferente con la presentación de Caída del cielo en el Teatro Villamarta con motivo del Festival de Jerez. Ha sabido conmover hasta a los que no han ido al teatro, pues con las fotos de su desnudo integral y su paquete de patatas fritas en la zona del eros femenino todo el mundo se ha enterado de su provocación. Llegaba en una reivindicación de su libertad como mujer, explicada en una propuesta donde baila más bien poco, pero interpreta más bien mucho. Esa es una de las quejas que podemos tener del espectáculo. No se la ve como en otras ocasiones, no demuestra lo gran bailaora que es. Solo percibimos mensajes teatrales, pero no flamencos. Como espectáculo no ha habido uno mejor hasta ahora. Luces, instrumentos, vestuarios deportivos –un chándal, para ser exactos–, cámara GoPro, sonidos metálicos, se baja del escenario y reparte flores, se desnuda otra vez, no se somete a normas, se arrastra por el suelo, come uvas… Un disparate de puesta de escena. Pero flamenco, poco. Lo mejor de la noche es la voz de José Ángel Carmona.
Del Villamarta pasamos a Sala Compañía, donde sí disfrutamos de una propuesta flamenca clásica y donde los quejíos de San Miguel sirven de motor para que Miguel Ángel Heredia toque el cielo con sus manos. El de La Plazuela estrenó Sentío cabal. Cantando pa bailá. Se apoya en esta iniciativa en los cantes de Luis Moneo, de bien para arriba, de Manuel de la Nina y de Miguel Lavi, también en buen estado de fuerzas los dos. Realiza un paseo por su historia, por la soleá y la seguiriya, por los tangos de Graná, por las bulerías. Sale de uno de los lados del proscenio la mítica lebrijana Concha Vargas, que baila por bulerías arromanzá junto a Miguel, el momento más flamenco vivido en el Festival. ¡Qué pureza! El propio bailaor cantó el romance de Flores y Blancaflor al finalizar, en una muestra de espontaneidad tan necesaria.
El cante también fue protagonista en la jornada del día de Andalucía, con Rocío Márquez en la Bodega González Byass. Con su último trabajo, Firmamento, llenó el ambiente de buena música, un cante de una afinación perfecta y de instrumentos de percusión y piano. No contó con ninguna guitarra para interpretar sus caracoles, mineras, bulerías o colombianas. En estos momentos de su vida artística, la onubense parece querer encontrar su propio mensaje con el fin de dejar algo dicho en la historia del flamenco. No es que sea ambiciosa, pero creemos que el flamenco de siempre se le ha quedado antiguo en estética y formas. No hay que olvidar que en lo jondo las formas son muy importantes, pues no deja de ser un ritual sagrado y por eso el mensaje no terminó de convencer.
A la jornada siguiente, jueves 1 de marzo, la sesión se abría con la compañía de Emilio Ochando con 3DEUNO, propuesta en la que hace una defensa de la diversidad que nos regala la danza española. Desde el flamenco, con alegrías y fandangos de Huelva, hasta el folclore mallorquín y la escuela bolera. Estuvo junto a dos bailaoras/bailarinas, dos Carmenes, Coy y Angulo de apellidos. Mostraron el gran nivel que le aporta un trabajo diario y una producción pensada y no realizada arbitrariamente.