Por Luis M. Pérez. Fotos: Paco Lobato
Qué bonito es el tanguillo, el tanguillo es muy gracioso. Es la voz de David Palomar, que ensaya un “Aquellos duros antiguos…” desde la escena de los cuatro artistas encerrados en otros tantos círculos de luz tenue sobre el suelo. Una retahíla de cuatro discursos distintos que se producen con un ligero retardo hasta hacerse ininteligibles. Qué ángel más grande, dice David, y vuelven las cuatro voces a confundirse en un inmenso barullo, el infierno de Siria, los refugiados sin rumbo, la violencia sin sentido, la corrupción de este país. Cuando canto por seguiriyas la boca me sabe a sangre.
Ya nos están diciendo de qué va todo esto, aunque no del todo. La seguiriya se abre camino entre el desconcierto, con el compás marcado por cuatro pares de manos y un par de pies celestiales, los de Juan José Jaén Arroyo El Junco (Cádiz, 1975), la figura erguida como su sobrenombre, la cara alta, como de dos metros, y docenas de pitos y palillos que se desbrozan de esas manos enormes. Las manos de El Junco son infinitas, suben apenas por encima de la cabeza, es un bailaor de sello. Y anoche bailó como nunca. Y Palomar que se templa y derrama sabiduría como siempre, seguiriyas de Francisco la Perla acompasadas, mientras la guitarra de su cuñado suena brillante y moderna.
Ricardo Rivera Mora (Cádiz, 1979) comienza su monólogo mientras sus tres compañeros se disponen a leer el periódico sentados al fondo en fila india, en típica pose de los viajeros del metro. Sabes una cosa, Riki es seguramente el mayor músico de la tacita, si no de Andalucía, pero es que el tipo es un artista integral. Anoche se desenvolvió como pez en el agua sacando partido a su vis cómica, interpretando su monólogo delante del gran Manu Sánchez, que estaba sentado en primera fila. Un alegato contra la pereza, la desidia y el tedio; en favor del trabajo duro, la constancia y la pasión. Críticas para la mitad de los críticos, a la otra mitad ya los invito yo. Y para los propios artistas, que se despedazan vivos a la menor muestra de éxito de un paisano. Todo ello en modo hilarante, con el público desternillado y dispuesto a interactuar con complicidad.
Y tras su monólogo, un apunte de milonga en la voz de David, y Riki nos transporta al Caribe con una guajira instrumental que puso en pie a todo el teatro. Impresionante. Esa iba a ser la tónica de todo el espectáculo. Estamos ante una comedia surrealista, comprometida, criticona y con clara vocación docente. Esto se vio con claridad en el monólogo de El Junco, ése sí que estuvo “sembrao”, picha, que no solo baila, que también sabe cantar, y que posee el don de la gracia en el hablar. El doctor Tiempo, interactuó con el respetable, que se dejó las tripas desparramadas por las butacas mientras Juan José nos curaba la falta de compás, enfermedad que afectará en 2020, según una universidad de la Caleta, al cien por cien de la población mundial.
El turno le llegó a su hermano Roberto Jaén (Cádiz, 1980), que culpó a las nuevas tecnologías, los nuevos medios de comunicación y las prisas de la vida moderna de esa enfermedad. Roberto es mucho mejor percusionista que actor, y lo sabes. Pero se echó a hombros todo el armazón rítmico del espectáculo, y de forma brillante si se me permite. “Si le dijéramos a la gente que el cerebro es una aplicación, tal vez se pondrían todos a usarlo. Tal vez si nos dejaran solo unos minutos con los antiguos”…
Y ni cortos ni perezosos, sacan un vaso de hojalata y se ponen a jugar a la ouija, estás ahí, manifiéstate. Es Chano Lobato quien habla y canta por la boca de El Junco. Roberto Jaén le presta su garganta a Juanito Valderrama por guajiras y David Palomar imita a Camarón por bulerías de forma inigualable, dejándonos a todos tirititando de frío. Antes, Susana Casas, bailaora mayúscula y con mayúsculas, se marcó una pincelada formidable en honor a Lola Flores, que se quejaba de que en los festivales siempre llaman a los mismos artistas de siempre.
Imposible narrarlo todo. Ese David Palomar (Cádiz, 1977) que nunca baja del sobresaliente. Que lo mismo te hace un alegato contra la pureza que te canta las soleares más dolientes de esta temporada. La suya personal, las del Chozas de Jerez, las de Paquirri el Guanté, la una, la dos y la tres. Eso fue después del número del duende, donde ridiculizó las falsas teorías e hipótesis de la flamencología tradicional. Yo ni siquiera he pasado hambre. Yo quiero esta noche cantarles a ustedes por soleá, y lo único que me queda es encomendarme al momento y hacerlo con todo mi corazón. Y vaya si lo hizo.
Igual que nos dejó unas alegrías personalísimas que traía pegajosas del viento de levante y que El Junco paseó por las tablas del Central hasta sacarles todo el polvo de debajo. Quillo, como baila el nota, dicen a mi lado, qué poderío de pies. Baila a su estilo, varonil, los brazos bajos, las palmas de sus manos planchando cada cuadrante de su camisa. Cantó David por sevillanas (se hartaron de dar ojana al respetable, que se dejaba querer encantado) y hasta la jota aragonesa. Y nos hizo reír, todavía me duele la barriga.
Ficha artística:
Espectáculo: Qué pasaría si pasara. Ciclo: Flamenco viene del Sur
Lugar y fecha: Teatro Central de Sevilla. 3/3/2018
Cante: David Palomar
Baile: Juan José El Junco
Guitarra: Riki Rivera
Percusión: Roberto Jaén
Artista invitada al baile: Susana Casas